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Aquellos lodos / La Feria

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Sr. López

Tía Cata (Catalina, lado materno-toluqueño) se casó jovencita con tío Tomás, que le caía regular a la familia. Se divorciaron después de 15 años, cuando ella tenía 32 de edad y estaba como la lavadora General Electric de la abuela Virgen, modelo “de Luxe”. Volvió a incurrir en matrimonio con un tal Arturo que tenía la sangre más pesada que el plomo. Pocos años después, tocaron a rebato las chismosas de la familia -hasta quinto grado de parentesco-, cuando se supo que la tía Cata había botado a su segundo esposo y estaba de amante de planta del primero (-Para la iglesia, siguen siendo marido y mujer -explicaba la abuela). Cuando falleció tío Tomás, la tía era como Europa, señora mayor, pero todo mundo la quería recorrer (fue guapota hasta que murió, mérito grande en esos tiempos sin cirugías plásticas de todo, maciza, buche y nana). Este menda ya grande, le preguntó cómo había estado eso de que había vuelto con su primer exmarido y con tono aburrido explicó: -“El segundo, Arturo, se encargó… si me enojaba yo, él me decía que nomás me acordara de cómo me había ido con Tomás, que si comparaba le debería yo besar las manos; si estábamos contentos, vuelta a lo mismo “con el Tomás no fuiste tan feliz”; si faltaba dinero, que me acordara de las penurias con Tomás; si sobraba, que no se me olvidara que Tomás lo malgastaba; bueno, hasta en los “momentos de esposos” -señora de otros tiempos, hablaba con pudor, no como ahora que se habla de todo con desparpajo de médico legista-, entre bufidos repetía, “nomás compara, nomás compara”… y bueno, sí, acabé comparando y lo mandé al diablo”. Tan, tan.

No vaya a ser que La Patria -la señora de toga de la portada de los libros de texto gratuitos-, haga como tía Cata a fuerza de oír a los señores que están transformando al país (se solicita información), echar pestes de los anteriores gobernantes usándolos como coartada a su ineficiencia y explicación de los males y sus tropiezos actuales. No vaya a ser. (Por cierto ‘echar pestes’ no tiene nada que ver con la peste, sino que es la evolución del término ‘pésete’, que significa ‘juramento, maldición, execración’, como se anota en el Diccionario de Autoridades de 1737 -volumen V-, como bien sabemos todos).

La otra estrategia, negar lo que va mal, proclamar triunfos inexistentes, solo da resultado con los turistas extranjeros en el país, pues los que integramos el gallardo peladaje nacional, bien sabemos las que estamos pasando.

De veras qué mal tino: si la gente se queja por la inseguridad rampante y porque hay cadáveres regados por el país como confeti después de una posada, se nos recuerda que es resultado de la injusticia social implantada por los que gobernaron hace 30 años; si se les reprocha la opacidad sospechosa de las compras y contratos de gobierno, aluden de inmediato a que en el viejo régimen informaban menos que el Vaticano (que no rinde cuentas a nadie desde hace 2000 años); si la gente protesta por la insuficiencia de servicios médicos, contestan con la relatoría de los males propiciados por el Seguro Popular (se solicita información), y nos restriegan en la cara todos los hospitales que ya terminaron de construir (todos iniciados por los malos de antes, quede dicho).

Y lo que está bien de la economía, los datos macro, los presumen sin mencionar que siguen respetando los criterios de política económica de esos neoliberales merecedores de siete hogueras. Pero de lo que está mal, inflación y desempleo, eso viene de fuera. ¡Ah, bueno!

Azorados ante la enorme dificultad que es gobernar a este país, sorprendidos de que no es mágica la banda presidencial, extrañados porque las órdenes del Ejecutivo no se transforman automáticamente en hechos consumados; enfurruñados porque el Congreso de “borregos”, resultó ser un hato de mulas; enfurecidos porque no era cierto que los gobernadores eran sus mayordomos… y asustadísimos por sus pifias, se empezaron a curar en salud desde el inicio de su gobierno. “Ténganme paciencia” es el mantra presidencial.

Para azoro nacional, en lo que la tenían regalada, el combate a la corrupción, tampoco dan resultados. Parecía que iban a tener que ampliar cárceles para alojar a los corruptos idos y no, se les ofreció una amnistía rara y desde Iztacalco el 2 de mayo de 2018, quien iba a ser y es Presidente, lo dijo clarito: “(…) va a haber garantías para que no sean perseguidos. No somos rencorosos (…)”. Oiga, mi buen ¿y aplicar la ley sin rencor, no?: ¡NO! Está bien… era pregunta.

Se gobierna injuriando pero en los hechos sin tocarle un pelo a la más destacada élite de poderosos e influyentes de siempre, algunos de ellos dueños de fortunas que despiden un fétido tufo; encima, han tomado acuerdos y hecho pactos con lo más hediondodel sindicalismo de América Latina; y en paralelo, espantan inversionistas con sus dichos y sus iniciativas sin futuro pues aun y cuando consigan se las apruebe el Congreso, contravienen los acuerdos comerciales que el país tiene firmados y son de cumplimiento obligatorio… creyendo que nadie nos damos cuenta que es otra coartada -burda- para tener, ¡otra vez!, a quien señalar como culpable de su estreñimiento de resultados. ¡No nos dejaron!  

Y también se gobierna poniendo en la agenda pública temas y asuntos de la menor importancia, que inflaman a los medios de comunicación, haciendo como que no existen cuestiones de la mayor gravedad, como el documento del Foro Económico Mundial de Davos, que ayer se hizo público, en el que informan de los cinco factores que preocupan respecto a México: proliferación de actividades económicas ilícitas; estancamiento económico prolongado; crisis laboral; desigualdad digital (?)… y riesgo de colapso del Estado. Estos de Davos no son santos pero son muy importantes y así nos ven. Mal, muy mal. 

Nada que presumir, señores transformadores. Mejor aplíquense a gobernar sin dar razones para que del extranjero nos vean como una birria… y dejen de hablar de espantos, no todo son polvos de aquellos lodos.

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