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Huir del paraíso / La Feria

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Sr. López 

Tal vez por su edad usted no lo sepa pero en los tiempos del pricámbrico clásico (décadas de los 40 y 50 del siglo pasado), los papás (incluye mamás), recurrían a la violencia física para alinear a sus hijos (incluye hijas). Sí, de jalones de oreja a cueriza compuesta (donde cayera el golpe). Así las cosas, en segundo de Secundaria al primo Emilio le tocó una tanda de leñazos categoría 3 -escala Saffir-Simpson-, porque su maestro mandó recado de que copiaba en los exámenes… ¡así le fue! Al siguiente mes, Emilio llegó con su boleta con todas las materias reprobadas y al iniciar la filípica correspondiente, dijo: -¡Pero no copié! –se voltearon a ver sus progenitores y el papá le dijo murmurando: -Haz como te dé la gana pero pasas año –… y sí, pasó. 

A brocha gorda las promesas torales de nuestro Presidente desde antes de asumir el cargo, fueron tres: erradicar la corrupción (aseguró sucedería el mero día en que se aposentara en La Silla, porque si él era honesto, los demás, también); meter en cintura a la delincuencia organizada (para lo que pidió seis meses; luego un año; ahora, sin plazo porque no es de “enchílame otra”); y disminuir la pobreza, sí, “primero los pobres”. 

Revisemos primero la pobreza: se implantaron programas sociales entregando en mano dinero en efectivo. Bien, pero la pobreza aumentó en millones de personas; según el Coneval tenemos 3.8 millones de nuevos pobres y 15 millones más sin acceso a servicios de salud y ahora hay 10.8 millones de optimistas tenochcas a los que su ingreso no les alcanza para comprar la canasta básica de alimentos: pasan hambre. 

Explicar la pobreza creciente por la pandemia del Covid 19, es una tontería: en América, junto con Argentina, somos el país con menor recuperación económica una vez pasados los peores tiempos de la pandemia y el tamaño de nuestra economía (el PIB) equivale al de 2016, un retroceso de seis años. Si no crece la economía, los pobres son más y serán más pobres. Desde el inicio de esta administración federal, nuestra economía no ha crecido nada, y al revés, ha decrecido, el primer año (sin pandemia), el PIB bajó el -0.2%; el segundo año (con pandemia), cayó el -8.2%; pasada la pandemia, creció el 4.8%, menos de lo perdido. Seguimos en números rojos, por más que el gobierno presuma los datos macroeconómicos. 

Respecto de la delincuencia organizada, esta se refleja en una inseguridad pública agobiante, no ha disminuido ni poco ni mucho. Los homicidios rondan el doble que en el mismo periodo del Presidente anterior y casi el triple que en tiempos del villano favorito del sexenio, Felipe Calderón, al que algunos no pocos ya sienten que extrañan. Si la estrategia de enfrentar a la delincuencia con la fuerza del Estado y toda su potencia de fuego, fue un error, a la luz de los hechos de la terca realidad, parece más equivocado enfrentarlos con abrazos. No a la guerra, muy bien, pero entonces ¿sí a qué?… averígüelo Vargas (diría la doñita Isabel la Católica). 

Mientras nuestro gobierno da muestras de una gran creatividad para negar los hechos, en particular sobre la inseguridad pública, en los Estados Unidos se han encendido muchos focos rojos de alerta. Hay legisladores de allá que claman para que su gobierno nos declare un narco Estado, o un Estado terrorista; no lo hará la Casa Blanca porque no lo 

somos, pero sí hay informes oficiales de integrantes de su Comando Norte (responsable militar de la seguridad en el hemisferio Norte de América), que apuntan a México como amenaza a la seguridad interna de los EUA. Mal asunto. No basta con negarlo. El tío Sam tiene muy pesada la mano y así como detuvieron a un exsecretario de la Defensa Nacional, bien pueden repetir la dosis con otros gallos. No es recomendable confiar en el vecino que nos escrituró el Diablo. 

De erradicar la corrupción da flojera hablar: no ha disminuido entendida como robar al erario y si se entiende que corrupción es todo lo que se separa del respeto a la ley, estamos fatal con un gobierno que asigna a dedo casi todos sus contratos y adquisiciones, contra la ley, y que inicia obras inmensas sin permisos ni licencias completas, al aventón, por los calzones de la autoridad. 

Sin mencionar casos de familiares o colaboradores de altos funcionarios señalados como corruptos, que pueden ser o no ciertos, es desoladora la percepción de la ciudadanía: según el Inegi en su Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental 2021, el 86.3% de la población considera frecuente la corrupción en el gobierno. Casi 9 de cada diez tenochcas simplex, no percibe el fin de la corrupción que pregona el propio Presidente, añadiendo que eso nos ahorró 250 mil millones de pesos que no aparecen reflejados en ninguna cuenta del gobierno, ni como ahorros ni como excedentes. 

A mayor abundamiento, veamos informes internacionales, por ejemplo el de Transparencia Internacional que en 2021, nos pone en el mismo lugar de 2020, el 124 de 180 países evaluados, con la misma calificación que Gabón, Níger y Papúa Nueva Guinea; a todo dar. Y señala su “creciente preocupación por el uso político-electoral en las fiscalías mexicanas, que (…) no son vistas como órganos independientes al gobierno”. 

O la calificación de la OCDE, que para 2021, señaló que “México sigue siendo el país peor evaluado en términos de corrupción de los 38 países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico”. 

Pero el gobierno insiste en que ya no hay corrupción en los altos niveles. ¡Caray!, entonces hay ineficacia y si el precio es tener inseguridad y más pobreza, nos está saliendo muy caro. 

Igual, el gobierno machaca que todo va muy bien. Entonces hay que ir otros datos como el número de personas que dejan el país: 

Informa la oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los EUA, que en 2021, el número de mexicanos migrantes rumbo a su país, aumentó el 899.2%… ¡vaya!, han de ser fifís que quieren dañar la imagen de la 4T, porque nadie en su sano juicio, quiere huir del paraíso.

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