Sr. López
Parecería que el campo de doma en que amaestraron a este López, fuera un laboratorio encubierto de experimentos sociológicos a fin de comparar resultados con hijos de padres que razonaran con ellos amigablemente, hasta convencerlos de que tender la cama, bolearse los zapatos, colgar la ropa, lavarse los dientes y hacer la tarea eran cosas muy divertidas y que sus críos prefirieran reprobar en la escuela antes de caer en el “autoengaño” de copiar en los exámenes. Por contra, al del teclado se le domesticó con una variante de los reflejos condicionados de Pavlov, y en lugar de darle un premio como al perrito cuando obedecía, hasta que obedecía siempre, a uno le daban palos si no obedecía, hasta que obedecía siempre. Punto. Era tan natural que parecía bien… no estaba bien… ¿o sí?
¿Habrá quien se oponga a que el gobierno federal arrase con la delincuencia organizada?, sí, arrasar, desaparecer al narco y sus derivados (extorsión, secuestro, trata de personas, tráfico de migrantes y el largo etcétera del horror en que se vive en amplias regiones del país).
Piense que al dictador Porfirio Díaz se le recriminan muchas cosas pero nunca se le ha criticado por acabar con el bandolerismo que asolaba al país cuando tomó el poder, y no fue repartiendo claveles reventones como lo hizo, sino a sangre y fuego y sin duda, cometiendo atropellos -que no eran la norma-, hasta imponer la seguridad pública, infundiendo primero, verdadero terror a cometer crímenes y después, respeto generalizado a la ley, vistas las ventajas de la vida civilizada.
Tampoco se ha sabido nunca que entre las censuras al antiguo priismo, se le recrimine la seguridad que disfrutamos no menos de 40 años, gracias a cuerpos policiacos que no serían modelos de caridad cristiana ni de respeto a las garantías individuales (no había derechos humanos), pero entre “la secreta”, los judiciales, sus espías y sus informantes, traían del rabo a los delincuentes y un solo secuestro era escándalo nacional. Y también cometían atropellos, pero tampoco eran la norma.
Este menda nada sabe de seguridad pública, ni cómo o por qué se nos estropearon los cuerpos policiacos, mucho menos de qué debe hacerse para arreglarlos. Pero sí sabe, igual que el tenochca simplex promedio, que hay quienes saben qué hacer, cómo y cuándo; y también que se interpreta mal el respeto a los derechos humanos, se aplica mal el sistema penal acusatorio y que la delincuencia común y la organizada, campean por sus fueros. En México, hoy, corre más peligro un taquero que un asesino a sueldo.
No se propone la simplona reedición de los modos de don Porfirio, no, que no son ya los tiempos de la ley del revólver ni del “mátenlos en caliente”, pero imaginemos que después de un compás de meses de aparente inactividad policiaca, de repente, supiéramos que fueron bloqueadas las multimillonarias cuentas bancarias de las grandes organizaciones criminales, en México y el extranjero, de golpe, con la cooperación de los gobiernos de otros países y entidades financieras mundiales; y que simultáneamente, en una sucesión sin intervalos, detuvieran a falsos grandes empresarios, a banqueros podridos, a políticos cómplices y a los grandes capos y todos sus segundos, una banda tras otra, a veces a
tiros, a veces sin tiros, que la vara la ponen los malos: si se entregan, santo y bueno, a la cárcel y a juicio (con toda la calma que haga falta, no hay ninguna prisa), pero si se resisten a balazos, a balazos someterlos, sin ejecuciones sumarias (que eso sí que no lo hacen nuestros soldados, para eso sí están entrenados, porque, nos guste o no -que no nos gusta-, esto hoy es imposible sin el ejército… ¡ah! y la Guardia Nacional.
¿Se acabaría con el delito?, no, jamás, eso es imposible, pero sí regresarían los malandrines al drenaje, a ocultarse, a ni soñar en organizarse en batallones para cometer crímenes a plena luz del día, retando a la autoridad, ofendiendo a la sociedad entera, sabedores de que en serio, el que la hace la paga, porque eso sí es indispensable: eliminar la impunidad.
¿Es mucho soñar?… sí, así como estamos es una fantasía. Cuando en 2019 el Congreso aprobó por unanimidad lo de la Guardia Nacional, se autorizó que el ejército le entrara al asunto, hasta marzo del 2024 mientras cuajaba la Guardia y se fortalecían las policías estatales y municipales. Bueno, lo de la Guardia nacional fue una mascarada (le cambiaron de uniforme a los soldados, nada más), y se le dejó de dar presupuesto a los cuerpos policiacos. En términos reales, hoy estamos peor que nunca y siendo indudable que no se puede prescindir del ejército en labores policiacas, tampoco se puede tapar el Sol con un dedo: los resultados obtenidos con la actual estrategia son pésimos:
Con cifras oficiales, durante el gobierno de la 4T, de enero de 2019 a junio de este año, según la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), van 134 mil 402 homicidios dolosos; en el mismo lapso en el gobierno de Peña Nieto, iban 81 mil 299 asesinatos; y en el de Calderón, 60 mil 319. De eso nos debe alguna explicación este gobierno: llevan más de doble de asesinatos que con Calderón, 65% más que Peña Nieto.
Y ya ni mencionar que los asesinados en todo el sexenio de Calderón fueron 121 mil 613 ni que la iniciativa de mantener al ejército en las calles hasta el 2028, significa que no piensan que esto se arregle en los próximos cinco años. Bonita cosa.
Sin dramatizar, este sexenio en la historia, quedará registrado como El Gobierno de La Muerte, porque hay que agregar los muertos por el Covid 19, que con las cifras oficiales y en proporción con la población, nos tienen en el primer lugar mundial de decesos… más niños con cáncer sin medicamentos.
No era así. El Presidente no lo sabe porque de esto es clarísimo que no sabe nada y nadie de su equipo se lo dice.
Le auguro con certeza una cosa, se va a arreglar, lo vamos a arreglar, este país de peores ha salido. Lo triste es el sufrimiento evitable y el tiempo perdido.