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¡Qué bonito país! / La Feria

¡Qué bonito país! / La Feria
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Sr. López

 

Hace más años de los que es prudente confesar, tocó en suerte a este menda formar parte del grupo de alumnos del último año de carrera, encargado de atender a  una catedrática sueca que vino un par de semanas a nuestra risueña patria, a impartir unas conferencias. Fantaseamos todos, por culpa del cine Teresa que entonces exhibía películas suecas “atrevidas” (entonces, hoy son para todo público), que íbamos a andar por la ciudad con una escultural belleza nórdica, rubia platino, sin imaginar que en Suecia también hay chaparritas, regordetas y chatitas, como resultó ser la catedrática (hágase de cuenta Petunia, la cerdita de las caricaturas), quien, aparte de sabia, era de lo más simpática (con esa cara era simpática o asesina serial, eligió bien). La paseamos por toda la ciudad; hubo cena de bienvenida con trío; conoció Garibaldi (entonces se podía ir sin la custodia de un regimiento de granaderos), cantó rancheras, comió antojitos, probó el chile (sobrevivió); total, esos 15 días le dedicamos unas 18 horas diarias, encantados de la vida viéndola babear con la ciudad y sus alrededores y en la cantina la Ópera (con su primera borrachera con tequila, gritando ¡viva México!). Al final, la de despedida, que terminó al otro día en el aeropuerto, apenas a tiempo para alcanzar su vuelo… y ya para subir a su avión, se despidió llorando, pero llorando en serio, como novia que enviuda antes de la Luna de Miel: -Qué bonito es aquí, qué bonito viven… ¡y trabajan tan poquito!

 

Ahora (ayer para usted) recordé la frase de la sueca… ¡ah, si la señora viviera! (si vive tiene unos 110 años… difícil). Según el Inegi (más o menos y de memoria, no se lo tome al pie de la letra), somos ya unos 120 millones de felices tenochcas, divididos en 1’200,000 de personas solemnemente ricas (incluidos sus mayoritariamente mal educados hijos); 44 millones fingiendo que son de clase media; y casi 75 millones de pobres en todas sus presentaciones, desde los que comen con cierta regularidad, pasando por los que se muerden las uñas a la hora del almuerzo, hasta los que buscan uñas en las banquetas para romper el ayuno. Insisto, cifras de memoria, pero por ahí anda la cosa.

 

Junto con esas estadísticas de la casa de los horrores, sépase que hay (también más o menos), 36 millones de mayores de edad que no tienen empleo y dedican su tiempo a  dar  lata (según el gobierno); más 2 y medio millones de “desocupados”; 11 millones de “ocupados por cuenta propia” (el que limpia un parabrisas en los 15 días anteriores a la encuesta y le dieron 50 centavos, para la autoridad cuenta como “ocupado por cuenta propia”); más 3 millones de “ocupados sin pago” (?) y etcétera, etcétera… total, más o menos 30 millones tienen trabajo formal, producen, ganan, aportan.

 

Ya estaría de pensarse la cosa si 30 millones mantuvieran a 120, pero se le ruega al respetable restar, de esos, a los 3 millones de burócratas federales, de los que una parte no menor, puede llamarlos como quiera, pero no  población económicamente “activa” (a menos que le parezca activo dormitar junto a un sello, contrabandear tortas, vigilar el reloj checador para ver la hora de salida o ser “aviador”)… descontemos, conservadoramente, a la mitad. Y andamos en 28.5 millones dándole a la chamba.

 

Pero, no se entusiasme: se le recuerda al estimable público que los gobiernos estatales también tienen empleados que tampoco le producen a la renta nacional; de entrada, en la CdMancera, 290 mil nalgócratas; luego, en las otras 31 entidades, a falta de estadísticas, calculando un promedio conservador de 30 mil por entidad (en Oaxaca nada más en la Secretaría de Salud, hay 17 mil), tenemos otros 930 mil habitantes en riesgo de un ataque de hemorroides por tantas horas sentados planeando el siguiente puente; y podemos considerar población eventualmente activa al millón de maestros que sí trabajan, claro que sí, pero en los ratos que les quedan entre paros, marchas y asambleas. De estos, que suman 2 millones 220 mil, descontemos solo otro 50%… y viene a ser población que trabaja con toda seriedad, solo 27 millones 390 mil…

 

Segundo “pero”: tampoco parece justo que se considere a narcos, malandrines, secuestradores, vendedores de chueco y malvivientes como población económicamente activa. Dice la autoridad que calcula que hay 100 mil bandas de delincuentes en todo el país, de todos los giros, por lo que no es aventurado que sean unos 400 mil dedicados a ver qué agarran. Y ya nos quedan 27 millones que sudan su pan.

 

De esos, se le solicita si para ello no tiene inconveniente, calcular el tiempo efectivamente trabajado por el tenochca estándar. Calculemos la jornada efectiva, restándole: 5 minutos diarios de retraso en promedio; “coffee break” reglamentario, 20 minutitos; chatear, 60 muy conservadoramente; acomodarse al llegar, 5 minutos (en plan rápido); prepararse para salir, 15, mínimo; chacoteos misceláneos, una hora al día (sumando cada evento); idas al baño (hombres, dos visitas; mujeres, 17; un promedio de 10 minutos por cabeza que se van por el excusado). Resulta que de la jornada nos volamos arriba de tres horas, cobraditas sin poner un clip: el 37.5% del trabajo; lo que equivale a algo más de 10  millones de individuos sin dar golpe (los 27 millones de “trabajadores” hacen lo que 17 millones de alemanes, por poner un ejemplo).

 

No cante victoria, esos 17 millones, no producen nada los 20 días de vacaciones, 14 días festivos de “descanso” obligatorio, 3 más de “costumbre”, 25 días al año que se pierden por el “medio viernes” que se ha puesto de moda; sin descontar huelgas de maestros, marchas de sindicatos ni el ocasional San Lunes. Suman 62 días haciendo nada; esto es: de los 260 días laborables, el 23% se van al éter, y equivalen a 3 millones 700 mil ovociudadanos de ornato.

 

En resumen: a 120 millones nos mantienen 12.3 millones que no entienden por qué trabajan como negros, para vivir como negros, perdón: afroamericanos.

 

La sueca tenía razón. ¡Qué bonito país!

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