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Nada más tantito / La Feria

Nada más tantito / La Feria
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Sr. López

Estimado usted, si es un tenochca puro, guadalupano, Televisoazteco-dependiente, de esos que fuera del país, siente ganas de llorar con el primer trompetazo del “Son de la negra”; si tiene en el “clóset” su sombrero de palma con la leyenda “¡Viva México cab…!” y defiende la honra de la patria gritando ¡…uto!, en el Estadio Azteca, se le advierte: no lea esta “Feria”, en que se dan algunas nociones elementales sobre nuestro país. Si continúa, no se responde por las molestias ocasionadas ni por daños a su ego.

 

Principios básicos, a manera de introducción:

1.- México no se llama México.-

La nación registrada en la ONU como México, no se llama así, sino Estados Unidos Mexicanos, aunque todo el planeta, ONU incluida, le diga México, que es palabra de origen náhuatl -‘Mexitli’- que nadie sabe qué significa (para abrir boca); hay más de 70 teorías sobre su significado que ni se parecen entre ellas: “los ungidos” (Manuel Orozco y Berra); “la abuela del maguey” (Francisco del Paso y Troncoso); “liebre acunada en penca de maguey” (fray Bernardino de Sahagún); “ombligo del maguey” (Motolinía y Torquemada); “en el centro de la Luna” (Alfonso Caso)… y todo por fumar hierbita vaciladora a la hora de bautizar el país y por no poner atención: la gente que vivía acá llamaba al territorio que ocupaban, Anáhuac (tierra rodeada por mares), y lo de “México Tenochtitlán” era nada más para la capital de la tribu azteca (la hoy, CdMancera).

 

2.- México es un país que no es país.-

País, en rigor, es una comunidad social con gobierno, pueblo y territorio. Si falta un elemento es como un taco sin tortilla: deja de serlo, perdió el coprincipio “tortilla”, se alteró su esencia, queda en puñito de maciza con cuero, o cucharada de longaniza con huevo, o es torta si se usa pan para portar el mismo contenido, pero no es taco como lo define la décima acepción del término en el diccionario oficial de nuestra lengua.

 

Así, México, a reserva de recibir algún día testimonio de fiar, no es país, primero, por carecer de gobierno… lo que se entiende por gobierno de Alemania a Haití. Por supuesto tenemos un sucedáneo de gobierno, que con gran mérito sostiene un “performance” masivo que aparenta ser lo que no ha sido nunca o acaso sí, en episodios aislados, no los más airosos (el porfiriato, por ejemplo). Pero es mucha generosidad llamar gobierno a nuestro despelote institucional con su variedad de poderes (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) y niveles (federal, estatal y municipal), en un muégano de 32 soberanías (31 estados y la Capital), que suman 33 poderes ejecutivos (con 33 gabinetes y sus respectivas dependencias, entidades, empresas del Estado, organismos, fideicomisos e institutos); más 2,459 alcaldes y 16 jefes delegacionales -con 17,446 regidores; 2,600 síndicos y 38,302 comisiones-, sin olvidar que sólo 458 municipios tienen Reglamento Municipal (o sea: 2,001, el 81% del país, se gobierna al tanteo, como les va latiendo; y 217, casi un 9% más, van a su aire, por “usos y costumbres”); más 32 congresos, la Asamblea Legislativa de la CdMx; y 33 cortes superiores desde las que se imparte justicia. Confeti institucional para estructurar una nación.

 

Añada que la primera obligación del gobierno es cumplir y hacer cumplir la ley, pero de cumplirla, lo que se dice cumplirla, todavía no empiezan; y de hacerla cumplir, lo que se dice hacerla cumplir, tampoco: 98.5% de los delitos quedan impunes. Este desinterés de no todos pero no pocos de los que cobran por gobernar, puede deberse a que se hacen bolas o que los abrume tener que cumplir y hacer cumplir una Constitución federal y 32 constituciones locales, 292 leyes federales, 555 reglamentos federales; 218 leyes electorales (los 217 de usos y costumbres hacen lo que les pega la gana, desde no dejar votar a las mujeres); más nueve mil leyes estatales y sus reglamentos, que no sólo no coinciden entre ellas, sino que los 33 órganos legislativos no paran de cambiarlas. “Cumplir y hacer cumplir”… ok, pero no se puede tanto.

 

La segunda obligación del gobierno, muy relacionada con la primera, es cuidar de la seguridad pública, asunto en que los resultados no abonan a favor de la autoridad, pues no es fácil hacerlo con 2,200 cuerpos policiacos municipales, 217 “fiscales”, “topiles” o “guardas” (en municipios de usos y costumbres); 32 cuerpos de policía en las entidades y 32 policías ministeriales locales; aparte de la Policía Federal, Gendarmería Nacional, Policía Federal Ministerial, Cuerpo de Policía Militar, Policía Judicial Militar… y nadie sujeto a nadie ni coordinado con nadie. Acá, lo único organizado es la delincuencia.

 

En México lo que tenemos son diversos grupos políticos dedicados a darse empleos pagados por el erario, aparentando que gobiernan; ¿cómo lo consiguen?… pues con lógica de masas: cerca de 5 millones de burócratas alcanzan bien para aparentar que vibran de actividad las instituciones oficiales… pero todos saben que no es cierto y se guardan el secreto entre ellos… “que no salga de nosotros 5 millones”. Chulada.

 

Funcionan algunas cosas, de regular a más o menos bien, sí (los institutos nacionales de salud, por ejemplo), pero no hay nada institucional que actualice completamente el concepto de gobernar (mandar y dirigir con apego a la ley).

 

Luego, para ser país se necesita pueblo. Pueblo son los que habitan un territorio con conciencia común de formar una unidad ético, social, política, compartiendo lengua, tradiciones, historia… y francamente, a lo largo de estos primeros 500 años lo que conforma eso que llamamos pueblo, está fragmentado en etnias, clases, estratos y costumbres muy diversos, que aparte del futbol, las telenovelas y la virgen de Guadalupe, en lo demás somos diferentes (“diversos”, dicen hoy), con un factor común, ese sí siempre presente en nuestra historia: nos importa un pito el gobierno (y el gobierno nos corresponde a todos).

 

Así, siendo así, avanzamos, no poco, casi a pesar nuestro… ¡ah!, con tantito orden, nada más tantito.

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