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Otro sueño / La Feria

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Sr. López

Después de 15 años de vivir a la quinta pregunta, al borde del hambre en su feliz matrimonio, tía Lucero (de las de Autlán de la Grana, Jalisco, guapa de quitar el hipo), sentó a su inútil marido (tío Lencho, él decía que se llamaba Lorenzo pero no era cierto, Lencho lo bautizaron y Lencho lo registraron, decía la abuela Elena), y le dijo: -Ahora me toca a mí –y el buen tío Lencho le dijo que sí. Mágicamente, las vacas empezaron a dar más leche… y becerros; mágicamente también, la pastura alcanzaba y el caporal se fue muy lejos, porque además de guapa (9 grados Richter), tía Lucero era más bragada que Pancho Villa. Ya viejos vivían en Guadalajara… ricos, muy ricos. Y sonriendo, contaba la abuela que tío Lencho decía que él le había enseñado todo a su esposa y que ella contestaba que sí, que la cosa era hacer nada más lo contrario de lo que él enseñaba. Se llevaban bien.

Esta nuestra patria ha sido gobernada a macanazos y con supercherías (antes de la conquista); luego, ya siendo Nueva España, a macanazos y con religión (nótese el toque de respeto); después nos echamos casi medio siglo XIX sumidos en el bandidaje; perdimos más de la mitad del territorio: nos invadió el que quiso y regresamos a ser gobernados a macanazos y con religión (don Porfirio). Después fue la Revolución y transitamos el resto del siglo XX gobernados a macanazos y con mentiras (saliva, mucha saliva). Ahora parece que nada más queda el recurso de la baba y el país avanza (sin duda), y no está en la orilla de ningún precipicio (como cierta prensa propala que estamos), pero no podemos seguir creyendo que esto va a poder funcionar sin gobiernos más decentes y sensatos (aunque no sean tan indecentes ni tan insensatos, que muchas cosas funcionan, sea objetivo).

Ya probamos las mieles de tener caciques (los “emperadores” aztecas y los otros “reyes”, eran eso, caciques, jefes de tribus, no más), virreyes, dictadores, emperadores, oportunistas y mucho inútil, junto con algunos no tan pocos señores serios que mucho hicieron en bien del país. Después de la Colonia, probamos a ser de derecha, de izquierda y de centro; federales, centrales e imperio; logramos un rato ser realmente soberanos y acabamos siendo lo que hoy somos: colonia autogobernada. El único factor común de toda esa baraja es que siempre hemos sido gobernados por hombres.

Y ya les toca (a las mujeres).

En serio.

Sostiene López: dejémonos de cuentos y entreguemos el poder a las mujeres.

¿Qué nos falta ver?… ¿qué ruindad hemos dejado de experimentar?… dos siglos de tener los hombres todos los instrumentos del poder, deberían bastar para darnos cuenta que estamos de regreso a una versión reciclada del bandidaje que asoló medio país buena parte del siglo XIX; en plena resurrección de una de las versiones más cínicas del monopolio de la política que ya no es ni siquiera una partidocracia cleptócrata, sino algo que tal vez pudiera llamarse, por su implícito carácter ilegal, como el cártel del poder (inconfesable maridaje de potentados y políticos que conservan sus canonjías a cambio de ser dóciles a los mandatos del gran capital extranjero, de las entidades comerciales y financieras internacionales, y de la Casa Blanca). Nos asusta la corrupción de altos vuelos de hoy (sabiendo muy poco de lo que verdaderamente sucede); nos espanta la delincuencia organizada que nomás no cede; nos molesta el descaro de la clase política, el abuso de los pocos dueños de casi todo… y no entendemos que lo único que no hemos probado es que las mujeres tomen el poder.

Imagine que cinco sexenios seguidos tuviéramos mujeres en la presidencia y solo gobernadoras. Treinta años al hilo. Le aseguro que nos entregan el país bien administrado, sin deuda (o muy chiquita), con pobres que junto a los de hoy parecerán clase media, sin un niño desnutrido, sin una banda de explotadores de mujeres, sin un maestro sin aula adecuada, ni ricachones con derecho de picaporte.

La mujer por serlo, no está exenta de cometer errores, pero la mujer, por serlo, cuida de la cría, administra su casa, estira el dinero, no lo malgasta (salvo excepciones, por si sabe usted algo de la prima Olga: hay de todo en la viña del señor); la mujer tiene una mucho mayor resistencia al dolor y a la adversidad (digo, algo aprendieron después de milenios de aguantarnos a los hombres), y trabajan mucho más (no son pocas las que mantienen sus casas -mamás y papás simultáneamente-, y por lo pronto, no volvería a haber altos funcionarios tirando dinero en el teibol ni despachando con una cruda de taquicardia y sudor frío).

No es broma. Es lo que necesitamos. Hoy en el mundo están gobernando sus países Theresa May (la Gran Bretaña); Bidhya Bhandari (Nepal); Dalia Grybauskaite (Lituania); Beata Szydlo (Polonia); Kolinda Grabar-Kitarovic (Croacia); Tsai Ing-wen (Taiwán); Sheikh Hasina (Bangladesh); Ellen Johnson-Sirleaf (Liberia); Michelle Bachelet (Chile); Erna-Solberg (Noruega); otras más de países muy chiquitos… y Angela Merkel (Alemania), por si piensa usted que les faltan naguas a las señoras para enfrentar machitos modelo Trump o meter en cintura a otros países (que la señora Merkel es virtualmente la jefa de Europa).

Y si hay a quien sus gónadas masculinas le dicen que ¡nunca!, le recuerdo que  ha habido señoras modelo Catalina la Grande de Rusia, que lo de “Grande” se lo pusieron los rusos; Isabel I de Inglaterra (44 añitos gobernando, bien); su tocaya Isabel I de Castilla (que le quisieron birlar el trono y se echó una guerra, para luego gobernar a España poquitito menos de 30 años; echó a los moros; financió el descubrimiento de América y cargó como un fardo a su Lencho, el rey Fernando); y tantas más: Golda Meir de Israel; Violeta Chamorro de Nicaragua; Mary Robinson de Irlanda; Mary McAleese de Irlanda (13 años); e Indira Gandhi, dos veces Primera Ministra de la India (que es más difícil de gobernar que Oaxaca, Guerrero y Michoacán, juntos).

Las mujeres pueden, sin duda, y ya les toca… en fin, otro sueño.

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