Juan Carlos Cal y Mayor
Contra toda su voluntad el presidente López Obrador tuvo que dar marcha atrás en el nombramiento del historiador Pedro Salmerón, también fundador de Morena, no por las críticas de feministas algunas afines a la 4t que lo acusaron de acoso sexual, sino porque el gobierno de Panamá a través de su canciller Érika Mouynes, no otorgó la venia de su gobierno al citado personaje.
De acuerdo a la Convención de Viena, que rige las relaciones diplomáticas entre estados soberanos, el estado acreditante deberá asegurarse de que la persona que se proponga acreditar como jefe de la misión ante el Estado receptor ha obtenido su asentimiento, lo cuál en este caso no sucedió. Incluso el Estado receptor no está obligado a expresar al Estado acreditante los motivos de su negativa a otorgar el asentimiento.
El hecho de que el presidente de por sentado que sus nombramientos tienen que ser aceptados sin antes haber agotado el procedimiento que establecen los propios manuales de protocolo, es un error en este caso también imputable al canciller Marcelo Ebrard. De eso devino además la pifia de acusar de “inquisidora” a la diplomática panameña como si se olvidara por ratos que el presidente no puede dar órdenes en otro país.
Por si faltara más y sin decir otra vez “ni agua va”, propone ahora nombrar a Jesusa Rodríguez muy cuestionada por carecer de formación profesional y sobre todo por sus proclividades personales de las cuales hace gala en las redes sociales y que hoy recirculan profusamente. Es de esperarse que con buenos oficios diplomáticos México no se arriesgue de nueva cuenta a otro rechazo. Ya salieron voces en Panamá de un expresidente reclamando el ninguneo de que su país es objeto.
Más allá de eso, diplomáticos de carrera mexicanos ya levantaron la voz para reclamar el que nuestro servicio exterior deje de servir como premio de consolación a políticos y militantes de partido, como lo señaló Martha Bárcenas quien fuera embajadora de México ante Estados Unidos, cargo al que renunció recientemente para anunciar su jubilación como diplomática de carrera. Y fue más lejos al decir que se estaba “chavizando” al servicio exterior en clara alusión al ex dictador venezolano Hugo Chávez.
Otro diplomático más, quien además ejerce el periodismo desde hace décadas, Agustín Gutiérrez Canet, también levantó la voz para criticar el desaseo de Ebrard y la falta de profesionalismo en los nombramientos que ha hecho este gobierno. Recuérdese a la periodista Isabel Arvide que estuvo acudiendo a las mañaneras para llorarle al presidente y lograr, sin ningún mérito, que la hiciera cónsul de México en Estambul, Turquía.
No es la primera que sucede, hay que decirlo. En los gobiernos panistas se hicieron algunos nombramientos como el de Francisco Barrio, exgobernador panista de Chihuahua en Canadá; o el de tres panistas nombrados consecutivamente como embajadores de México ante España. También se nombró a Ricardo Pascoe Pierce, militante de la izquierda, como embajador en Cuba. Tampoco se trata de que el servicio exterior secuestre en exclusiva para sus funcionarios esos cargos, sino que el perfil de los candidatos propuestos por el ejecutivo, reúnan un mínimo necesario para llevar a buen puerto nuestras relaciones con otros países.
Militar en un partido no debe ser un obstáculo para poder desempeñar eficientemente un cargo diplomático. Lo que se debe entender es la institucionalidad con la que se debe regir nuestra política exterior. México se ha ganado a lo largo de la historia un enorme prestigio por su política de neutralidad basada en la doctrina Estrada. Su política de asilo como el caso de los refugiados españoles o la viuda de Salvador Allende, Doña Hortensia Gussi, le ha granjeado una reputación que ha sido reconocida en el concierto internacional.
El ex rector Juan Ramón de la Fuente nos representa ante la ONU, lo cual no fue cuestionado por nadie en nuestro país dada su destacada trayectoria como académico. Lo mismo pasó con Jesús Seade quien fue un factor clave en la renegociación del T-Mec, fue postulado por México para dirigir la OMC (Organización Mundial de Comercio) lo cual no se pudo lograr, para después ser nombrado como embajador en China, cargo que actualmente desempeña sin cuestionamiento alguno.
No se trata de obstaculizar o cuestionar todas las decisiones del presidente que está en todo su derecho de nombrar a quien considere pertinente, sino de evitar el desaseo para no crear más frentes que los que de por sí ya tiene.