Guillermo Ochoa-Montalvo Querida Ana Karen, Mira, sucede que Olga nació de un teclaso —de máquina de escribir o de piano alemán, es lo mismo—, nació del juego culposo de dos; de una borrachera de los sentidos bajo la madrugada fría de la sierra del Soconusco con aroma a café y cacao recién preparado; nació de la simple urgencia de dos por sacarse […]