Héctor Estrada
Resulta innegable que garantizar la seguridad y gobernabilidad en San Cristóbal de Las Casas está ya muy por encima de las capacidades del gobierno municipal. El problema acrecentado, que mantiene a la ciudad constantemente en las primeras planas noticiosas del escándalo público, ha rebasado por mucho las posibilidades de atención, combate y acción con las que el ayuntamiento cuenta. En palabras simples, Mariano Díaz Ochoa se ha quedado pequeño ante la magnitud de la situación.
Las imágenes viralizadas este martes 15 de marzo, sobre el enfrentamiento violento en las inmediaciones del mercado José Castillo Tielemans y la gente huyendo por uno de los andadores turísticos ante las detonaciones de arma de fuego, sólo han confirmado una vez más que el asunto está completamente fuera de control.
De poco o nada han servido las promesas y declaraciones desesperadas del alcalde coleto. Sus compromisos públicos, reiterativos, para devolver la paz, el orden y la tranquilidad a San Cristóbal se han quedado en el aire. Y es que, aún sin poner en tela de juicio la convicción de sus dichos, la realidad ha superado por mucho sus buenas o falsas intenciones públicas.
Ha pasado casi medio año de su toma de protesta y las cosas en el municipio que hoy gobierna Mariano Díaz están igual o peor que como las encontró. Y hay que reconocerlo, tampoco es un problema de su absoluta responsabilidad. La violencia e inseguridad en San Cristóbal de las Casas tiene muchos años, gobernantes y seudo líderes sociales detrás.
Por trienios completos se solapó y permitió crecer a grupos de delincuencia organizada, dedicados principalmente a la venta y tráfico de drogas, entre otras actividades ilícitas, que, ocultos bajo caretas de organizaciones sociales, agrupaciones comerciales o grupos de choque, se fueron apoderando de espacios estratégicos hasta secuestrar por completo a la ciudad, y rebasar la capacidad de intervención municipal.
Por eso hoy los grupos delictivos se pasean en absoluta impunidad. No tienen el menor empacho en sacar sus armas en pleno centro de la ciudad, desfilar en caravanas motorizadas armadas por las principales avenidas o asesinar a ciudadanos indefensos en el corazón de la zona turística o comercial. Al final de cuentas, saben perfectamente que sus condiciones pesan y las autoridades municipales están maniatadas, entre el discurso vacío y la incapacidad.
El propio Mariano Díaz Ochoa, a modo de denuncia o excusa conveniente, ha salido a reconocer públicamente que cuenta ya con amenazas de muerte en su contra. Y no son asunto menor. Lo que el presidente municipal necesita reconocer ya es la gravedad del tema y la incapacidad de su gobierno para hacerle frente, a fin de solicitar de inmediato la intervención de los tres órdenes de gobierno para la aplicación de una estrategia conjunta.
San Cristóbal de las Casas requiere urgentemente de la fuerza del estado y la federación; de un plan de limpieza profunda para la desarticulación sistemática de lo grupos delictivos que, valga la pena decirlo, están perfectamente identificados. La principal ciudad turística de Chiapas necesita ser
rescatada del crimen organizado que hoy la tiene secuestrada, para devolverle la seguridad y gobernabilidad que evidentemente sus gobiernos municipales ya no pueden garantizar… así las cosas.