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Venezuela en el espejo / A Estribor

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Juan Carlos Cal y Mayor
 

De la caída o supervivencia del régimen venezolano depende en buena medida el destino de muchas de las democracias del mundo occidental incluida la nuestra. No me gusta equiparar el caso de Venezuela con México, porque sigo creyendo que nuestro país es una democracia mientras que la de Venezuela es todas luces una DICTADURA así con mayúsculas. Y no de ahora , sino desde que Chávez optó por perpetuarse en el poder aprovechando la popularidad de su gobierno. Fue en el momento en que los precios del petróleo escalaron a precios históricos más allá de los 100 dólares por barril.

 

Poco a poco, el liderazgo carismático de Chávez lo fue transformando en un engendro embriagado de poder que aprovechando la bonanza petrolera, construyó un andamiaje de electores  que comían de su mano gracias a la implementación de apoyos sociales que gozaban, por obvias razones, de un amplio respaldo popular.  Como cuando López Portillo anunció en pleno auge petrolero  que México debía prepararse para la abundancia. El desenlace fue una grave crisis económica. El gasto excesivo del gobierno disparó la inflación y devaluó al peso mexicano. Hubo fuga de capitales. Se expropiaron los bancos.

 

Hugo Chávez, se pronunció por modificar la constitución ampliando el periodo de gobierno de 6 a 7 años y permitir la reelección indefinida. No es cierto, como ahora afirma Maduro que el Chavismo haya ganado todas las elecciones. La modificación constitucional proponía convertir oficialmente a Venezuela en un estado socialista. Los estudiantes salieron a las calles para exigir un referéndum que Chávez perdió por un mínimo de diferencia. El comandante se reeligió una vez más. Ya afianzado de nuevo en poder, dio un golpe definitivo a la democracia. Desmanteló instituciones y se hizo del control del organismo electoral. Para matizar el socialismo que comenzó a enarbolar, lo llamó socialismo del siglo XXI. Vino resultando una justificación para instaurar un régimen autoritario. En su egolatría, Chávez se propuso eliminar todo lo que se opusiera en el camino. Se dijo acosado por el imperialismo yanqui. Exaltar el nacionalismo fue una herramienta poderosa para mantener respaldo popular.

 

Para ese entonces era un dilecto ahijado del régimen castrista. Se apoderó del PVDSA, la compañía petrolera, despidiendo a más de 900 empleados para tener el manejo absoluto y discrecional de todos los ingresos petroleros. Borró de un plumazo la autonomía del Banco Central. Expropió empresas al por mayor provocando el exilio de toda la clase empresarial. Desapareció los canales de televisión y los periódicos que criticaban a su gobierno. Incrementó excesivamente el gasto militar para constituir una milicia que protegiera a su gobierno ante cualquier intento de subversión. Persiguió y encarceló a líderes opositores. Instaló una persecución sistemática contra todo tipo de manifestaciones. De no ser porque el cáncer que lo llevó a la tumba, se hubiera convertido en uno de los dictadores más longevos en la historia latinoamericana.

 

La democracia no es sólo ganar elecciones. Eso no da derecho a aplastar a los opositores, ni encarcelar o reprimir. Las democracias significan división de poderes. Respeto a la libertad de expresión y los derechos humanos fundamentales. Democracia es también el respeto a las minorías. El presidente no es el estado, sino las instituciones. Y es el estado, a través de las instituciones, quien deber hacer prevalecer la ley y proteger las garantías individuales.

 

Como nunca segundas partes fueron buenas, Maduro ha devenido en un émulo fracasado en su también intentona de perpetuarse en el poder. Las elecciones fueron un simulacro. Con algunas excepciones, ha puesto a la organización de estados americanos en su contra, la Unión Europea y a ellos se han sumado por fin los Estados Unidos que se habían mantenido al margen por primar sus intereses como uno de los principales compradores del petróleo venezolano.

 

Preocupa por eso la postura de quienes defienden en México al bufón dictador diciendo que Venezuela es una democracia. No es propiamente la opinión de nuestro presidente, quien sustenta su postura en el principio de no intervención. No aplica el respeto a la autodeterminación. Preocupa pensar que crean que ganar elecciones sea suficiente para hacer lo que se les venga en gana… Así no. 

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