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Su rancho / La Feria

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Sr. López

 

Seguro está este menda de haberle comentado sobre el maestro de Educación Física (El Perro Gómez), autonombrado entrenador de futbol de la escuela modelo Auschwitz (“Domestikationslager”), en que trituraron la infancia a este López que ni olvida ni perdona. La práctica del futbol era una obsesión del Perro Gómez, quien entrenaba a su estilo equipos para los campeonatos intercolegiales de la Ciudad de México de aquél tiempo: correr alrededor de la cancha hasta el desmayo de todos los de cada equipo y luego, explicaciones en el pizarrón, demostrando la imposibilidad de perder ningún juego (“Uno” la pasa a “Cinco”, que la filtra a “Diez” y remata rasito al poste: gol; el portero despeja de aire, “Ocho” mata de pecho, la retrasa a “Seis” que da pase elevado a “Nueve”: remate de cabeza y gol. En el pizarrón fuimos varias veces campeones; en la cancha dábamos pena ajena: no iban a los partidos ni los papás, para no pasar vergüenzas. El Perro Gómez, premiaba el esfuerzo del equipo -formado frente a él-, con regañadas que nos echaban el pelo para atrás… y más vueltas a la cancha. Y pensar que no hay Infierno.

 

El 2 de julio de 2000, el Pejehová ganó la única elección que ha ganado en su vida, la de jefe de Gobierno del Distrito Federal con el 37.75% de la votación, lo que lo pone en su real dimensión: es el candidato del PRD que menos votación ha obtenido en la capital del país, 10.34% menos que Cárdenas; 8.62% debajo de Marcelotzin; y 25.83% menos votos que el CdMancera, quienes ganaron respectivamente, con el 48.09%, el 46.37% y el 63.58%, todos muy por encima del 37.75% del Pejelectoral.

 

Antes, el Pejeremías fue candidato a Gobernador de su estado natal, Tabasco. En 1998 consiguió el 20.9% de la votación (alegó fraude, claro); volvió a buscar el gobierno de Tabasco en 1994, obtuvo el 38.7% de los votos (y alegó fraude… ‘tá bueno). No es cosa de dudar de la laboriosidad de los mapaches tricolores: seguro le hicieron trampas (todas las necesarias), pero cuando don Pejecutivo ganó el gobierno del entonces D.F., también operaron en su contra los mapaches y ganó… ¿sabe por qué?, porque ganó (sabio el del teclado).

 

¿Cómo es posible que no haya conseguido ser Gobernador de su estado?… ¡ah! para eso debe usted recordar que en enero de 1983 el gobernador de Tabasco, Enrique González Pedrero (señor serio), nombró al Peje, presidente estatal del PRI y le encargó cuidara el cumplimiento de los “POAS” (Programas Operativos Anuales, que eran los de las obras de los municipios). Al Peje tricolor se le ocurrió crear más de 1,600 “comités seccionales” para vigilar a 17 alcaldes (poquito exagerada la cosa), logrando tan buenos resultados que González Pedrero, ocho meses después -el 16 de agosto de 1983-, le quitó la presidencia del PRI y lo nombró Oficial Mayor del gobierno estatal, cosa que no le gustó el Peje, quien mejor se fue de Director de Promoción Social del Instituto Nacional del Consumidor en la capital del país. Cinco años después apareció como candidato a Gobernador y así le fue; lo volvió a intentar en 1994 y le repitieron la receta.

 

En resumen: el Pejeremías ha sido candidato cinco veces y solo ha ganado una. En 2006 compitió por la presidencia de la república y obtuvo el 35.29 % de la votación (es más que posible que los hiperactivos mapaches hayan tenido algo que ver en esa derrota, mucho más que posible); pero, explíquese usted cómo, a pesar de eso, en su segunda vuelta para Presidente, haya conseguido menos votos: el 31.57% (que equivale al 20% del padrón electoral)… la reacción natural de la gente, es a favor del candidato del que el ánimo colectivo está convencido que se la robaron… ¿sí?, pues no, que a la gente tampoco se le olvida el plantón en Reforma ni el daño enorme que causó a los que no le hicieron nada y a lo mejor hasta votaron por él.

 

El asunto es que 2018 no es 2006 ni 2012 (le digo: sabio el tecladista), pero la cosa otra vez está igual: en las encuestas y pronósticos, el Pejecutivo ya trae en la bolsa la presidencia de la república. Y otra vez, empieza a cometer errores. En las otras vueltas fue no tratar con la prensa, no ir a los debates, ofender al Presidente de la república (“¡Ya cállate chachalaca!”); y afirmar que la elección era un trámite en el que iba a derrotar a “la mafia del poder”, hiciera lo que hiciera.

 

Ahora, de nuevo convencido de que ya ganó (cuando ni las campañas han empezado formalmente), suma a sus habituales pleitos con hermanos de sangre, instituciones y personas, al ejército nacional; da una amnistía anticipada a “la mafia del poder”; ofrece estudiar un perdón general (como sanación sacramental), a la delincuencia organizada; asegura que va a dispersar por el territorio nacional a las entidades y dependencias federales que se asientan en la capital del país; que “revisará” los contratos ya otorgados por Pemex a las transnacionales; que suspenderá la construcción del nuevo aeropuerto… y que él, solo él, es capaz de acabar con la corrupción.

 

Y encima de eso, retaca su partido con personas ajenas a su ideología, enemigas de sus seguidores, junto con algunos de los más selectos ejemplares de esa “mafia del poder”, que dice que tanto detesta.

 

Todas esas cosas vistas aisladamente, pueden parecer anecdóticas. Sumadas, se traducen en pérdida de votos y seguidores.

 

Agregue usted a la ensalada que don Pejecutivo, está en su techo de preferencia electoral (si las encuestas fueran rigurosamente ciertas), sin lograr arañar el 40%, sin que se note aun el efecto que tendrá en los números la participación de Margarita Zavala o el afamado Bronco, que algo de voto jalarán, no del Peje, démosle eso a su favor, pero sí del voto de castigo en contra del PRI, que va a tener cuando menos otras cuatro maneras de votar en contra del tricolor.

 

Si la aritmética no hace un malabar modelo Trump, el PRI con sus aliados, tiene un piso de voto cercano al 30%, Anaya bajará en cuanto la señora Zavala pueda hacer campaña y no se asombre si el Peje se va a su rancho.

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