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Puro cuento / La Feria

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Sr. López

 

La abuelita Virgen (Virginia, la de los siete embarazos), fue una señora decentísima, por eso no se llevaba con su consuegra, la abuelaza Elena, la paterno autleca, que “tenía sus cosas”. Tía Beatriz y tío Samuelito, también fueron decentísimos (todos de Toluca, del lado materno); tío Daniel y tía Elena, dechados de decencia también fueron… pero entre todos juntaban 69 de cociente de inteligencia, que no es retraso mental, pero casi. Decentérrimos, buenas personas, de modales impecables, pero dolía la cabeza platicar con ellos. La decencia no es garantía de mucho; la inteligencia tampoco (Hitler fue muy inteligente). Bueno, cada quien.

 

Sin tratar a una persona, por sus hechos y fama se puede saber con certeza si es o no, gente decente. Igual, si es o no, inteligente. De José Agustín Ortiz Pinchetti (nacido en 1937; edad 81 años y contando), nadie puede poner en duda que es un hombre decente y muy inteligente. Su prestigio coincide con la realidad.

 

Abogado egresado de la muy exigente la Escuela Libre de Derecho; Maestro en Derecho por la Universidad Iberoamericana. Priista de 1967 a 1969 (Movimiento Democratizador de Carlos Madrazo). Asesor jurídico de las secretarías de Hacienda, Educación, Comercio y Agricultura. Ya sin partido, Consejero Ciudadano del Consejo General del entonces IFE; con AMLO y ya con partido -el PRD-, Secretario de Gobierno del entonces DF -2000-2003-; luego, Diputado Plurinominal federal -2003-2006-; Secretario de Relaciones Políticas del Gabinete Legítimo -de mentiritas-, de AMLO; Secretario para el Fortalecimiento de Ideas y Valores Morales, Espirituales y Cívicos del Comité Ejecutivo Nacional de Morena -2012-2015-; actualmente, representante de Morena ante el Instituto Electoral de la Ciudad de México.

 

El día en que AMLO recibió su constancia de mayoría, festiva ocasión salpicada por la liberación de la maestra Elba Esther Gordillo, don José Agustín, entrevistado por Carmen Aristegui, declaró:

 

“Al llegar a la Presidencia, Andrés Manuel López Obrador no va a castigar a funcionarios corruptos de esta época, va a olvidar y perdonar, va a intentar aplicar borrón y cuenta nueva (…) el gobernador de Chihuahua, Javier Corral ha cometido un error al perseguir a César Duarte porque esto le quita recursos y energías que deberían estar destinados al gobierno (…) a partir de que entre el nuevo gobierno, va a ser totalmente estricto y no admitirá ninguna manipulación o corruptela (…) Vamos a ver un cambio en lo político, en lo jurídico y en lo ético, una nueva forma de ejercer el poder (…) Andrés Manuel no iniciará acciones legales, sí permitirá que la Fiscalía General actúe de manera autónoma en los procesos (…) (hablando del sobreseimiento del asunto de Elba Esther Gordillo): esto me hace pensar que habrá una excarcelación de personajes importantes (…) el pragmatismo de Andrés Manuel es formidable y se va a ir demostrando conforme avance su proyecto”. Señor decentísimo.

 

No sabe uno por dónde empezar: “no va a castigar a funcionarios corruptos de esta época” (o sea, él, por encima de leyes, tribunales y obligaciones, cree que puede determinar no “castigar” -aplicar la ley-, a los que hayan delinquido en un periodo de tiempo que a él le parezca bien). “Olvidar y perdonar… borrón y cuenta” (¿de lo que los funcionarios corruptos hayan robado de nuestro dinero, el de todos?… ¿quién lo autorizó a disponer semejante cosa?). Perseguir la corrupción resulta ser que “quita recursos y energías que deberían estar destinados al gobierno” (haberlo dicho antes: sobran leyes, dependencias, auditorías: no desperdicien dinero ni energías). Según don José Agustín, Andrés Manuel “permitirá que la Fiscalía General actúe” (¿le va a “permitir”?…).

 

Por supuesto no sabe uno qué tiene en la cabeza AMLO, ni qué va o no va a hacer, pero don José Agustín lo conoce, lo conoce muy bien, y ninguna de las afirmaciones o suposiciones vertidas en la entrevista está alejada de lo que el mismo AMLO ha declarado en varias ocasiones.

 

Perdonar a corruptos, olvidar sus fechorías con los recursos del erario, con los dineros de todos los mexicanos, puede parecer una estrategia inteligente para, desde el “borrón y cuenta nueva”, empezar fresquecito con un de “aquí pa’l real” oficial. Bueno. Si fuera facultad presidencial perdonar y olvidar la corrupción, habría que suponer que los funcionarios públicos, aliviados de la preocupación de que les caiga al menos parte de todo el peso de la ley, se portarían todos bien… pero no, don José Agustín: los que van a perdonar, a los que les van a olvidar sus raterías, son los que ya se van. Siempre ha habido esa impunidad para con los altos funcionarios de la administración federal saliente (¿a ver: cuántos exsecretarios, exoficiales mayores o exdirectores generales de paraestatales  están bajo proceso o en la cárcel?), la diferencia aquí es decirlo, hacerlo oficial. Eso es cinismo.

 

El Presidente de la república tiene la obligación de hacer cumplir las leyes. Sabido es que la actual Secretaría de la Función Pública, está pintada en la pared; sabido es que eso asegura la impunidad que fomenta la corrupción: robar al erario desde las alturas del poder es menos peligroso que quitarle el chupón a un bebito de meses. Eso hay que combatir.

 

Antes no había una dependencia del Poder Ejecutivo encargada de la fiscalización de los recursos del erario. Cada secretaría y entidad tenía su auditoría interna, a las órdenes del titular de cada una, para revisar el correcto ejercicio de los recursos. El órgano federal de fiscalización de los recursos del erario era la antigua Contaduría Mayor de Hacienda, dependiente del Congreso de la Unión, hoy Auditoría Superior de la Federación (ASF), que funciona y funciona bien… pero siempre con limitados recursos y sin dientes.

 

Para combatir la corrupción, lo primero es olvidar lo del borrón y cuenta nueva, y cabildear con el Congreso para que la ASF tenga el tamaño y recursos económicos y legales que necesita. Lo demás es puro cuento.

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