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Simón y Cristóbal / Galimatías

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Ernesto Gómez Pananá para Intersticios Radio
A mis 12 amables lector@s que preguntaron por esta entrega que, como la justicia -o los campeonatos para el Cruz Azul-, llega tarde pero llega.

Sandra de los Santos. Gracias por Intersticios Radio. Gracias por tu complicidad.


Después de Bolivia viene Colombia: la semana pasada, Bogotá vivió protestas sociales que llevaron al gobierno a decretar el toque de queda -primera vez en los últimos 40 años- en Cali, una de las tres ciudades donde se concentra la inconformidad. Las otras dos, Bogotá y Medellín.
¿Los motivos de la protesta? Molestia por decisiones de política económica, persistente corrupción y asesinato de activistas pro derechos humanos y líderes indígenas. Nada nuevo ni en Colombia, ni en el continente, ni en el planeta. Tan solo durante el año que lleva el presidente Duque al frente del ejecutivo en aquel país, más de 100 líderes sociales han sido asesinados.
A diferencia de Chile o Argentina, la causa de los miles de víctimas -personas muertas o desaparecidas- en Colombia no fue un dictadura militar. Aquí la causa fue el narcotráfico que al paso de los años llegó a intervenir en otros planos, especialmente en política, donde financió candidatos, amenazó políticos y pactó con una parte de la guerrilla colombiana, hecho que hizo todavía más compleja la ruta hacia una paz integral.
El proceso de enquistamiento de los cárteles de Cali y de Medellín, asociados a la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia fue largo y efectivo: hace no mucho tiempo -cuando México no daba el paso al frente para encabezar esta estadística- el verbo “colombianizar” era sinónimo de violencia, tráfico de estupefacientes y negocios ilícitos: 20 mil muertos en 30 años.
El año 2016 fue importante para aquel país. Se llevó a cabo un plebiscito en la búsqueda de la reconciliación. El resultado fue en muchos sentidos inesperado y asombroso. En un empate técnico, el electorado se inclinó mayoritariamente por no validar los acuerdos de paz con la guerrilla. Eran años de desgaste y de impotencia. De rencor acumulado. Los colombianos y colombianas anhelan la paz pero el perdón no se da en automático.
El entonces presidente Juan Manuel Santos decidió que había que ir adelante y reformuló lo mínimo necesario en el marco de la votación para validar los acuerdos de paz. Hoy, el narcotráfico y la guerrilla -y desde luego la sangre que inevitablemente traen ambos actores de la mano- ya no son el principal problema de Colombia.
Hoy, los desafíos de la tierra de García Márquez se alinean a los de sus vecinos y ponen a ese país en efervescencia. La mecha encendida contagia. Los problemas son los mismos: ambición por el poder, corrupción y negocios ilícitos de algunos pocos. Pobreza, falta de oportunidades y violación de derechos y libertades para otros muchos. El neoliberalismo demuestra con crudeza sus insuficiencias y se agota, el problema es que no tenemos claro lo que sigue: es posiblemente el espacio para que América Latina desarrolle modelos propios. Sin neoliberalismos salvajes, sin reelecciones de ningún color. Modelos más horizontales, más inclusivos, más colectivos y sensibles.
Oximoronas. Trump deja ver que si darán a los cárteles del narcotráfico mexicano tratamiento de terroristas. Este es el mayor reto de México frente a EEUU en décadas. El chantaje por la ola migrante y la amenaza de cargas arancelarias extraordinarias palidecen frente a la posibilidad de que Trump se crea con derechos para que sus tropas puedan operar abiertamente en nuestro país. A huge challenge.

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