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No frieguen / La Feria

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Sr. López

 

La presente Feria es políticamente incorrecta; una ofensa a todos los tenochcas del listado nacional de electores, ejemplares ciudadanos que se alistan a ejercer su sagrado derecho al voto este próximo 1 de julio. Queda advertido. Lea bajo su responsabilidad (se prohíbe a uniformados, menores de edad o personas en estado inconveniente). No se responde chipote con sangre. ¿Listo…? bueno, ahí va:

 

El derecho universal al voto y que cada voto valga lo mismo es una mamarrachada.

 

Ya está… se atrevió este López… ¿no pasó nada?… bueno, continuamos:

 

Las premisas de lo que llamamos democracia son varias. Entre ellas, tal vez la más lucidoras son que “el poder reside en el pueblo” y que “todos tenemos los mismos derechos”. Mentiras las dos.

 

En cuanto a que el poder reside en el pueblo es una afirmación “sub conditione”, porque vale mientras no le incomode a los que se dedican a la cosa pública, a la política, a los grupos de poder económico y en no pocos países, al poder militar. Si le parece una exageración, revise cómo fue la última reelección del camarada Putin, en Rusia, del compañero Xi Ping, en China (y luego hablamos si le quedan ánimos, del nombramiento del Presidente de Cuba o la reelección de Maduro… pero, eso sí: ¡el poder reside en el pueblo!).

 

Y en cuanto a que todos tenemos los mismos derechos, pregúntele a un indio tarahumara qué se siente tener los mismos derechos que alguien nacido en un barrio de lujo, que toda su infancia tuvo pediatra de lujo, estudió en una escuela de lujo, come y viste de lujo y su primera chamba fue en París. Decir que tenemos los mismos derechos todos, es en el mejor de los casos un buen propósito; ni la Declaración Universal de los Derechos Humanos es de tomarse tan a pecho, que cuando se emitió por la ONU en 1948, la firmaron 48 países, sin quedar obligados a nada (eso depende de pactos que se han ido discutiendo durante décadas)… y aun así, no entienden lo mismo todos los países por “derechos humanos”, ahí cheque qué piensan del matrimonio en media África, en algunos países mahometanos y en las comunidades de usos y costumbres (¡ah!, y no se le olvide que pagar el mismo sueldo por el mismo trabajo a hombres y mujeres, en nuestro país, tan comprometido con los derechos humanos, todavía es una lejana aspiración).

 

Dicho lo anterior, regresemos a nuestro asunto: el derecho universal al voto y que cada voto valga lo mismo es una mamarrachada. Piense usted nomás para abrir boca, que podemos votar únicamente por los que aparecen en la boleta electoral y eso es decisión de quién sabe quiénes, quién sabe cómo. Y más grave aún, piense que al elegir gobernantes, elegimos a los que habrán de disponer de las montañas de dinero, nuestro dinero, que maneja el gobierno… ¿su voto de usted, cumplidor pagador de impuestos, vale lo mismo que el de un evasor profesional? Usted que sí contribuye, tiene derecho a poner al que se lo va a gastar; el que no paga impuestos, ¿con qué derecho vota?

 

También es de pena ajena que tenga derecho a votar y vote, un ciudadano que no puede responder las más elementales preguntas de Historia ni Civismo de quinto de Primaria, que no sabe la fecha de Independencia, que nunca ha leído la Constitución, que no tiene la menor idea de cuántos niveles de gobierno tenemos, ni cuántos poderes (y no sabe qué es el Congreso de la Unión, que no es la Cámara de Diputados federal, como tantas veces le dicen hasta en la prensa)… y de los candidatos solo sabe lo que la propaganda le dijo. Pero votar es nuestro derecho, de todos, parejo (no sé a usted, al del teclado sí le da pena pensar que su voto vale lo mismito que el del rector de la UNAM o que el de un doctor en Derecho). Piénsele.

 

No se enoje, recapacite: ¿su voto vale igual que el de un drogadicto perdido, el de un multihomicida, un ratero con 15 entradas a la cárcel, un tratante de blancas o un señor que lee TV y Novelas?… ¿de veras?… bueno.

 

Debería haber una ética del voto. Debería…

 

No es novedad esto de ver con desconfianza que todos los ciudadanos tengan derecho a votar y valga lo mismo todo voto. La Princeton University Press, publicó en 2016 un libro titulado “Contra la democracia (“Against Democracy”), de un tal Jason Brennan que se supone sabe harto de teoría política (a eso se dedica). Él propone la “epistocracia” (se puso creativo: en griego “episteme” es conocimiento y krátos, poder); su premisa es: “En general, los votantes son unos ignorantes”, y además sostiene que el voto universal y del mismo valor, le quita incentivo al elector, pues sabe que su voto es una gota de agua en una alberca y tiene más posibilidades de sacarse la lotería que de cambiar al gobierno o corregirlo, de modo que vota sin ninguna responsabilidad.

 

Concede mucho don Brennan, al menos en nuestra risueña patria, el tenochca promedio ni siquiera se plantea esas cosas y aparte, es casi imposible aplicar exámenes de conocimientos cívico-legales a todos los que solicitan credencial de elector… y luego exámenes sicológicos para asegurarse de que votan emocionalmente equilibrados, aparte de bien informados. No es por ahí (si a esas vamos, nos quedamos como estamos).

 

Nuestros legisladores, en un arranque de patriotismo y sin miedo al qué dirán (¡para las que hacen!), deberían reformar toda la farragosa ley electoral, para que, primero, el voto universal sea solo en elecciones municipales (o sus equivalentes: colonias, tribus, delegaciones), donde la gente sí se conoce. Segundo, que para obtener credencial que otorgue derecho a votar en elecciones estatales y federales, el ciudadano pruebe que trabaja y paga impuestos (si es una señora a la que mantiene su marido -especie en extinción-, vale, si es un jubilado, también y con más ganas); y que los partidos no reciban un centavo del gobierno… ya sé, el peligro es que los van a financiar los malos de malolandia…. ¿sabe qué?: igual los financian los malos malísimos. Así ya no nos costaría a nosotros… digo, ahorita pagamos para que nos frieguen. No frieguen.

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