Juan Carlos Cal y Mayor
El periódico Reforma dio a conocer una lista de periodistas que recibieron pagos por publicidad oficial. La información la obtuvo mediante una solicitud al INAI. No es la primera vez que se aborda el tema pero en esta ocasión se hace un desglose con montos, empresas y nombres de periodistas.
El tema tiene varias aristas. Una de ellas es la descalificación de que ha sido objeto la prensa crítica al actual gobierno. El propio presidente la ha llamado conservadora y fifí. Analistas afines al régimen los tildan de comentócratas, opinadores que ejercen sin contrapeso el monopolio de la opinión y beneficiarios de prebendas con el “régimen neoliberal”. Los seguidores de AMLO no se han cansado de llamarlos chayoteros y desacreditar toda información que provenga de ellos. “Ya ven lo que les pasa” dijo el presidente en referencia a la reacción del “pueblo” cuando lo critican.
Ahora se aplaude y promueve a una prensa acrítica, anodina y complaciente. Las mañaneras son prueba de un ejercicio lento y tortuoso en el que el presidente se mueve como pez en el agua toda vez que los cuestionamientos no le son acres ni incomodos. Lo que llegan son reporteros de diferentes medios pero no aquellos ácidos periodistas que lo critican en los medios impresos, digitales, televisivos y radiofónicos.
Por eso cuando a Jorge Ramos se le ocurrió acudir a la rueda de prensa del presidente y lo increpó por el incremento en el número de muertes por la violencia, lo sacó de contexto provocando un gran revuelo que se volvió trendig topic. Atrás quedaron aquellas entrevistas casi a modo que le hizo durante la campaña. A Brozo le fue como en feria por afirmar que las mañaneras eran un montaje que no beneficiaba al presidente. Con su muy peculiar estilo cuestionó la eficacia de un mecanismo de comunicación que solo va dirigido a las “masas” que lo siguen como un principio de fe.
Ante una oposición taimada que no alcanza a hacer valer el peso de su opinión por una gran ausencia de liderazgos carismáticos, la prensa crítica hace las veces de contrapeso para señalar los yerros propios del ejercicio del gobierno en este o cualquier gobierno. Esa es y debe ser su función. Por eso hay que diferenciarlo de lo que se conoce como la publicidad oficial.
El presidente pretende cambiar la relación pervertida y privilegiar el ejercicio objetivo del periodismo solo que a partir de sus propios prejuicios. El tema es complejo. La labor del periodismo es investigar, informar, documentar y dar conocer lo que es noticioso o de interés público, pero no siempre esa información agrada al gobierno. Por eso el gobierno debe informar, promover y difundir sus acciones.
Resulta sin embargo que los medios que más se leen o más influyen son aquellos que hacen un verdadero trabajo periodístico, documentado, crítico, revelador; e pmpactan en la opinión pública. En México esa relación tiene características bastantes peculiares. López Portillo acuñó aquella frase de “no pago para que me peguen”. Eso pone en entredicho si el gobierno realmente paga por publicidad o paga para que no le peguen. Por eso representa un reto definir cuál debe ser el criterio del gobierno para la contratación de espacios publicitarios. Uno de ellos es evitar la discrecionalidad para favorecer a unos y estrangular a otros.
En los regímenes totalitarios la prensa es un estorbo y se convierte en enemiga del gobierno. Cuba tiene el “Grandma” como único medio oficial. Venezuela y Nicaragua prácticamente desparecieron a los medios críticos. En Estados Unidos la prensa no vive del gobierno. El reto un país democrático es definir con transparencia, objetividad e imparcialidad una autentica política de difusión lo cual es una obligación para con sus gobernados. Eso no le da derecho a definir y menos censurar los criterios editoriales de los medios de comunicación. No es fácil, pero así es…
