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Seriedad y decencia / La Feria

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Sr. López

Se reportan emisiones masivas de bilis entre la población mexicana, porque las declaraciones en Brasil de Luis Alberto de Meneses Weyll, exdirector de Odebrecht en México -quien dijo haber entregado 10 millones de dólares a Emilio Lozoya-, no le supieron ni a melón al abogado representante del señalado (que no acusado). Y, sí, es como tirar un puño de confeti a la cara de un boxeador peso pesado.

 

Ese es uno más de los riesgos de los testimonios a cambio de reducción de penas: un procesado por cosas muy graves está dispuesto a cantar ópera, mascar vidrio, bailar en lumbre. Aparte de que no hay modo de saber si no pidió las transferencias de dinero a su patrón, diciendo que eran para un gallo del palo de hasta arriba en México… y eran para él mismo. Imposible saberlo. Lo que se sabe es que está procesado por corrupto.

 

Además, no olvide que la realidad verdadera y la verdad jurídica, no siempre coinciden. La primera es lo realmente sucedido; la segunda, lo realmente probado. Y más nos vale a todos que la ley se aplique sobre los hechos probados.

 

Lo triste es que los delitos de cuello blanco de alto nivel, sean tan difíciles de probar, por ser cometidos por el sector menos estúpido de la delincuencia. Gente acomodada, con estudios y postgrados, empleos de ensueño y sueldos de delirio, que se maneja en las esferas más selectas de la sociedad (¡aaagh!), cuando hace algo chueco, no tiene prisa y sí piensa.

 

Si a un malandrín con la barriga pegada al espinazo le ofrecen cien mil dólares: los pide en efectivo y pregunta a quién hay que matar; hace el “trabajo”, estrena botas, se compra una camioneta, se pone una parranda de dos meses y acaba preso.

 

En cambio: a un alto funcionario o empresario le plantean un asunto ilegal de diez millones de dólares, lo estudia sin prisas (no tiene hambre ni agujeros en los zapatos), consulta un abogado de la crema y la nata, lo asesora un despacho de “outsourcing”, le diseñan una estrategia. Acepta la transa y entonces:

 

Le crean una o más sociedades en algún paraíso fiscal (no son más que carpetas en el archivero de un Notario en Luxemburgo o en Nuaru, Micronesia, en medio del Pacífico, 11,567 habitantes), de ahí, abren una cuenta de banco en Suiza o Panamá (o en cualquier otro de los no pocos paraísos fiscales: Liechtenstein, Mónaco, Samoa, Islas Marshall, Macao, Islas Vírgenes… métase a San Google y se va a llevar una sorpresa).

 

Luego, el señor de alto pelaje y pocos principios, pide su “mordida”, “moche”, “entre”, “propina”, “tajada”, “comisión”, mediante transferencia electrónica (números, nombres de “empresas”), que ya confirmada, se “dispersa” (electrónicamente) por su “outsorcero” de confianza, entre otras cuatro ó  40 cuentas de banco, a nombre de cuatro ó 40 empresas también falsas… o ninguna; y finalmente, empieza a llegar el dinero a cuentas de banco en nuestro país, abiertas a nombre de muertos (se hace; en la banqueta del Registro Civil de CdMancera le dan información y en algunas oficinas de Hacienda, también), o de ejidatarios que viven en medio del desierto de Altar, Sonora, y se usan para hacer pagos y retiros o retrasmitir a cuentas locales (para los que son muy desconfiados o les gustan las emociones fuertes, también hay servicio de entrega a domicilio, en efectivo, de un golpe; nada más que eso es más caro).

 

No escribió Cervantes lo de que: “Vinieron los sarracenos y nos molieron a palos, que Dios ayuda a los malos cuando son más que los buenos” (es una copla anónima, de las que llaman “de ciego”, otro día le cuento), pero guarda una gran verdad:

 

Los gatos petacones, los de alta escuela, son prácticamente intocables, es casi imposible ligar sus nombres con los dineros mal habidos. Con mucha suerte, la autoridad bloquea las cuentas y los malosos pierden el dinero, pero de eso a que se jale del hilito y lleguen al gargantón del caso, es casi nula la posibilidad, aunque haya testigos, porque no hay un solo documento que los implique. Humo.

 

En este caso concreto: ¿cree usted que aparezca el nombre de don Lozoya en alguna cuenta o empresa fachada?, no, de ninguna manera. El mismo acusador, Meneses Weyll, afirmó a los fiscales en Brasil: “No tengo conocimiento del destino final de los recursos pagados a Emilio Lozoya”. Tan tan.

 

¿O cree usted que va a aparecer un video con Nuvia Mayorga, secretaria de Finanzas del CEN del PRI durante la campaña de Peña Nieto, recibiendo cajas de huevo llenas de billetes?… no, estos no son brutos que mandan así el dinero en avionetas de Veracruz a Toluca. Créamelo.

 

¿Puede ser calumnia contra don Lozoya?… puede. ¿Por qué?, porque está muy cerca de Peña Nieto y es a él -junto con todos los suyos y el PRI-, a quienes quiere pulverizar el imperio global del capital. Ya obtuvieron lo que querían, ya estorban. Encima: el PRI en esta vuelta ratificó que su destino desde 1970 es fallarnos, decepcionar siempre y con cinismo, dar razonadas sinrazones. ¡Ya!

 

¿Qué fortalece esta versión?: que ya se sabía desde hace mucho el asunto (el 31 de mayo pasado concluyó el plazo de reserva de las confesiones establecido por la Procuraduría General de Brasil), y no retumbó en la primera plana de los diarios nacionales… hasta que fue la hora oportuna: el parto del Uber-PRI que permite la candidatura de un no priista a la presidencia de la república, modificación indispensable solo para tener calentando brazo a un posible sucesor no tricolor.

 

Esta jugada trapera no se habrá de aclarar dado el calibre de los que salpica (entre otros a Felipe Calderón, vea El Universal del 3 de marzo de este año), solo se trata de mantener duro el golpeteo en prensa: ningún peñanietista se queda en Los Pinos, el PRI como tal, tampoco. Por los rumbos de Hacienda soplan vientos muy favorables (el Pejehová sufre).

 

No es mala noticia. José Antonio Meade no será político de profesión, pero es inteligente talla extra grande, es gente decente y señor serio.

 

Y eso, precisamente eso, es lo que nos hace falta en el gobierno: seriedad y decencia.

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