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Visión de estado / A Estribor

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Juan Carlos Cal y Mayor
El país esta enfrascado en disputas estériles. Urge que el presidente de la república no se enganche en ellas y se coloque por encima con una visión de estado. Tiene la legitimidad para lograrlo. La misma noche en que se conoció el resultado en las urnas, sus adversarios en la contienda reconocieron su triunfo en un gesto de civilidad política.
El virtual presidente electo mandó un mensaje a la nación en el que dijo textualmente: “Agradezco a todos lo que votaron por nosotros y nos han dado su confianza para encabezar este proceso de cambio verdadero. Expreso mi respeto a quienes votaron por otros candidatos y partidos.” Al mismo tiempo llamó “a todos los mexicanos a la reconciliación y a poner por encima de los intereses personales, por legítimos que sean, el interés general”. Para muchos mexicanos se daba vuelta a la página. Las campañas quedaban atrás. La virulencia de los debates, los señalamientos entre los adversarios eran a partir de ese momento cosa del pasado.
Es importante destacar que Amlo elogió a los medios de comunicación: “Fue ejemplar la pluralidad y el profesionalismo de la prensa, la radio y la televisión. Los medios de información no fueron, como en otras ocasiones, correas de transmisión para la guerra sucia. También mi gratitud a las benditas redes sociales”.
Ahora sin embargo las cosas han cambiado. El respeto a quienes votaron por otros candidatos y partidos, derivó en diatribas y adjetivaciones. La visión del México plural y el derecho al disentimiento nos ha colocado desde la retórica oficial, en dos polos opuestos que se repelen el uno al otro. La “pluralidad y el profesionalismo de la prensa” ahora se clasifica entre la prensa buena, objetiva, profesional y la prensa mala, fifí y conservadora.
Es necesario recordar en el mensaje emitido a la nación, la palabra: “Habrá libertad empresarial; libertad de expresión, de asociación y de creencias; se garantizarán todas las libertades individuales y sociales, así como los derechos ciudadanos y políticos consagrados en nuestra Constitución”. Pero parece por ratos que eso no esta sucediendo. A los periodistas que lo critican no los bajan de chayoteros, reaccionarios, falsarios, hipócritas y conservadores. Ejercer el derecho a la libre expresión conlleva un riesgo. Los fieles seguidores de la 4t aderezan esos calificativos con toda clase de improperios y hasta amenazas. Y el horno no está para bollos. La violencia persiste en el país, pero no se trata de delitos del orden común, sino de ejecuciones por parte de grupos criminales.
El presidente no es culpable pero si responsable de enmendar la situación por heredada que sea. Más que discutir o cuestionar las cifras y enfrascarse en pleitos, el presidente debería de colocarse por encima de ellos y llamar a la unidad del país. Seguramente distensaría el ambiente político. Ganaría un tiempo valioso para enfocar sus esfuerzos a identificar y combatir a grupos criminales.
El presidente esta convencido de que la violencia tiene su origen en  la desigualdad social y la corrupción. El sanbenito se lo ha colgado a la política neoliberal, madre de todos los males que aquejan al país. Apuesta a que 20 millones de mexicanos reciban apoyos económicos directos y que eso los alejará del fantasma de la violencia.
Es difícil saber a ciencia cierta si la estrategia arrojará frutos positivos. Pero mientras eso sucede el presidente necesita una tregua para ganar tiempo e invertirlo en una adecuada instrumentación de la guardia nacional que además fue aprobada por una mayoría en el congreso. Aunque muchos muestran incredulidad en la eficacia de esas medidas, todos deseamos vivir en paz. Nadie desea, señor presidente que su gobierno fracase, como ha señalado recientemente. Si fracasa usted, perdemos todos.

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