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Veneno con etiqueta / Galimatías

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Ernesto Gómez Pananá para Intersticios Radio

En octubre del año pasado, se votó y aprobó en la Cámara de Diputados una reforma para modificar el etiquetado de alimentos y bebidas procesados. Me refiero a la Norma Oficial Mexicana 051 con la que se modifica la forma en que se etiquetan los empaques de alimentos y bebidas procesadas que excedan los niveles de calorías, azúcares añadidas, grasas y sodio establecidos por la Secretaría de Salud, es decir, prácticamente todo lo que podemos encontrar en la estantería de un tendajón de barrio o una tienda de conveniencia.

Esta situación, es sabido, representa un reto de fondo para nuestro país: no obstante nuestros niveles de pobreza y marginación, somos el segundo país más obeso del planeta según un estudio de la OCDE publicado en 2015, solo detrás de los Estados Unidos. Esto, más allá de solo afectar a personas en su cotidianeidad y en su esperanza de vida, impacta en las finanzas públicas pues atender a cada vez más personas con efectos de la Diabetes Mellitus demanda cantidades de dinero descomunales: hoy día, la diabetes mellitus cuesta a México arriba de 4 mil millones de dólares según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición.

El desafío, históricamente, ha padecido del mismo defecto: estrategias centradas en la atención a la enfermedad y no en la prevención temprana de una pandemia que supera en víctimas al cáncer o al narcotráfico. Los datos son en verdad espeluznantes.

En 1980 fallecieron a causa de esta enfermedad, 14,626 personas. Para 2016, esta cifra llegó a 105,574. Creció casi ocho veces y se convirtió en la segunda causa de muerte en nuestro país.

En la actualidad, según la Federación Mexicana para la Diabetes:

85% de los mexicanos piensa que, debido a su estilo de vida actual, en el futuro padecerá diabetes.

Nueve de cada diez casos diagnosticados con DM se relacionan con sobrepeso y obesidad y tres de cada cuatro habitantes mayores de 20 años en nuestro país padecen sobrepeso.

El problema tiene al menos dos perspectivas, ambas millonarias.

De un lado lo arriba expuesto. Son 10 millones de personas padeciendo la enfermedad actualmente en México y muchos millones más malalimentándose y encaminados inevitablemente a padecer la enfermedad y casi fatídicamente a morir por complicaciones derivadas de la misma a costos financieros altísimos para el paciente, para su familia y para todo el sistema de salud pública.

Por otro lado, hablamos de intereses igualmente millonarios: los productos que ofrecen Bimbo, Marinela, Nestlé, Coca cola y Pepsi, Sabritas, Gamesa, Barcel tendrían que ser tratados como se trata a los cigarros. Los alimentos chatarra hiper calóricos y elaborados con cargas de azúcar para todo un regimiento, que además a mediano y largo plazo son veneno, debieran ser presentados como tal y no acompañados de tigres aventureros o con jóvenes triunfadores disfrutando de la vida. Veneno envuelto en celofán que nos cuesta muy caro: Hace falta una estrategia multidimensional en la que la prevención de la salud sea el eje y una de sus aristas principales sea la educación nutricional, mientras que se obliga a los productores de alimentos chatarra a mejorar sus productos o al menos a advertir claramente al consumidor de las consecuencias de ingerir esa clase de alimentos. Hace falta también un gobierno valiente que meta en cintura a Chester Cheetos y a los guardias del emperador de chocolate -que por lo demás ni es chocolate-.

Oximoronas. Tres reos -narcos de relativo peso, ex colaboradores de El Chapo y casi en extradición- escapan por la puerta principal del Reclusorio Sur de la Ciudad de México, a bordo de una camioneta oficial que aparentaba trasladar a un preso al hospital. Terrible. Lamentable. La corrupción corroe. Solo con complicidad interna pudo darse una fuga con este nivel de “eficiencia”.

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