POR: SHEILA GARZA
Los avisos ahora deberían decir: ¡Alto, peligro, mujeres trabajando! Anuncio no sólo en las obras de infraestructura vial o de construcción donde también las del sexo femenino nos hemos puesto casco y botas para operar maquinaria pesada, sino en cualquier modalidad que Usted piense.
Las fechas oficiales establecen que el 8 de Marzo es nuestro día, pero que quede claro, TODOS, absolutamente TODOS son y deben ser nuestros días, sin excepción alguna.
Porque desde que despertamos nuestras actividades relevantes inician al 100, ya sea en el ámbito personal o profesional cumpliendo roles por gusto, por obligación, por responsabilidad, por cultura o simplemente porque si. Lo que debemos valorar y valorarnos.
Lo mismo amas de casa dejan el alma dentro de sus hogares siendo pilares de los mismos y que dedican tres veces más en tiempo que los varones en casa por la cultura machista que todavía establece “reglas”, como profesionistas exitosas en el ámbito en el que desempeñan y cuya participación laboral todavía no compensa ni equilibra sueldos, espacios, categorías o puestos de renombre.
El trayecto ha sido largo, muy largo. Ha costado tiempo, esfuerzo, lágrimas y sacrificio abrirse paso en los caminos que antes estaban cerrados para nosotras porque estábamos impuestas a lo que dictaba la sociedad en su momento. Antes pocas mujeres rompieron esquemas pero fueron el precedente que alentó a darle duro y picar piedra para ganar derechos, espacios, libertades, audiciencias e incentivos adicionales.
Tristemente, México es un país con datos y cifras poco alentadoras en varios aspectos que todavía marcan una brecha enorme y una diferenciación que nos preocupa, que podríamos cuestionar y que deja mal parada a la sociedad en la que vivimos.
Según datos de la Organización para la Cooperación y Desarrollo (OCDE) nuestro país tiene la segunda menor tasa de ocupación laboral de la población femenina con un 48 por ciento, 14 por ciento menos del promedio que maneja este organismo de las demás naciones en el mundo.
Cifras del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) establece que de las 51 millones de mujeres mexicanas, menos de la mitad forman parte de la población económicamente activa, de este último bloque el 29 por ciento tiene empleos informales y el 11 por ciento trabaja como servicio doméstico, lo que infiere menos paga, nulas prestaciones sociales, pocas garantías laborales y más baja calidad de vida.
Lo peor aún, la OCDE manifiesta que las mujeres mexicanas trabajadoras devengamos salarios 34 por ciento más abajo que el de los varones. ¡Ni parejo, ni equiibrado!. Menos si se trata de mujeres cabezas de familia de las que depende la vida, el alimento, la vestimenta y la educación de los hijos porque los padres están ausentes por la razón que Usted quiera (viudez, separación, pleito legal, decisión propia, etc).
Las mujeres somos las expertas en ventas porque no queda de otra o porque es una forma más de ayudar y ayudarnos con la economía familiar. Análisis revelan que casi un 12 por ciento de las mexicanas se dedican a las ventas por 6 razones básicamente: la falta de oportunidades y de empleos, por no desatender el hogar, porque sus parejas les prohíben trabajar, por apoyar con los compromisos y gastos, porque no les alcanza y por gusto.
Ocupar espacios en la iniciativa privada, con puestos directivos y de altos rangos también marca grandes diferencias, la balanza es 3 a 1 para estar en la Alta Dirección u ocupar un lugar en las juntas directivas.
Sobre los espacios en la Administración Pública, aún y a pesar de las nuevas Leyes impuestas que obligan a la equidad SI hay lugares ocupados por mujeres, más son insuficientes comparados con las listas de nóminas laborales que se firman. Se leen más nombres de varones en los Directorios de Funcionarios Federales, Estatales o Municipales.
Cada vez somos más mujeres conscientes de lo que valemos y representamos claro está, pero aún falta mucho para avanzar otro tramo. La aceptación y la competencia entre nosotras mismas y con el género opuesto sigue dándose por lo que hay que igualar caminos pero esforzarse el doble.
No se trata de competir, se trata de emparejar la cancha, se trata de hacer valer derechos ganados, se trata de ser justos por lo que se trabaja.
Es cuestión de respetar, es cuestión de dar a quien lo merezca, sean mujeres o sean hombres, ambos géneros deben echar a andar la maquinaria para que se trabaje mejor en función de calidad de vida.