Sr. López
Leticia, Alicia y Luisa -Lety, Licha y Lucha-, eran hijas de tía Pita (tía abuela del lado materno-toluqueño), ancianita que nos daba miedo a los niños porque tenía la boca torcida, de casi morderse la oreja derecha. A Lety, Licha y Lucha nadie las trataba porque habían dado el mayor escándalo de este país, desde la venta de La Mesilla, el asesinato de Madero y la reelección de Obregón, juntos, pues se fueron divorciando, Lety de un tal Pancho, Licha de un Ramón y Lucha del Federico, y en pocos años se fueron volviendo a casar: Lety con el de Lucha, Licha con el de Lety y Lucha con el de Licha: hicieron la sopa con los maridos y los hijos eran entre ellos, hermanos, medios hermanos y primos hermanos. Que por eso tenía tía Pita la boca torcida y por lo mismo ellas estaban proscritas. Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, sí las visitaba y decía que eran divertidas aunque cínicas y sus maridos igual. Hasta Pepe se daba cuenta.
A ver, a ver… ¿de veras el inmenso problema de inseguridad pública que padece el país, se resuelve metiendo a la Guardia Nacional en el ejército?… ¿de veras el ejército está consiguiendo recuperar la seguridad pública?… la respuesta a ambas preguntas es no.
Es inexplicable la aparente fe de nuestros políticos y en especial de nuestros presidentes, en que reformando leyes o creándolas, cambiará la realidad. No, nunca ha sido así.
Los actuales dimes y diretes por la iniciativa presidencial que pretende adscribir operativa y administrativamente a la Guardia Nacional al ejército, es una tontera y una pérdida de tiempo. La Guardia Nacional en los hechos, ya es parte de la Sedena, siempre lo ha sido y cerca del 80% de sus integrantes provienen del ejército.
Por otro lado, la iniciativa priista para prolongar la participación del ejército en labores de seguridad pública, del 2024 al 2028, ha molestado mucho a las dirigencias del PAN y del PRD, aliados del PRI en ‘Va por México’ (que realmente es ‘Va contra AMLO’), sin que mencionen que indudablemente en 2024 la inseguridad seguirá igual si no es que peor, por lo que será necesario (indispensable) que el ejército siga en las calles junto con la Guardia Nacional, no porque estén resolviendo el problema sino porque su súbita ausencia sería desastrosa. Sí está mal que el ejército ande de policía, pero ya está y siendo francos, la Guardia Nacional es el mismo ejército con otro uniforme (la inmensa mayoría de sus elementos son soldados y sus mandos son militares, no nos hagamos tarugos).
Por supuesto se entiende que es necesario ajustar la ley para que esas funciones del ejército sean legales, pero ya durante casi doce años anduvo haciéndola de policía sin ley a modo ni nada y nada pasó. Nada puede pasar. Quiero ver quién es el macho que denuncia ante la Fiscalía General de la República a la Secretaría de la Defensa Nacional por violar el artículo 129 de la Constitución, que reza: “En tiempos de paz, ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar”.
Y eso que dice la Constitución pudiera ser la solución del actual galimatías: que el Ejecutivo declare que no estamos en tiempos de paz, porque no estamos, no al menos en
cerca de la mitad del país mal gobernado bajo la vigilante mirada de la delincuencia organizada, cuando no ejerciendo directamente las funciones de gobiernos municipales; no, tampoco, por los 130 mil homicidios dolosos que van desde el inicio de la presente administración a agosto de este año. No estamos en paz.
Pero es imposible que el gobierno federal recurra a ese medio, declarar a México en guerra, pues lo único sobre el tema lo trata el artículo 73 de la Constitución, en donde se señala que el Congreso de la Unión tiene la exclusividad de declarar la guerra en contra de otra nación y nada dice de una guerra intestina; aparte de que sería un petardazo nacional dadas las muchas y graves consecuencias que tiene, entre otras, el empoderamiento sin restricciones de las fuerzas armadas y el acotamiento de los derechos ciudadanos. Eso no pasará. Qué bueno.
Así las cosas, lo previsible es que sigamos en este masivo hacernos como el tío Lolo, advirtiendo que el tío Lolo en este asunto, es el Presidente pregonando en su mañaneras que la delincuencia va disminuyendo y que su estrategia de abrazos a discreción, da resultados, porque “la paz es consecuencia de la justicia”, dice sin darse cuenta que al decirlo se declara vencido porque nuestro sistema de impartición de justicia es una birria y el de procuración casi igual en casi todo el territorio.
Como usted comprende, este menda no tiene la solución a esto, pero sabe que hay quienes sí saben qué hacer y cómo, y que contra el Estado nadie las puede. Y también sabe que es imposible la existencia de la delincuencia organizada que padece México, sin la complicidad (así sea por omisión), de nuestras autoridades, tan imposible como manejar a la Bimbo o la Coca Cola clandestinamente, porque las bandas de delincuentes tienen muchísimos más integrantes que esas empresas: diversos informes del gobierno de los EU, estiman que la delincuencia organizada en México cuenta con al menos 100 mil efectivos, armados; asústese y también indígnese: eso no puede estar así como que muy escondido.
Al finalizar el sexenio esto no estará resuelto, ni en vías de solución, y nadie pide cuentas al gobierno federal ni a los gobernadores, omisos en la reorganización de las fuerzas policiacas. La estrategia del Presidente es patear el bote hasta el 2 de junio de 2024, fecha de las elecciones, esperando que no pase algo mucho más grave que la ciudadanía le cobre en las urnas. Con tantita suerte lo va a conseguir.
Lo que ahora presenciamos no tiene que ver con recuperar la seguridad, no, el país que ruede y los políticos en su juego de alianzas peculiares, cambios de cachucha, venta de favores y compra de impunidades, todo por una mejor tajada, sin vergüenza de exhibir su promiscuidad política.