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Vestir santos / La Feria

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Sr. López

 

Decían que tía Olivia de joven, fue la toluqueña más guapa en la historia de la entidad. También decían que se quedó solterona por caprichuda. Ya casi con la fecha de la boda encima, ella seguía poniéndole condiciones al novio: que dejara de peinarse para atrás (aceptado); que dejara a sus ‘amigotes’ (aceptado); que no usara botas (aceptado); que jamás volviera a beber cerveza, porque le apestaba la boca (aceptado); que aprendiera a jugar canasta, para hacer el cuarto con su mamá y sus dos hermanas (aceptado); vivir en casa de los papás de ella (aceptado); ‘cohabitar’ (¿sí entiende, verdad?), solo para encargar bebé, ya encargado, abstinencia absoluta: no hubo boda. La gente es chismosa, se supo y no hubo más pretendientes. Ni modo.

 

Todo o nada… pues, nada. En política hay propuestas que no se hacen, una es esa. Claro, hay veces que se dice, cuando se tiene el juego ganado y el otro sabe que le toca tragar ‘todo’.

 

Lo normal en política es convenir, pactar, acordar: negociar (en el mejor sentido). Así es nuestra especie, las cosas se arreglan cediendo algo para ganar algo, nunca se abre tanto una puerta que no se pueda volver a cerrar, ni se cierra tanto, que no se pueda volver a abrir. Acercarse al otro tanto como sea posible, para que el otro se acerque cuanto pueda sin humillarse ninguno. El ‘todo o nada’ es autocrático, idioma de rufián: ¡la bolsa o la vida!

 

Nuestro Presidente en el asunto de reconcentrar en la federación los servicios de salud, no tiene el juego ganado con los gobiernos estatales que no aceptan el Insabi, por varias razones, legales y de hechos.

 

Legalmente porque en la reforma de la Ley General de Salud (publicada en el Diario Oficial de la Federación el 29 de noviembre de 2019), dice clarito que los gobiernos de los estados son autoridades sanitarias (artículo 4, fracción IV); que ellos organizan y operan la prestación de los servicios de salud (artículo 13, sección B, fracción I); que el servicio universal gratuito de salud lo presta la Secretaría de Salud federal junto con los gobiernos estatales (artículo 77 bis 2. Primer párrafo)… y de remate, la Ley, como la acomodaron en noviembre pasado, dispone que corresponde a la Secretaría de Salud federal “impulsar la desconcentración y descentralización de los servicios de salud” (artículo 7 fracción III); o sea: reconcentrar bajo los sacros chones presidenciales los servicios de salud del país, vía Insabi, es contra la Ley.

 

Para mayor RIP, la Ley tal y como la modificaron, dice que los servicios universales gratuitos de salud, son el conjunto de acciones de la Secretaría de Salud federal y los gobiernos estatales (artículo 77 bis 2. Primer párrafo). Y para que nadie diga que no entendió, aclara en el segundo párrafo de este artículo 77, bis 2, que la Secretaría de Salud federal y el Insabi se encargarán de dar el servicio de salud universal y gratuito, “(…) cuando así lo haya pactado con las entidades federativas (…)”. La amenaza presidencial de pichicatearles el dinero para salud pública a los estados que no le firmen la entrega de los servicios de salud al Insabi, contraviene la Ley. Ni modo. Ahí para la otra.

 

En el terreno de los hechos, el principal es que los nueve gobernadores que no quieren tragarse enterito lo del Insabi, no le deben nada y no le tienen miedo. Varios, casi todos, dijeron que sí le entraban pero con algunas condiciones, razonables, nada esperpénticas, pero el Presidente los recibió en Palacio Nacional el martes pasado, y les dijo que todo o nada, sin condiciones, enterita y sin gestos. Y lo mandaron a volar (unos pidieron garantía de pago de las nóminas del sector; otros dijeron que sus entidades le han metido mucho dinero a hospitales y equipo y no es cosa de nomás regalar lo ajeno al gobierno federal, por ejemplo).

 

Se trata de Javier Corral, de Chihuahua (PAN); Francisco Cabeza de Vaca, de  Tamaulipas (PAN); Martín Orozco, de Aguascalientes (PAN); Carlos Mendoza, de Baja California Sur (PAN); Diego Sinhue Rodríguez, de Guanajuato (PAN); Enrique Alfaro, de Jalisco (MC); Miguel Ángel Riquelme, de Coahuila (PRI); Silvano Aureoles, de Michoacán (PRD), y Jaime Rodríguez, el Bronco, de Nuevo León (independiente).

 

En Chihuahua hay 2.7 millones de electores, según el INE; en Tamaulipas, 2.7 también; un millón en Aguascalientes; poco más de 510 mil en Baja California Sur; en Guanajuato son 4.3 millones de tenochcas con credencial para votar; en Jalisco, son 5.9 millones de electores; en Coahuila, poco más de 2 millones; en Michoacán, casi 2 millones; y en Nuevo León, 3.9 millones. Como ve, se trata de más de 24 millones de electores. Ellos lo saben. El Presidente lo sabe. Ahora, usted.

 

El padrón electoral nacional suma arribita de 89.3 millones de ‘credencializados’. No es de despreciar el casi 27% de electores. Nueve entidades que si se lo proponen, le pueden hacer un boquete en mal lugar a Morena en 2021… y hablando de Morena, ¿cuál Morena, cuál partido, cuál movimiento, cuál ‘plataforma’?… Morena es un puñado de personas en todo el país: Andrés Manuel López Obrador y sus verdaderos y leales seguidores, no el muégano que es el ‘partido’, de gente de convicciones, muy decente y bien intencionada, claro, pero también trepadores, vivales, ladrones y oportunistas, sí.

 

Morena es hoy un saco de gatos y a ver cómo quedan cuando se cansen de pelear. Por lo menos están los grupos de doña Polevnsky; Bertha Luján; Mario Delgado; y el senador Monreal. Por oficio y callo, Monreal y sus huestes de una manera u otra, van a ganar porque si no ganan, se van a acordar que Morena los necesita, no al revés.

 

En 2021 estarán en juego miles de cargos de elección popular, 500 diputados y 15 gobernadores; con la inseguridad agravándose, la economía en retroceso, la salud pública en jirones con miles de furiosos afiliados al IMSS, más 50 millones del Seguro Popular que pasaron muy contrariados al Insabi y nueve estados ardiendo de rabia, Morena puede quedarse como las señoritas de antes, a vestir santos.

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