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Un brindis por Alvarado / Índice

Un brindis por Alvarado / Índice
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         + Entre copa y copa se acaba mi vida…

        + Un bohemio de afición…

        + “El Gallo Rojo” y  “Las Varillas”…

+ “Los Gansos” y “Las Palomas”…

+ “Nigua”, “Güicho Monchi” y “Los Canates”…

 

                            Ruperto Portela Alvarado

 

         Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.- “Dicen que soy borracho/ que no valgo nada/ que vivo soñando/ pero el mundo no sabe/ las penas amargas/ que sufro llorando.// Dicen que soy borracho/ que voy por el mundo/ como alma perdida./ Si bebo es por mi gusto/ y a nadie le importa/yo vivo mi vida”.

         Bueno, no es pa´ tanto y como dice mi mujer; “solo sos bohemio de afición”, porque: Sé qué bebo/ sé qué fumo/sé qué juego,/ en la vida como en el amor./ Sé qué soy un egoísta, inconsciente,/ prepotente en la vida/ como en el amor”. Pues asegura José José que en su vida como la mía: “he rodado de allá para acá/ fui de todo y sin medidas/ pero te juro por Dios/ que nunca llorarás/ por lo que fue mi vida”.

         El “Santo Trago” mata lentamente, y yo no tengo prisa porque la vida se va dando sola y nadie tiene un destino asegurado, más que la muerte. Por eso anduve de arriba abajo/ de abajo arriba”, como la canción de Mike Laure, ya que visité cantinas que muchos no conocieron en aquel tranquilo y bullanguero pueblo heroico generoso puerto de Alvarado.

         Creo que la primera piquera que visité en mis años mozos acompañando al “Mochilongo”, Mario Ramón Ramón –y sin tomar una sola cerveza, lo juro— fue en el barrio de la fuente, en la cantina de Hesiquio Tágano“Bocho” y luego “Las Varillas” de Juvencio Chávez y más adelantito estaba otra piquera de puro aguardiente, propiedad de José Trijio Valencia, a la que nunca llegué. No podría ser de otra manera pues a los 13 años ya trabajaba como mesero en la cantina “El Gallo Rojo” de mi tío Ángel Portela Sánchez, que también era tienda, venta de carne de puerco y chicharrones.

En esa cantina de “Bocho” se bailaba al son de la rockola, melodías como “Cero 39” y “Mazatlán” de Mike Laure, donde la “Múcura” servía las cervezas y bailaba contorneando su delgado y delicioso cuerpo. Pero en el devenir histórico, dicen que en Alvarado solo había dos cantinas…con registro por supuesto y esas eran: “Los Gansos” que creo siempre fue propiedad de “Chema Roqueque” y “Las Palomas” que regenteó por muchos años Luis Güicho Ruiz y, donde aseguran que fue donde se echó sus primeros alipuses el que fuera párroco memorable de Alvarado, don José Luis Rodríguez Pretelín.

Estas dos clásicas cantinas que tenían sus respectivas barras, su espejo y sus casilleros para las botellas, mesas y sillas con respaldo de alambre y figuras,  estuvieron siempre en el boulevard Juan Soto. Más adelante, frente al atracadero de la panga, funcionó por mucho tiempo el famoso “Reprisse” que en una corta etapa se llamó la “Mojarra”, siendo propiedad del actor René Muñoz, quien la inauguró con la presencia nada menos que de la escultural Talía.

Abro un paréntesis para recordar a René Muñoz, un hombre de talento, histriónico y de un gran corazón que abrazó a Alvarado y los alvaradeños con toda devoción. Se preocupó por todos y disfrutó su residencia en este hermoso pueblo de gentes gentiles que también lo apapacharon y fueron recíprocos con él en respeto y cariño. Merece todo un reconocimiento póstumo.

Parece trivial recordar cuántas cantinas había en Alvarado, pero es de singular trascendencia porque son “centro de revitalización espiritual” que no deben faltar en un pueblo, como tampoco un cura irreverente, un loco, un poeta y una prostituta, como lo consigna en su libro: “Un Son que Canta en el Río”, del gran Blanco Moheno o el extraordinario Juan Rulfo en su “Llano en Llamas”. Aunque, de eso está lleno el mundo más civilizado.

Recuerdo muy lejanamente la cantina de “Nigua” a la subida del cerro del barrio de Belén que eran puros barrancones llenos de yerba y zacate. Me parece que mero por donde está la casa de mi compadre Nacho Ramón Zamorano, “El Avión” –en la calle Morelos– estaba esa cantina que recibía todo tipo de parroquianos, de los que solo recuerdo a “Marejera”.  Eran tiempo de los “chingadazos de aguardiente” que costaban todavía 20 centavos o quizá ya un peso.

Por ese rumbo del Barrio de Belén, a la vuelta de donde vive mi amigo “El Loco Cano” (Reyes Cano Santos), también operaba la famosa cantina de “Los Canates” que era punto de reunión de pescadores y “embarcados” de alta mar y pesca de camarón. Recuerdo la piquera de don “Güicho Monchi” en la calle Aldama, por donde hoy está la cantina “El Avispón” de mi amigo Carlos “Colita” Reyes Hernández y en la esquina de calle Ignacio de la Llave, frente a la gasolinera de Julio Yunes, su papá –que también le decían “Colita”—  tenía una tienda que ese llamaba “La Morena”.

Queda también el recuerdo de las que fueron tradicionales casas de citaque regentearon por mucho tiempo, “La Güera Caco” allá por el lado norte de la calle Matamoros o la de “Doña Nicolasa” que se encontraba merito enfrente del hospital. Seguramente hubieron otras que no están consignadas en la historia mundana de Alvarado, pero ya habrá quien las recuerde.

Ya ni qué decir del burdel “La Curva” que fue la “escuela de iniciación sexual” de muchos de los jóvenes de nuestra época y que se localizaba a la salida del pueblo que hoy es casi el centro de la población. En ese lugar se construyó un Oxxo y enfrente las oficinas de Autobuses de Oriente, ADO.  “El Monterrey” que era de Rito Rosas, estuvo mérito enfrente del parque “Miguel Alemán Valdez”, al final de la calle Madero, contra esquina de lo que hoy es la marisquería de “El Capi”. También es de viejos recuerdos la cantina “El Querido” que estaba en la esquina de Netzahualcóyotl y Galena, donde acompañé a mi padre Celedonio Portela Sánchez a tomar unas chelas con el matador de toros “El Curro Rivera”. Claro, yo con mi natural refresco.  Esa es la historia soterrada que nadie cuenta y que tiene muchas anécdotas que hacen revivir los recuerdos.

Yo sé que muchos de los que leerán esta apología del vicio no se acuerdan de las cantinas que estaban a la salida de Alvarado, en la mera curva hacia Veracruz conocida como “La Caja de Pescado” que le llamaban así porque era un inmueble construido de madera en forma cuadrada o “El Gran Chaparral”que tenía una imagen del viejo oeste. Fue una tradición ir al “Metro Cuadrado”(en esquina de Morelos y Bravo) a echarse unos farolazos “para desahogar el alma” con su propietario “Luis Lupita”, cuyo nombre de pila era Guadalupe Ochoa Ruiz, hermano de “Chico Ochoa”.

No menos agradables fueron las viejas cantinas de la rivera Juan Soto, como “El Embudo” y “El Canal de Suez”; “El Puerto Pirata” que estaba en la esquina de Juan Soto y Madero, que fue administrado primero por Enrique Santiago Valerio, hermano de Serafín al que le decíamos “Fin” cuando corríamos las carreras  parejeras. Después lo tuvo a su cargo Martín Sánchez, quien tenía un apodo muy grotesco. Es inolvidable la cantina de “Tío Gundo Palacios” que después atendió por mucho tiempo el extraordinario beisbolista, “Tilo Palacios”, abuelo y tío, respectivamente de mi amigo y director de “El Quijote de Alvarado”, José Ángel Palacios Martínez y William Mario Adrián.

Ahí en el boulevard también hubo una cantina, al costado del ahora banco HSBC. Era una casa de corredores entre el callejón donde tuvo su sastrería y alquiler de bicicletas, Jaime Vidal y un señor al que le decíamos “El Cabezón”que luego él solo se pasó a la calle Llave, frente a Lorian´s –que creo así se llama el supermercado—donde siguió confeccionando pantalones, reparando y alquilando bicicletas.

Fue tradicional y famoso aquel agregadero de “beberecuas”  conocido como “El Azulito”, que se encontraba aledaño al zócalo, abajito del billar del mismo nombre, que después fue convertido en la discoteca “Cebras”. El billar era punto de reunión de los estudiantes de secundaria (1966-67) para aprender y jugar carambolas, pero más pool y piña. Ya cuando éramos jóvenes de 17 o 18 años, nos juntábamos para tomar cervezas, mis compadre Nacho “El Avión”, Manuel “La Burra”, Sotero Silva y a veces Gastón Blanco Ruiz, entre otros de los que me acuerdo de aquellos buenos tiempos.

En el barrio de la Trocha al final de la playa se hizo muy popular el restaurante-bebedero de “Vichí” (Luis Juan Gómez Portugal), hermano de “Pedrito el de la Luz” que también le decían “El Chivo” y de “Teresa La Chiva”; donde, además de vender chelas, pescado y mariscos, hacía unos chapos de jobo y de guanábana como para chuparse los dedos. Después vino la competencia con el restaurante que pusieron Ricardo Tiburcio y Felipa Enríquez que heredaron a su hijo “Toño Mamailla” y su esposa Tila. Y como era negocio y buen lugar para vender chelas y mariscos, también puso su restaurante “El Ricamito”, que en su conjunto, en la Semana Santa, eran obligados a visitar.

Paso Nacional tuvo su guarida para los aficionados al jaibol, unos viejos y otros jóvenes como su servidor que nos deleitábamos con un chapo de limón, de guanábana, de cacahuate o hasta de “chile mirapariba”, que nos preparaba la inigualable y siempre bien recordada, doña Mary, “María Pompón” (María de los Ángeles Sánchez Figueroa) quien había heredado el negocio  y el apodo, de su marido Alfredo González Padrón, hermano del “Viejo Peluquero”.  Ahí nos refugiábamos mi compadre Manuel Rascón Arano, “La Burra”; Ricardo Padrón Almeida, “El Burro”; Oscar Luis Ruiz Valerio, “Quilí”; mi hermano Cecilio Portela Alvarado “Chilo”; José Sotero Silva Herrera, José María Tiburcio, “ChemaEl Águila Descalza”; Uribe Cruz Pacheco y muchos más que andábamos de enamorados por esos lares.

Al final del relato, aunque no eran cantinas, si se convertían los viernes o los sábados por la noche en bebederos de trago y bailes populares que hicieron historia; la explanada del Puerto Piloto, la calle de la Termo (a la bajada del parque deportivo), el famoso “Tomatito” en Nezahualcóyotl, entre Galeana y Ocampo donde tenía su puesto de frutas y verduras “La Felipona” y la histórica “Perrera Municipal”, detrás del Palacio.

Hoy las cosas son diferentes porque los centros de reunión para “chupar”son menos tradicionales, pero ya con su fama y clientela, como “El Avispón” de mi amigo Carlos Reyes Hernández, “Colita”; “El Yankee Stadium” que regenteaba el ex beisbolista y reconocido pitcher, Tobías Zamudio Almeida, “Tecate” y que al ser vendido el local, pasó a otra administración.  El billar “La Riviera Alvaradeña” que dirige el amigo Roberto –familiar de Quilí y Pablo Valerio, del que no recuerdo sus apellidos– ya se volvió indispensable para los jugadores y aficionados al pool, pero sobre todo de carambolas de tres bandas, de los que hay muy buenos exponentes en Alvarado. “La Corona” a cargo de “Doña Eva”, pero que me dicen es propiedad de Margarita Barcelata, donde te atienden a cuerpo de rey y te preparan la botana que gustes si llevas lo que quieres comer, ya es un ícono de cantina alvaradeña.

 No hay que olvidar la tradición del restaurante cantina del viejo Chico Muñoz “Pelo de Tuza” que heredó a su hijo a Juan “Chico Muñoz” junior que ha hecho del “Museo” (ya remodelado) un lugar  para comer el tapado de pescado o camarón; el arroz a la tumbada y el chicharrón curtido con unas tortillas “recienacidas. Pero, claro, con su variedad de cervezas y el tradicional chapo de jobo. Contra esquina le pusieron, en esa calle de Netzahualcóyotl e Ignacio Ramírez, “La Palapa de Mauricio” que sirve un platillo de mariscos a la veracruzana “que no tiene madres” y si quiere seguir metiéndole al trago, enfrente de Chico Muñoz hay (había, pero por una balacera, la quitaron) una cantina de muy bien ver.

Ni modos, se qué bebo/ se que fumo/ se qué juego hasta en el amor/se que soy un egoísta, inconsciente/ en la vida como en el amor. Pero por favor, no me critiquen por este pequeño error de la vida, pues soy un bohemio de afición… RP@.

Con un saludo desde la Ciudad del Caos, Tuxtla Gutiérrez, Chiapas; tierra del pozol, el nucú, la papausa y la chincuya.

Si deseas contactarme: rupertoportela@gmail.com

Celular: 961 18 8 99 45.

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