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Toda comodidad / La Feria

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Sr. López

Filosófico estás, dicen que don Quijote dijo a Sancho; y que este contestó: es que tengo hambre (la realidad es otra: entre las dedicatorias de la primera parte del Quijote,  Babieca -el cuaco del Cid-, le dice a Rocinante: -“Metafísico estáis”  -y la cabalgadura del Caballero de la Triste Figura, responde: -“Es que no como”).

 

Y sí, parece que no hay muchos casos de pensadores entre la aristocracia de antes y ahora entre millonarios (con las excepciones de siempre); pero, a mayor alarma: de unos años para acá (no tantos), lo ligero se presenta como norma forzosa y lo frívolo, de buen gusto obligatorio.

 

Por supuesto  corresponde esta superficialidad vital al sector que tiene la vida resuelta, arriba de la clase media (real “media clase”, esa en estado de permanente angustia patrimonial), pues con necesidad de encontrar chamba o con agujeros en los zapatos, es muy difícil plantearse ser metrosexual, “hipster”; y ya más grandecito, cómo degustar un Châteauneuf-du-Pape, o identificar a golpe de vista un bolso Louis Vuitton pirata.

 

A esa casta de exquisitos, la gente seria o dada a reflexiones -cosa de por sí incómoda-, en el mejor caso les merece indiferencia, pues sus conversaciones sentenciosas, exhiben su condición de muertos de hambre, ralea indudablemente capaz de pasar la vida usando ropa de poliéster, hibernando con el Johnnie Walker etiqueta roja -o el “Bacacho” blanco-, que ni sospechan lo indispensable del Chivas 25 años, el Macallan 1947, la ropa de lino y seda (de marca, pero-por-supuesto, muy visible), los relojes de colección y dominar la preparación del daiquirí “banana frozen”.  

 

La ligereza parece haber cundido. Por supuesto cada quién está muy en su derecho de escoger si se toma las cosas en serio (clasificación social: “de güeva”), o si vive conforme a los cánones de la “gente bonita”, esa que si no heredó, gana dinero (jamás de empleado, ¡por favor!), chueco o derecho, sin distinguir entre lo mal habido y lo ganado con el sudor de la frente (primer síntoma naco, andar sudando por dinero), y en todo caso tiene más de lo suficiente como para no reparar en la existencia de nadie cuyo su primer coche haya sido un Nissan usado o peor, un Vocho.

 

Nada tiene que ver esto con la frivolidad culta de señores como Alfonso Reyes o Salvador Novo, ni con la humorística ligereza de Ibargüengoitia, que hacían sonreír -y pensar-, con observaciones que iban de lo cínico a la crítica social y desde lo leve se zambullían en lo trascendental. Serio no es sinónimo de aburrido ni alegre es semejante a insustancial ni fútil.

 

Tampoco tiene relación alguna con la tenue actitud ante la vida de adolescentes y jóvenes tiernos, que más cerca de la infancia que de la adultez, chacotean con todo. Que gocen, ya se les echará encima la vida y ¡ay de ellos! si no pertenecen a la clase social planta “pent house”.

 

Es parte esencial de la actitud ingrávida ante todo -para los integrantes de esta realeza de lo “trendy”-, mostrar interés por lo que esté de moda aparentar interés. Un día, lo mal que lo pasa en el zoológico de Buenos Aires un oso polar (¡escandalazo en redes sociales!), pero igual, siendo mexicanos, pueden mostrarse consternados por la inminente desaparición de las auténticas tradiciones del Tibet; o en un extremo comprensible y muy justificado, “subir” a la red comentarios iracundos contra el cineasta Steven Spilberg por la foto que alguien puso en Facebook, exhibiéndolo “junto al dinosaurio triceratops que cazó”, sin caer en cuenta que era de plástico pues esa especie desapareció hace más de 60 millones de años (y pidieron siete hogueras para él, por “asesinar” un animal en riesgo de extinción: pifia masiva rigurosamente cierta).

 

Estos ingrávidos y gentiles, abrazan las causas de actualidad: la defensa de lo indígena (fotografiado, en museo y con vino de honor), la preferencia por Frida Kahlo (en póster), el más febril ecologismo (con cuatro autos propios), el feminismo que naufraga en mujerismo, el aborto “ad libitum” (mi cuerpo es mi cuerpo), el consumo de comida orgánica (?), el antibaquismo a ultranza (fumando marihuana), y la apología de cualquier práctica sexual que sea entre adultos y consensuada…. ¡ah! y sin saberlo ellos, esencial sin duda para pertenecer de pleno derecho a ese estrato, es ser arribistas, eso sí, que los de a de veras se distinguen sin darse ellos cuenta, y su elegancia les es tan natural que son sencillos.

 

Tiene otro factor común esta comalada de mexicanos a la moda: discutir asuntos nacionales es de pésimo gusto. Entendámonos: hay temas locales que sí tratan, por ejemplo: el estado que guardan las nalgas de la señora Alejandra Guzmán; o las andanzas de la #LadyProfeco, la #LadyPanteones, el intento de atropello de la Fifa a la honorable porra mexicana y los “memes” contra políticos de moda, pero lo demás, no. Hablar de cosas como la urgencia de fomentar la cultura y atenuar el culto al deporte, es de mal gusto, “mata fiestas”, “mala onda”… y una “güeva”, ya quedamos.

 

Si alguien de entre ellos se atreve a comentar la tragedia de los menores de edad migrantes, el atraso creciente de nuestros indios (sí, indios… majadero usted que cree que es insulto), el incremento del índice de suicidios entre adolescentes, o las condiciones de trabajo asimétricas de la mujer, despacharán el tema rapidito y difícilmente lo vuelven a invitar.

 

Así, por un lado los muy jóvenes (y algunos no tanto), absortos en compartir fotos de lo que se están comiendo, tomando “selfies”, y tecleando insaciablemente en el Ipad; y por el otro, los que ya tienen edad (y no tanto), comiendo raro, bebiendo caro -hasta el embrutecimiento-, compitiendo en impresionar “valets parking”, pagando fortunas por ropa que no les queda, pandos de autosatisfacción, sin grandes molestias van dejando pasar el tiempo y dejando que otros construyan la realidad que tarde o temprano se les plantará enfrente (casi siempre encima).

 

Y mientras, la clase política nos administra el futuro, con toda comodidad.

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