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De risa / La Feria

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Sr. López 

Usted sabe de la abuela Elena, la del lado paterno (los de Autlán de la Grana, Jalisco), pero como podrá suponer, si hubo abuela, hubo abuelo, en este caso don Víctor, buen conversador, no guapo pero de pinta elegante (como para rentarlo para bodas), quien una vez contó que siendo niño, llegó al pueblo una compañía de cómicos de la legua, anunciando a gritos que esa tarde representarían en el quiosco de la plaza, una “comedia de mucha risa”. Cualquier cosa juntaba gente, no había cine, televisión, radio ni electricidad y se llenó la plaza, al frente los que llevaron silla y hasta atrás los rancheros adinerados en sus monturas. Música, diálogos pícaros y muchas risotadas hasta que alguien gritó: -¡El payaso de rojo es el Mulo Valdez! -un cimarrón que había huido hacía años, dejando doncellas con la honra bajo sospecha. Unos por agravios reales y otros por gusto, se treparon al quiosco. De función cómica pasó a concierto de bofetadas. En medio de la batahola, el “director” de la compañía, gritaba: -“¡Es de risa!… ¡señores!… ¡es de risa!” –y comentaba el abuelo que después, cuando algo podía acabar mal, decían en el pueblo: -Va a ser de risa. 

El viernes pasado se rasgaron las vestiduras los partidos de oposición, porque el Senado aprobó -contra la Constitución- que la Guardia Nacional pase al ejército “administrativa y operativamente”. Dicen que es ir rumbo a la dictadura. ¿En serio? 

Con y sin estas reformas, la Guardia Nacional era parte de las fuerzas armadas: el 80% de sus integrantes son soldados y sus mandos, son oficiales del ejército. 

El Presidente mandó la iniciativa esa, no porque le quitara el sueño no ajustarse a la ley pues él mismo ha dicho que no se vale irle con “el cuento de que la ley es la ley”, sino por exigencia de los propios militares que no quieren acabar en el banquillo de los acusados dentro de algunos años, por bailarse la guaracha en la Constitución, cosa que aprovechó el Presidente para darse el gustazo de imponer su no-santa voluntad al Congreso, como puede en todo lo que no necesite mayoría calificada (dos tercios de votos, más uno). ¡Sí se pudo!… siempre se puede. 

Para atemperar la crítica, los fanáticos del Presidente recuerdan que el PRI hacía lo mismo; es cierto, pero sabían hacerlo y primero modificaban la Constitución para no hacer leyes inconstitucionales, arbitrarias, impugnables, no como ahora que se legisla con el cuidado de un chimpancé arreglando un reloj. 

Pensándolo bien, los de la oposición deberían estar celebrando: esas reformas a leyes contra la Constitución, son la ratificación del gobierno de avería y extravío que ejerce este Presidente que solo sabe ser opositor en campaña y nada de gobernar, que gobernar no es mandar ni imponer órdenes. 

Otra cosa que merece reflexión es el cinismo del promedio de nuestros políticos. Ahora resulta que la cúpula panista clama contra la participación de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública, y asegura que es un paso hacia la dictadura y la muerte de nuestra democracia, como si no fuera el panista presidente Calderón el que involucró al ejército en tareas de la policía civil y como si en su momento ellos no hubieran defendido hasta la afonía esa estrategia. Los caballeritos del PAN muy sonrientes, deberían ir a la 

tribuna en las cámaras de diputados y senadores, a decir nada más: se los dijimos. Pero su afán no es de opositores sino de oposicionistas y por eso han desperdiciado esta oportunidad de pregonar que el Presidente López Obrador ha adoptado la estrategia de Calderón y declararlo panista honorario distinguido. 

Lo mismo los morenistas (de alguna manera hay que decirles), que olvidan sus implacables diatribas, bramando en mítines y tribunas del Congreso, contra Calderón y la participación del ejército en tareas de seguridad pública… y ahora, con el pudor de la Rompecatres y la Tumbahombres, hacen maromas verbales para defender lo que antes consideraban inaceptable, contrario a la Constitución, peligro para la salud de la república, camino seguro hacia la dictadura. ¿Sí?… pues su Jerarca Supremo, Gerifalte Mayor, Andrés Manuel Trismegisto (tres veces máximo), cambió de “opinión” y se aguantan que para eso son sus incondicionales. 

Cuando el 6 de septiembre pasado, el Presidente aceptó que cambió de opinión y decidió dejar al ejército en las calles, dijo que lo hizo “ya viendo el problema que me heredaron” y eso NO es cierto pues desde antes de ser Presidente lo había decidido como prueba que antes de asumir el cargo, su Plan Nacional de Seguridad 2018-2024, presentado el 14 de noviembre de 2018, indicaba la permanencia de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública. 

Al presentar su Plan suyo de él, se detallaron los ocho ejes de los que dependía su cumplimiento: 1. Ataque a la corrupción (sigue rampante); 2. Garantías de educación y empleo (sin resultados ni acciones); 3. Respeto y promoción de derechos humanos (hasta marzo de este año y desde el inicio del sexenio, 20 mil 342 nuevos casos de prisión preventiva oficiosa, sin sentencia, sin averiguaciones terminadas; sin derechos); 4. Aplicación de una Constitución Moral (no existe, a Dios gracias); 5. Cambio en la estrategia de combate de drogas: prevención y programas de desintoxicación (cero acciones); 6. Modelos que garanticen los derechos de las víctimas (ya más de 130 mil asesinatos, 130 mil familias rotas); 7. Recuperación de las cárceles (siguen como siempre); 8. Nuevo plan de seguridad y creación de la Guardia Nacional (plan, cumplido: repartir abrazos; Guardia Nacional, una farsa: es una parte del ejército con otro uniforme). 

La encuesta nacional sobre Seguridad Pública 2022 del Inegi, indica que en 2021 los delitos fueron 28.1 millones con 22.1 millones de víctimas (500 mil delitos más y 900 mil víctimas más que el año anterior). 

Pero no sea pesimista: lo muy bueno de que le apruebe todo el Congreso, es que el Presidente no tendrá excusa, no se le regateó nada. El fin de este sexenio va a estar de risa.

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