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Melón o sandía / La Feria

Melón o sandía / La Feria
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Sr. López

¡…sssh!, ¡silencio!, 89 millones de electores estamos reflexionando… no nos distraigan.

 

Ayer iniciaron los tres días de veda que nuestra ley electoral dispone para que nadie haga proselitismo electoral por ningún medio, para que los partidos retiren toda su propaganda y en suma, para que nada influya el razonamiento del voto de cada elector. De veras, ¡qué país el nuestro!, casi el paraíso.

 

Igual, según nuestra previsora ley, el proceso electoral se divide en tres etapas: precampañas, inter-campañas y campañas, con fechas de inicio y término muy precisas, y como nunca falta uno que se quiera pasar de listo, los actos anticipados de campaña, están prohibidos (con pena de manazo y media hora en el rincón: grave).

 

Ni la burla perdonan. Todo el país sabe que hubo uno (no se puede decir su nombre: no hay que jugar con lumbre, estamos en México y la ley es sagrada), que hizo campaña todo el sexenio… ¿y sabe qué?: hizo bien, ¿con qué autoridad nuestros legisladores le dan o no permiso a un ciudadano de andar diciendo que quiere ser Presidente de la república o Mayordomo Principal de la Fiesta del Santo de su pueblo?

 

Nuestra ley electoral es un berenjenal, intento siempre fallido de poner puertas al campo. Ojalá se simplificara.

 

Cuando dentro de 1,500 años los arqueólogos la encuentren entre las ruinas de la CdMx y consigan traducirla, concluirán (en el idioma que se hable entonces):

 

“Se trata de un interesante documento de un antiguo y extendido asentamiento humano, sepultado por las violentas erupciones volcánicas sucedidas en la zona  entre los siglos XXIII y XXIV, se duda de su nombre pues se ha encontrado evidencia de varios: Ayuntamiento de México, Ciudad de México, Distrito Federal, México-Distrito federal, D.F. y CdMx, que pudo ser parte de la entonces denominada América Mexicana, Imperio Mejicano, Nación Mexicana, República Mejicana, Estados Unidos Mexicanos, Méjico, EUM, México, Mex. y otras, al parecer parte -o colonia-, del entonces existente Imperio del Norte”.

 

“El texto se localizó en el nivel estratigráfico correspondiente a principios del siglo XXI, y confirma que aparte del juego de pelota (ya antes ratificado por numerosos vestigios), tenían una curiosa costumbre que hace mucho se sospechaba practicaban periódicamente, para elegir entre todos a ciertos tipos de representantes que aparentemente pudieron ser reconocidos por breves periodos de tiempo como autoridades. Lo traducido hasta hoy, acredita que los habitantes de la zona eran el grupo humano más dado a la mentira y la trampa, que se conozca, por lo que privaba la desconfianza general entre los individuos y esas autoridades; no hay pruebas concluyentes sobre si llegaron a organizarse como sociedad realmente funcional o constituían grupos aislados con esporádicas aunque intensas  relaciones de orden comercial o simple intercambio; a reserva de futuros hallazgos, los actuales indicios hacen concluir que no lo consiguieron sino de manera formal”.

 

“Por su enorme capacidad de reproducción y fortaleza genómica, su herencia biológica es la dominante entre los habitantes del actual Meus, antes América del Norte, amplio territorio que va del Paralelo 15 hasta el Polo Norte, con mezcla genética comprobada con todas las etnias de esos tiempos y hasta vestigios de una raza hoy desaparecida en la región -llamados entonces caucásicos o “blancos”-; también son mayoría en las numerosas industrias instaladas en la Luna y la casi totalidad de los pobladores de Marte, por su resistencia a las más duras condiciones de vida sin que disminuya su constante crecimiento demográfico, vital para la permanencia y florecimiento de las colonias extra terráqueas”. (¡Sí señor!).

 

Usted no se distraiga y siga haciendo gimnasia neuronal. Reflexione. Razone. Primero que nada, decida ir a votar el domingo, eso es lo más importante, nada de “¿iré o no iré?”… ¡claro que va a ir!, y con valor y gallardía tenochca, va a pedir sus boletas, con arrojo se va a meter a la casilla (la frente en alto, ¡sacando pecho!), y crayola en mano las va a tachar.

 

No se atarante, por enredada que sea la ley electoral, usted concrétese a tachar una por una, con calmita (no la vaya a anular usted mismo por andar con prisas o poniéndose ingenioso); busque el nombre del partido y candidato que le lata y táchelo nomás una vez, no le haga al cuento, váyase a lo seguro, porque en una de esas se equivoca… y en lo que llega el momento: siga razonando su voto, decida libremente y el domingo, vote. No se le pase.

 

Y luego, ya a sus cosas, pero con su conciencia cívica tranquila, a esperar que den las once de la noche para que empiecen a darnos resultados nuestras altas autoridades electorales. Si gana el que usted quería, qué bueno; si no: nada.  

 

¡Ah! y recuerde que su voto para Presidente de la república, en esta ocasión, particularmente en esta y como raras veces, va a influir en el destino del país por más años que un sexenio. No se le ocurra votar con el método de “tin marín de do pingüe”: es cosa seria, no es melón o sandía. 

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