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Padrotes / La Feria

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Sr. López

 

Que se sepa, tía Rosita (de las de Toluca, la que falleció a los 117 añitos), nunca usó una mala palabra, con una excepción, aquella vez que un señor le dijo “es usted muy longeva, señorita”, y la bondadosa ancianita, como jamás había oído esa palabra o entendió mal, le contestó: -¡Longeva su chin… dre! –lo que va entre los puntos suspensivos, usted puede suponerlo. Aclarado el malentendido por Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda -y favorito de la tía-, la buena mujer se deshacía en disculpas: -Discúlpeme señor, discúlpeme, sí y si usted quiere, longevísima –qué pena.

 

Ayer, nuestro Presidente puso las cosas en claro en un tema de cierta importancia: no habrá en su gobierno, intelectuales orgánicos (a sueldo) y que si quieren tener sus ideólogos, conservadores o liberales (urge definición, las que están a la mano son del siglo XIX), que ellos los paguen o se financien a sí mismos. Bueno… si este gobierno no tiene plumas en nómina, será un caso novísimo.

 

Dijo más: “Pueden escribir un artículo a la semana o dos, defendiendo su ideología y su forma de pensar, lo que está mal es que el Estado tenga que financiar a escritores, a periodistas a defensores del régimen (…) hago la recomendación respetuosísima, que no nos pasemos de la raya, que no se le falte el respeto a nadie, que se cuide la dignidad de las personas; que se critique lo que se está comentando, pero que no sea a la persona, a sus creencias, o a su forma de ser”. ¡Eso!

 

Solo que respetuosísimamente, se solicita un catálogo de faltas de respeto o insultos válidos. Va una lista (cortesía de Gabriel Zaid; 25 junio 2018; Letras Libres), de los que usa nuestro Presidente y por eso no han ser insultos:

 

“Achichincle, alcahuete, aprendiz de carterista, arrogante, blanquito, calumniador, camajanes, canallín, chachalaca, cínico, conservador, corruptos, corruptazo, deshonesto, desvergonzado, espurio, farsante, fichita, fifí, fracaso, fresa, gacetillero vendido, hablantín, hampones, hipócritas, huachicolero, ingratos, intolerante, ladrón, lambiscones, machuchón, mafiosillo, maiceado, majadero, malandrín, malandro, maleante, malhechor, mañoso, mapachada de angora, matraquero, me da risa, megacorrupto, mentirosillo, minoría rapaz, mirona profesional, monarca de moronga azul, mugre, ñoño, obnubilado, oportunista, paleros, pandilla de rufianes, parte del bandidaje, payaso de las cachetadas, pelele, pequeño faraón acomplejado, perversos, pillo, piltrafa moral, pirrurris, politiquero demagogo, ponzoñoso, ratero, reaccionario de abolengo, represor, reverendo ladrón, riquín, risa postiza, salinista, señoritingo, sepulcro blanqueado, simulador, siniestro, tapadera, tecnócratas neoporfiristas, ternurita, títere, traficante de influencias, traidorzuelo, vulgar, zopilote”. Caritativos adjetivos usados de vez en cuando por nuestro Presidente, urgido por la circunstancia, siendo candidato y ya con el cargo, para ni mencionar su afirmación de cierta reunión propuesta con “conservadores”: “No lleven cartera porque va a ser una robadera”; ni el comentario sobre la marcha contra la inseguridad, siendo Jefe de Gobierno del entonces D.F.: “La marcha de los pirrurris”. (Nota del traductor: “meterla doblada”, por supuesto no es majadería, ya presidencialmente aceptada la Taibolera expresión como “desafortunada”, nada más). 

 

Conviene revisar si entendemos lo mismo por intelectuales orgánicos. Según Antonio Gramsci (1891-1937), teórico del marxismo, cofundador del Partido Comunista Italiano, digo, uno no es un López fifí; afirmaba (no es cita), que para imponer su dominio social las clases, después de la coerción (la fuerza), requerían construir una “hegemonía ética y cultural”, hasta obtener la aceptación general de su ideología y valores, labor a cargo de los intelectuales orgánicos.

 

Gramsci definió tres tipos de intelectuales orgánicos: en el medioevo, el clero; en la burguesía, el intelectual liberal (ojo, ahí le avisan al Presidente: liberal y burgués, para don Toño era lo mismo); y para el movimiento obrero (marxista), los del partido (a sueldo, claro).

 

Ayuno el mundo de “revolucionarios” y en crisis la democracia liberal (ahí se leeEl intelectual orgánico”, de Iván Carvajal; El Comercio; 11 agosto de 2013), se usa el populismo, ese rompecabezas armado a tijera con diversas ideologías que resultan en mesianismo, fe ciega en un caudillo, o en exaltación de la tecnocracia que mal disimula el capitalismo libre mercantilista a la moda en medio mundo y en casi toda América (Venezuela, Cuba y Nicaragua, no, pero… para lo que queda de esos países).

 

Hoy, los supuestos intelectuales orgánicos de la supuesta izquierda, a falta de asalto a palacios de Invierno, Bastillas y revueltas de acorazados Potemkin, se emplean como canes fidelísimos a sus caudillos, sin pudor al tergiversar valores (travestismo intelectual, si no es insulto, si es: delo por retirado): lo que era coherencia, es necedad; el heroísmo es parodia; el análisis intelectual, campaña orquestada (y pagada, claro); y quien defiende el respeto íntegro a los derechos humanos, el combate a la corrupción (sin perdones presidenciales), la libertad de expresión plena, y señalan el peligro de autarquías y dictaduras, son conservadores, fifís, hipócritas intelectuales orgánicos a sueldo, que por la dicha inicua de preservar sus privilegios no alaban al poderoso de turno. No conciben que haya ni uno, que sin intención torcida, no esté de acuerdo con ellos en todo: solo quieren destruir para impedir que otros construyan. ‘Tá bueno.

 

Intelectuales orgánicos hay y habrá, unos mejores que otros, en todos los partidos y todos cobran (hay que comer, pero no es lo mismo John Locke, recibiendo mesada del conde de Shaftesbury, que un gacetillero con su lista de insultos sugeridos y el tuiter o el medio afín a la mano).

 

No está mal ser intelectual orgánico, ni vivir de eso, sino desacreditar sobre pedido, insultar por encargo, prostituyendo la palabra, transformando a sus líderes en padrotes.

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