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Publicidad oficial y bulling viral

Publicidad oficial y bulling viral
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Juan Carlos Cal y Mayor

Siendo Presidente Vicente Fox, por ignorante y por querer agradar a las televisoras que le sobaron el lomo en sus primeros años de gobierno, se le ocurrió en el 2002 borrar del mapa los tiempos oficiales de que disponía por ley el gobierno a los concesionarios de radio y televisión. Mas que el gobierno, fue el estado, quien renunció a una disposición aplicable a los concesionarios, lo cual significó que a partir de esa fecha se erogaran gastos millonarios que afectan las arcas lo mismo del poder, ejecutivo, el legislativo y hasta el judicial. Cabe agregar que estos últimos cuentan con sus propios canales de transmisión aunque limitados a la señal de cable y no en la televisión abierta. Permanece aún el duopolio de las grandes televisoras cuyos socios son parte de los listados de Forbes.

Fue a partir de la renuncia a esa prerrogativa del gobierno que se disparó el gran negocio de la publicidad oficial y los gobiernos de los distintos  órdenes tuvieron que destinar cuantiosos recursos para poder publicitar sus acciones y actividades. Esos espacios se utilizan no solo para vanagloriar sus logros sino para campañas de salud, vacunación o sensibilización sobre estudios para el cáncer de mama como el Papanicolaou, así como para orientar a la población en caso de desastres naturales, por citar algunos ejemplos. Todo eso ahora tiene que ser pagado con el dinero de nuestros impuestos cuando antes se canalizaba y se utilizaba a través de los llamados tiempos oficiales.

Imaginemos por un momento lo útil que sería para la ciudadanía el que, si existieran esos tiempos oficiales y se pudieran utilizar los grandes ratings para avisos o campañas cívicas importantes. Hoy, por citar un ejemplo, nuestro país sufre graves problemas obesidad derivado de los malos hábitos alimenticios así como problemas de diabetes mellitus, la cual se ha convertido en la segunda causa de muerte en nuestro país y esto por el consumo de bebidas endulzadas como la Coca Cola en primerísimo lugar. Pero resulta que las grandes refresqueras tienen mucho mas dinero para publicitar y seguir envenenando a la población aunque el gobierno al final gaste carretadas para curarla.

Para acabarla de amolar a Felipe Calderón –incauto- se le ocurrió siendo presidente, despenalizar el delito de difamación en nuestro país e igual pasó con los códigos penales estatales que eliminaron toda sanción al respecto. Todo en aras de la libertad de expresión sin considerar el derecho de las personas a salvaguardar su honra. Aunado a ello la propagación del uso de las redes sociales. Ahora cualquiera insulta, miente o imputa las más de las veces sin ningún sustento al grado que linchamiento afecta a todo tipo de personas públicas o no. Lo mismo a un político que a un actor de Hollywood. Lo mismo al director de una escuela, un cura o un compañero de clases. Es la valiente cobardía de los propagadores de infamias. Y esa libertad de decir, omitir, ocultar, minimizar o en su caso magnificar y manipular a la opinión pública ha viciado del todo la relación entre los medios de comunicación y el gobierno.
Después de que el New York Times, uno de los diarios mas prestigiados del orbe, propinara una cucharada de su propia sopa a varios diarios mexicanos, les provocó gran indignación aunque evidenció una realidad que se vive a todas luces. En función de esa costosa publicidad que ahora les tiene que pagar el gobierno, parece que también se condiciona o se provoca la autocensura en dichos medios. Aunque algunos analistas como Gabriel Guerra (El Universal) han destacado que jamás han sido objeto de censura, también analiza Jorge Castañeda (El Financiero) que si bien es cierto que se respetan las opiniones, también lo es que los destacados o mas vistosos anuncios si denotan esa conducta a modo de quien los contrata.
Sergio Sarmiento (Reforma) propone entonces que el gobierno no pague publicidad y que el gobierno sólo emita boletines y comunicados. ¿Sabe usted quien los va publicitar? Absolutamente nadie.
El tema no puede ni debe echarse en saco roto. Después de los muchos errores cometidos y aquí señalados, se debe ponderar la obligación del gobierno –y legislar en su caso- de definir con más claridad los objetivos de una adecuada política de comunicación social. Se debe romper ese circulo vicioso que hace que la prensa ataque a cambio de publicidad para suavizar su línea editorial. Esa es ni más ni menos que una relación de chantaje y virtual extorsión.
En Venezuela Hugo Chavez, en  Ecuador Rafael Correa, en Korea del Norte Kim Jong-un, en Cuba los Castro, en Rusia Putin (con una estrategia bastante inteligente con Rusia Today en youtube), diseñaron sus propios medios de comunicación y socavaron y suprimieron a los que criticaban al gobierno. En los países mas desarrollados la prensa no vive de la publicidad gubernamental pero tampoco pervierte su relación con el gobierno.
En México falta mucho por hacer para dejar atrás ese síntoma maloliente del subdesarrollo. Nos encanta el reality show y la nota roja. Las notas de accidentes, asesinatos, son las más consultadas. Es nuestra identidad necrófila que definía Octavio Paz en el Laberinto de las Soledad. Cualquier tema se vuelve viral y ya inventamos a cientos de “Lores” y “Ladies” haciendo del bulling gran parte ociosa en nuestras vidas como si viviéramos en las cavernas. Nos encanta el linchamiento colectivo y rodeamos de inmediato la pira para prender el fuego inquisitorio. Entre los “bots” y los “trolls” somos los habitantes de Fuenteovejuna digital.
Como dice Juan Villoro “Somos los primitivos de una nueva era, dominada por la realidad virtual. Nuestra situación es similar a la de los seres rupestres que inventaron el cuchillo y no le encontraron mejor uso que encajarlo en la barriga de un prójimo. Tuvieron que pasar siglos para entender que ese instrumento también servía para preparar sashimi corte fino.”

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