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Rajoy y Rajón / La Feria

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Sr. López

 

Como bien sabe usted, los abuelos materno-toluqueños de este menda, don Armando y doña Virgen (se llamaba Virginia y quedó en ‘Virgen’ con todo y sus siete embarazos), estuvieron casados 57 años, de los que no se hablaron los últimos 50. El matrimonio terminó por falta absoluta del abuelo (que es como se refiere pudorosamente nuestra Constitución -artículo 84-, a la muerte del presidente). Su funeral fue al estilo de la familia: en la casa, todos serios, cero llantos (excepto tía Beatriz, ella lloraba por todos), y cero rezos cuando el fiambre era varón (ninguno era católico); platicando quedito con tío Armando, hijo mayor de ese idílico matrimonio, le comenté mi asombro de que nunca se hubieran separado (no divorciado, eso no se hacía en esos tiempos), pues vivir así, medio siglo sin hablarse, no era vida, y fue entonces que se enteró el del teclado que la abuela Virgen sí se quería separar y que de hecho se lo hizo saber al abuelo, quien muy caballerosamente (era un señor, señor), le dijo que estaba bien, que él se iba y le haría llegar el gasto, que no tuviera pendiente; fue a su recámara, preparó un veliz (tampoco se decía maleta), y ya para irse, ella le dijo: -Estamos separados, pero ya te diré cuándo, por ahora ponte en otra recámara –y así, 50 años más. Separados pero no. Casados pero tampoco. Aunque, todo debe decirse,  jamás hubo entre ellos un mal modo.

 

Carles Puigdemont es el presidente de la Generalidad de Cataluña. Periodista de oficio, aficionado de la política, payaso de profesión, quien sin mucho darse cuenta cómo, en 2011 lo pusieron de alcalde de Girona de parte de CIU (‘Convergència i Unió’), o sea, de parte de Jordi Pujol, el expresidente de la Generalidad durante 23 años, quien desde fines de abril de este año 2017, reside en la cárcel de Soto del Real, Madrid, sentenciado a prisión incondicional, pues don Pujol salió corrupto de ‘Summa cum laude’.

 

Puigdemont jamás ocultó su afán independentista y ya Presidente, en enero de 2016, se comprometió a tener en 10 meses las “estructuras necesarias para poder actuar como un estado y podernos integrar en la Unión Europea -UE- y en la comunidad internacional”. Lo suyo es hablar, aunque sea a lo tonto:

 

Ni tiene la mayoría de votos por el “Sí”, ni pudo hacer un referéndum legal, ni la UE los va a recibir en su seno si se separaran de España: la Comisión Europea no acepta nuevos Estados sin el voto unánime de sus integrantes (y a ver cuándo vota España que sí), pero además, ha dejado claro que no planea ampliar el número de sus integrantes: así lo advirtieron en 2014 a Escocia cuando realizó su referéndum legal, autorizado por el Parlamento del Reino Unido: si se independizaban, quedaban fuera de la UE, como ya les pasó a Albania, Bosnia-Herzegovina, Georgia, Macedonia, Moldavia, Montenegro, Serbia, Ucrania y Kosovo. Entrar a la UE es tan fácil como entrar a un antro (antes discoteca), de juniors del ‘mirreinato’, llegando a pie, solo y con  chanclas de pata de gallo. “Lo único que realmente puede prometer y cumplir Puigdemont con su Cataluña independiente es entrar en Eurovisión”, escribió hace un año Carlos Salas en el portal de noticias español “La información” (y quién sabe, porque Eurovisión y Euroradio, aglutinan trasmisoras pertenecientes a la Unión Europea… ¡chin!).

 

El referéndum por la independencia de Cataluña, es ilegal aunque el Tribunal Constitucional de España no lo hubiera prohibido, porque viola su propio Estatuto de Autonomía, que exige una mayoría de dos tercios de su Parlamento, el Catalán, para cualquier cambio al Estatuto y la supuesta “Ley del referéndum de autodeterminación vinculante sobre la independencia de Cataluña”, obtuvo 72 votos de un total de 134: se necesitan 89 votos, don Payaso, su “Ley vinculante” no existe: no se la aprobó su propio Parlamento.

 

Como sea, el 1 de octubre pasado hizo su referéndum a trancas y barrancas y según él y sus cuates, con todo y toletazos, consiguieron 90.18% de votos por el “Sí nos vamos ¿y qué?”… peeero los 2 millones 61 mil 717 votos que dice que votaron a favor, son el 38.80% de los electores catalanes… francamente, no le alcanza y además es una votación en la que no se sabe si alguien voto más de una vez y que descalificó la Comisión Europea por sus irregularidades (por cierto, fresquecito de ayer: resulta que hay más votos por el “Sí” que número de boletas contadas… necesitan una copia del “Manual del buen mapache”, autores varios, Editorial Tricolor).

 

En rigor, en Cataluña solo ha habido antes una declaración de independencia: la de Pau Claris, en 1641, que duró tres días (del 23 al 26 de enero); los otros 3 casos no fueron secesionistas (el de Baldomer Lostau i Prats, en 1873; la de Francesc Macià en 1931; y la de 1934, de Lluís Companys; todos diciendo que se hacían Estado o República, pero dentro de España).

 

Conforme a la peculiar “Ley del referéndum”, don Payaso tenía que proclamar la independencia 48 horas después de que se anunciara si había ganado el “Sí”; el anuncio fue el 6 de octubre, la proclamación debía hacerse el 8, don Cepillín Puigdemont la hizo hasta el día 10, violando su propia ley ilegal… y la independencia duró poco más de 6  segundos, lo que tarde usted en leerla: “Asumo el mandato del pueblo de que Cataluña se convierta en un estado independiente en forma de república…Y con la misma solemnidad, el Gobierno y yo mismo proponemos que el Parlamento suspenda los efectos de la declaración de independencia…” (bueno, 10 segundos). Proclamó la independencia y la suspendió. Ni Platanito: me independizo y suspendo mi independencia.

 

Ayer, el presidente de España, Mariano Rajoy pidió a Cataluña que le aclaren a más tardar el próximo lunes a las diez de la mañana, si se han declarado independientes, en cuyo caso aplicará el artículo 155 de la Constitución española (que faculta al gobierno a lo que haga falta para que las Autonomías cumplan la Constitución… o sea… se entiende).

 

Y ahora veremos qué pasa entre Rajoy y Rajón.

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