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No nos representan / Código Nucú

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César Trujillo

Toda sociedad ha buscado siempre tener gobiernos que la representen: cercanos a las necesidades más apremiantes y que busquen el desarrollo de los pueblos, mismo que permitiría a los ciudadanos la oportunidad de avanzar y no quedarse estancados y con fracturas severas entre ellos mismos. Gobiernos incluyentes que rompan con el asistencialismo y que abonen a la creación de fuentes de empleo dignas que permitan a los ciudadanos aspirar a un futuro promisorio. Sin embargo, siempre se antepone, firme y sin aspavientos, el abismo entre las “aspiraciones” y las “satisfacciones”.

Por décadas, México se ha visto inmerso en la no representación de los gobiernos a las necesidades de las personas: proyectos arrumbados, promesas de campaña sin cumplir, denuncias por corrupción e impunidad, un incremento de la pobreza y la pobreza extrema, desfalcos al erario y mucho más. No importa el slogan, ni el color que abanderen los proyectos políticos; mucho menos las agendas que enarbolen y que, sabemos bien, se han convertido en simples panfletos sin impacto real.

Triste es, pero le busquemos por donde le busquemos no estamos representados. Y ojo, que esto va más allá de las rigideces sociales o el descontento de las masas, de las manifestaciones y del supuesto despertar del pueblo (que aún falta mucho para ello). No hay representación (ni la habrá) mientras no se entienda que los acuerdos políticos van más allá de los ánimos ciudadanos desbordados y entendamos que los acuerdos son netamente cupulares: ni la militancia, ni las promesas de unos, ni los insultos de otros, ni la rabia de miles, tienen cabida.

Entender que grupos específicos en el poder son los que terminan decidiendo el rumbo del país es esencial, para que esas voces que han mostrado su descontento dejen de andar pataleando en el desierto y entiendan que juntar los granos de arena les funcionará mejor siempre y cuando esto vaya por el mismo sendero. Es decir: la construcción de la ciudadanía es fundamental para poder aspirar a un cambio de fondo, siempre y cuando ésta no persiga particularidades.

Mientras lo anterior no pase, seguiremos siendo testigos de políticos que años atrás se desgarraron las vestiduras por equis color y que hoy salen hablando pestes y abanderando otras siglas: chapulines y camaleones, les dicen ahora. Son los errados de siempre, los políticos falaces que juegan a los que Marion Levy llamaba “la oposición del incongruente”, pero que terminan siendo funcionales para esa cúpula que los mantiene ahí hasta que le sirvan o hasta que el tiempo los reviente.

Son esos políticos antipáticos que anhelan estar en el statu quo de otros políticos que son los eternos bendecidos del sistema. Los que se ensartan en una falsa filantropía y venden “peras al olmo”.  No. Aclaro, no estamos representados ni lo estaremos. Somos un pueblo rico con gente pobre. Punto. Las reformas bendicen al status y fustigan a las masas con todo el rencor que pueden. No hay representación y sí la exigencia del poder en la tributación, en que el pueblo pague sus impuestos y sea corresponsable con lo que no lo es políticamente hablando.

Viene a mi memoria, ahora que señaló la no representación, que a mediados de los años 70 surgió en las Trece Colonias de Norteamérica el lema No taxation without representation (no hay tributación sin representación). En él venían acuñadas las quejas de los colonos que consideraban no estar plenamente representados por el parlamento británico. Por ende, todas las leyes que éste aprobara y que buscara la obtención de impuestos eran, para ellos, ilegales.

Esa frase que los historiadores afirman surgió en la guerra civil inglesa fue detonante para la revolución de las Trece Colonias que partía de un factor que a México trae asoleado: la corrupción. Hoy, en pleno siglo XXI, 257 años después, la no representación sigue pululando en varios países como el nuestro y es un cáncer que tiene herido de muerte todo lo que toca.

¿Para qué sirve, entonces, la democracia participativa? La respuesta es simple: para nada si se sigue caminando bajo intereses particulares, si se siguen persiguiendo aspiraciones propias y no se piensa en la colectividad y en la urgencia de la construcción de la ciudadanía que permita reeducar y romper con los vicios que ha sembrado el sistema: el asistencialismo que condiciona todo a cambio de migajas como hasta hoy.

Manjar

Parece que al senador Luis Armando Melgar Bravo le llegó el mensaje del diputado Eduardo Ramírez Aguilar, líder del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), durante la asamblea de los tucanes. Ayer apareció, en sus redes sociales, agradeciendo ya al gobernador por las obras deportivas. El mensaje fue preciso: donde manda capitán, no gobierna marinero. #Entreverdesteveas  // La recomendación de hoy es el libro Populismo y contradicciones de clase en Latinoamérica de Gino Germani, Torcuato S. di Tella y Octavio Ianni, y el disco House Of The Blues de John Lee Hooker. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte. // Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer.

@C_T1

palabrasdeotro@gmail.com

César Trujillo

9611678707

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