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Mucho allá lejos / La Feria

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Sr. López 

Tío Manolo hacía lo que le venía en gana y punto. Una vez, después de interminables batallas verbales con su esposa, tía Jesusa y sus tres hijos, acerca de dónde pasarían las vacaciones, quedaron en que irían a Acapulco. Llegó el día, empacaron la noche anterior, se treparon al coche tempranito y tío Manolo enfiló para Guanajuato. Enmudeció el palenque. Era su coche, él manejaba… aléguele. 

Parece increíble pero el Presidente y sus cercanos, saben que no es imposible que pierdan las elecciones del 2024. No sería una derrota de Morena, ni tampoco de la corcholata designada, el desastre sería para el Presidente y su cofradía-pandilla, todos los que con él a la cabeza, están enredados en la madeja de actos inconfesables en que incurrieron para llegar al poder y al ejercerlo… y cada vez son más los que rompen la peculiar ‘omertá’ modelo chancla pata de gallo, con que actuaron y actúan cobijados por el pacto implícito de silencio cómplice, propio de delincuentes, que delincuente es el que comete delitos y delito es lo que viola la ley, mucho o poquito. 

No es nada fácil que López Obrador sea derrotado, nada más vea de lo que fue capaz sin tener el poder. Y aparte, estamos hablando de alguien que cuando se trata de conseguir lo que le interesa, nada lo detiene. Quede la testimonial pública de Guadalupe Acosta Naranjo sobre la propuesta de López Obrador de impedir la toma del cargo de Felipe Calderón, echando a sus huestes a rodear el Congreso, extremo que don Lupe, entonces Secretario General del PRD, impidió llamándolo golpismo. Es. 

Lo que sucede es que López Obrador por primera vez enfrenta un proceso electoral nacional con el desgaste de haber sido él el Presidente; en esta vuelta carece de su principal herramienta verbal: acusar de todo mal al mal gobierno porque ahora es su gobierno. Pero para el caso de que ocurriera la casi imposible derrota de López Obrador en las elecciones de 2024, recuerde algunas de sus varias andanzas: 

Cuando candidato a Gobernador de Tabasco en 1988, perdió, alegó fraude, recorrió todo el estado y montó plantones en varios municipios. Como Presidente del PRD en Tabasco, en las elecciones de ayuntamientos de 1991, no aceptó la derrota en varias alcaldías, organizó el ‘Éxodo por la Democracia’ de Villahermosa a la capital del país; la Secretaría de Gobernación negoció con él algunos ayuntamientos y cayó el Gobernador. 

Otra vez candidato a Gobernador en 1994, volvió a perder y a no reconocer el resultado -aunque la diferencia fue de casi el 20%-, instaló un plantón permanente en el zócalo de Villahermosa y durante casi un mes impidió la entrada del Gobernador al Palacio de Gobierno; inició la ‘Caravana por la Democracia’, otra vez de Villahermosa a la capital nacional; provocó la renuncia del secretario de Gobernación (Esteban Moctezuma, por cierto… hay gente que no se respeta). 

En 1995 promovió en Tabasco la “resistencia civil pacífica”, proponiendo a la gente no pagar el recibo de la CFE para luego en noviembre de 2015, desafiar a la CFE con la movilización de ‘brigadas de reconexión’, lo que no fue necesario porque CFE se intimidó; la deuda llegó a los 11 mil millones que en 2019, ya siendo Presidente condonó o sea, la luz de los tabasqueños la pagamos todos los que pagamos impuestos. Chulito. 

En febrero de 1996, organizó protestas y la toma de instalaciones y pozos petroleros de Pemex en demanda de indemnizaciones para campesinos por la contaminación. Como anécdota simpática: en 1988 como presidente nacional del PRD consiguió el gobierno de Nayarit, acordando una alianza con el entonces presidente del PAN, que era… Felipe Calderón. 

Y por favor no se le olvide la toma de Reforma cuando no reconoció haber sido derrotado por Felipe Calderón en las elecciones presidenciales de 2006. Ni que en su segunda derrota como candidato presidencial en 2012, tampoco aceptó haber perdido y declaró que no reconocería a Peña Nieto porque, dijo en entrevista del 29 de noviembre de ese año: “Nosotros buscamos un verdadero cambio, y eso implica confrontación (…)” ¡Ah, bueno! 

Así las cosas, al Presidente le urge que la oposición ponga en el escenario a un candidato presidencial. El proceso electoral inicia en septiembre de 2023 y las elecciones serán el domingo 2 de junio de 2024, es tiempo sobrado para investigar qué tiene debajo de la tapa de las muelas el candidato opositor, encontrar o inventar algo, denostarlo, intimidarlo con la UIF o su FGR y si se puede, mandarlo a jugar damas chinas con Ricardo Anaya… o solitarios en el altiplano, en Almoloya. No será muy refinado el método, pero le gusta. 

Pensará usted que es imposible la derrota del señor de Palacio y adláteres, que cuál puede ser su preocupación. Bueno, primero, que en los partidos opositores hay no pocos que le saben bien a eso de las campañas electorales; luego, que la elección se define en el 5% de los municipios, porque 125 del total de 2,471 que hay en el país, concentran el 60% del padrón electoral y no solo eso, son municipios urbanos en los que hay menor abstención, rondando el 70% de participación; y también, que él sabe que ha perdido casi 16 millones de electores, que ha regresado a los 15 millones que son su voto duro (revise los resultados de la elección de 2021 y los de revocación de mandato, bajan y bajan). 

En esos 125 municipios hay más o menos 57 millones de electores. La oposición puede darle un gran susto al Presidente que ya en pleno 2024 resentirá más el desgaste de su discurso y sus fracasos: el aeropuerto AIFA seguirá sin usarse; la refinería seguirá sin producir gasolina; el trenecito Maya no se terminará y no lo desea uno pero no es difícil que estemos al borde del colapso económico. 

El Presidente está acostumbrado a hacer lo que le da la gana… ¿qué hará si se siente perdido?… los de Morena no se van a ir al martirio por él… para esas andanzas con el ejército que ni cuente… a lo mejor nos da la sorpresa de cumplir algo de lo que dice y sí se va a su finca, mucho allá lejos.

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