Home Columnas Tener madre / La Feria

Tener madre / La Feria

Tener madre / La Feria
0
0

Sr. López

 

Como es largo de contar, no se lo cuento, pero los abuelos paternos de este López, los de Autlán de la Grana, Jalisco, criaron junto con sus hijos y como hijo, a un sobrino de la abuela Elena, el tío Beto, tipo alto, de buena hechura, ojos zarcos, pero sordo del oído derecho y con la mandíbula desviada -un poco nomás- hacia el lado opuesto; no espantaba, pero se le notaba. Ya grande supo el del teclado que ambos defectos eran por cortesía de la abuela Elena, quien, enterada que tío Beto, casi recién casado, le había puesto una severa cachetiza a su esposa, mandó por él y sentados a la mesa del comedor, solos, le preguntó sin alzar la voz, si era cierto (era), y el por qué (que la había visto platicando en la calle con uno que había sido antes su novio, de ella, claro… en estos tiempos hay que aclarar); y la abuela sin aspavientos ni comentar más, se levantó, fue a la cocina, regresó con el sartén grande y el tío Beto cayó como bulto del sartenazo que le puso la abuela en la cabeza. Ya de regreso de la botica donde le armaron como pudieron la cara, la abuela le aclaró ya calmada: -Déjala si quieres, pero no la toques –y santo remedio.

 

Ayer se celebró el Día Internacional de la Mujer y no sé usted, pero a este su texto servidor, todo el día le supo la boca a centavo. Me explico: está requetebien celebrarlo pero es como burla el entusiasmo políticamente correcto de autoridades, representantes de entidades públicas y privadas, prensa, radio y televisión. Es como burla… porque al mismo tiempo y con motivo del festejo, lo que cunde son los chistoretes contra la mujer.

 

A caminar se enseña andando, decía la misma abuela. Sería mucho mejor que, al menos en nuestro país, en lugar de “celebrar” un día al año a “la mujer”, nuestro Congreso legislara como fraude salarial penado con multa (cara) y cárcel, el pagar sueldo inferior a la mujer por serlo; sería mucho mejor que se legislara que en las solicitudes de empleo y exámenes de selección, se prohibiera pedir nombre, sexo y estado civil (con anotar el número de la credencial del INE, basta para identificar de quién son los papeles), para que se contrate a las personas por sus capacidades, sean del sexo que sean; sí, sería mucho mejor que se dejara de permitir en nombre de los “usos y costumbres”, tanto maltrato, abuso y limitación de derechos a las mujeres; que se desarticularan todas las bandas dedicadas a la explotación de mujeres; que se regulara con verdadero rigor la disimulada explotación que es la pornografía y la “publicidad nalga”, tan agobiante (hasta para vender maquinaria pesada: chamacas ligeras de ropa o sin ropa, por hambre, por droga, por vicio, por muchas cosas, todas abusivas contra la mujer)… y que la violencia doméstica se persiguiera de oficio, no por querella, que muchas mujeres soportan los malos tratos sin denunciarlos, precisamente por miedo (como tío Ricardo al que su esposa le reventaba la boca y le puso cejas de boxeador, que también hay de eso); y a veces al denunciarlos, la autoridá’ se ríe de ellas, no hace nada… a veces.

 

No predica las bondades de la violencia verbal ni física este junta palabras, pero el método del sartenazo a veces pareciera de obligatoria observancia (tía Toña, otro día le cuento, con la plancha ardiendo le marcó para siempre una nalga a su esposito, y le advirtió cuando salió del hospital: -La próxima vez, mejor me matas… porque te has de quedar dormido y a ver dónde se me ocurre ponerte la plancha -de las de Autlán también y también santo remedio). Pero, igual, la violencia no es recomendable (¿a todo esto: dónde están los varones, padres, hermanos, primos, de las mujeres golpeadas?… es pregunta que no niega la infinita casuística de estas cosas).

 

Tampoco predica el del teclado, que la mujer por serlo, es una buena persona: hay de todo, claro (la prima Edelvina… bueno, no, mejor no le digo, luego anda contando todo), pero lo innegable es que el abuso habitualmente es del hombre contra la mujer, con una excepción espantosa: la mutilación genital a niñas y jovencitas, que usualmente -casi invariablemente-, es efectuada por mujeres.

 

La ONU estima que actualmente hay 120 millones de mujeres que ya fueron sometidas a esa tortura, a las que se suman tres millones más por año; nada más en Mali el 75% de las mujeres sufren semejante aberración, sin ningún anestésico ni condición sanitaria, a lo bruto, con navajas, vidrios, cuchillos de cocina y no son raras las muertes por infecciones.

 

Ya quisiera uno que se pusiera de acuerdo todo el planeta para erradicar semejante barbaridad, a cualquier precio… pero, no, todo queda en bateas de babas y prohibiciones inútiles, mientras se sigue practicando en muchos países de África, Asia, algunos de Europa -¡sorpresa!-, y en la comunidad (tribu) emberá: costa del Pacífico de Colombia, oriente de Panamá y el noroeste de Ecuador. Y por cierto: entre los islamitas es una rareza; no es cierto que el Islam la promueva ni practique, donde lo hacen es por tradición que ya existía antes de Mahoma, se trata de una campaña iniciada desde ya saben dónde, desde ya saben cuándo, para hacer que el Islam sea equivalente en el imaginario colectivo a “las fuerzas del mal” (el tío Sam es absolutamente amoral cuando de sus intereses se trata y algunos consorcios de la industria del petróleo, también).

 

De regreso al tema: se entiende el origen remoto del abuso del macho sobre la hembra, allá, en la época de las cavernas, antes de la domesticación del fuego; y también se entiende que no es poco lo que se ha avanzado en esto en pocos años (algo más de un siglo), pero falta mucho, mucho, y por eso existe el honorable feminismo y hasta el mujerismo más absurdo, que no desaparecerán hasta que no se respeten igual los derechos de todas las personas. Todas.

 

Una última cosa idea, no se vaya a molestar, pero ¿quién educa a los patanes que abusan de la mujer?, porque supone uno que sus papás y sus mamás algo les deberían enseñar… ¡y sus mamás!, porque deben tener madre.

LEAVE YOUR COMMENT

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *