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Más que país somos paisaje / La Feria

Más que país somos paisaje / La Feria
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Sr. López

 

Pepe, el más impresentable primo que tenerse pueda, fue a pedir permiso para ponerse de novio de una flaquita que le gustaba mucho (estamos hablando de otra época, otro México, ahora parece que ya no se pide permiso ni para… bueno, para nada). Sabida su fama, le contestaron: -No, nunca, en esta casa ni ella ni ninguna, ni la abuela –y tenían razón.

 

Mal anda el asunto si para Presidente tenemos que escoger entre un señor muy decente, dedicado a las finanzas; un bribón dedicado a sus pillerías; y un astuto profesional de la seducción.

 

Está serio si Meade, Anaya y el Peje, forman el menú democrático nacional. ¿Habría manera de evitar las elecciones? (¿de plano se vería muy mal recurrir al Papa -como en el siglo XV, cuando Alejandro VI dividió al mundo entre España y Portugal-, para que Francisco emitiera una Bula y él nombrara al Presidente?)… No, eso no es posible, no son los tiempos: tenemos que elegir y la de fideos se acabó. Chin.

 

Lo que se antoja con este menú, sería un moderno Prometeo, un Presidente hecho con partes de cada candidato (porque eso de “precandidatos” es vacile), la decencia, sabiduría técnica y buenas maneras de Meade; la cara dura de Anaya (que nunca estorba, ya ve usted que luego hay que hacer desfiguros en eso de la política), y la habilidad política del Pejehová… pero no se puede y si se pudiera, recuerde que a la Mary Shelley le salió su Frankenstein (y no se trata de eso).

 

En los tiempos que corren, sabemos que no podemos tomarnos en serio las encuestas, pero la gente (esa, la común, la señora de las quesadillas y el fisicomatemático nuclear; el bolero y la tiple de tercera fila), perciben que Meade “no levanta”, igual que hace seis años se daban cuenta que a Peña no lo paraba nadie.

 

¿Cómo es esto?… averígüelo Vargas (diría Chabelita la Católica), pero así es porque en nuestro risueño país, por el hermetismo del régimen -primero- y luego por el despelote que a partir del año 2000, acarreó lo que llamamos con humorismo involuntario, “apertura democrática”, el ciudadano promedio desarrolló a lo largo de estos ya 88 años de fintas y amagues, un fino olfato para percibir la realidad.

 

Tal vez también sea así en otras latitudes, pero en México eso de que “el pueblo sabe”, es una verdad indiscutible. Y la gente también sabe que aún es tiempo de presenciar una de esas suertes de fantasía que se echa el PRI… pero el tiempo corre.

 

No podemos saber si es cierto lo que dicen las encuestas, por ejemplo, sobre la impopularidad de Peña Nieto, supuestamente mayor que la de Trump ¡y Maduro!, pero sí sabemos que es un monumental error haber presentado a Meade ante el respetable, como candidato del PRI.

 

Pudieron intentar diluir la manchita tricolor destacando que Meade es un señor sin partido seleccionado por el PVEM, el Panal… y el PRI (así, dicho casi entre dientes). Su periplo nacional debería hacerse cobijado por la alianza que lo postula y ya en estas: se debió prever el escenario de repudio y en su momento, debieron machacar al C.Anaya, para presentar una coalición PAN-PVEM-Panal-PRI (y si el Pacto por México fue posible antes, más les hubiera valido sostenerlo para la elección, incluyendo al PRD).

 

Sueños de opio, claro, pero la pesadilla en que se está convirtiendo la campaña tricolor justifica fantasear: todos unidos con un candidato apartidista y de prestigio impecable, enfrentado a un Pejeremías que en su partido es un dictador incontestable y como Presidente no tiene por qué cambiar su modo.

 

No fue así, con estos hay que arar… y los del PRI todo esperaban menos la transformación del Peje dogmático en el Peje pragmático, quien muy sonriente clavó en la fachada de sus oficinas: “Se recibe cascajo”, porque ahora resulta que le abre las puertas a lo que caiga (apóstatas del salinismo, del PRI, del PRD, del PAN, del PVEM, evangelistas, empresarios, artistas, deportistas, con y sin prestigio, todo recibe, incluida la señora Gabriela Cuevas).

 

Y aparentemente en el PRI tampoco se dan cuenta que la popularidad del Pejesús es no solo por haber estado 17 ó 18 años en campaña, sino porque lo apuntala el repudio al actual gobierno de la masa depauperada, junto con un factor adicional: algunos de los gallos del tricolor, sin confesarlo ni borrachos, quieren que no gane Meade para que pierda Peña Nieto: sí, el PRI no es el aparato monolítico de antes, la implícita impunidad que daba la fidelidad al partidazo no existe ya, Peña Nieto permitió una corretiza general de exgobernadores (algunos hoy en la cárcel, otros huidos, todos desamparados, a sus fuerzas)… y en ese plan, cada quien ve por sí mismo. La complicidad era el cementante de la estructura política nacional, sin ella desapareció la otrora legendaria disciplina priista.

 

¿Hay remedio?… sí, claro. ¿Lo van a aplicar?… no lo parece. Si no se cambia el equipo del PRI que rodea a Meade, si él mismo no se deslinda del peñanietismo, no se va a hospedar en Los Pinos… aunque… momento: por supuesto existe la posibilidad de que lo monten en La Silla; peores han hecho y no se ve razón en el horizonte para que les dé un ataque de ética. De manera que tampoco se va uno a sorprender si resulta que Meade gana por zapatiza. Total: algunas protestas, marchas… otro plantón.

 

Si ve imposible que le hagan trampa otra vez al Pejeremías (porque cuando menos es claro que se la hicieron en 2006), quiere decir que acaba de llegar de Oslo, Noruega. Únicamente la votación masiva del electorado haría imposible cualquier maniobra, cualquier mapachería de urna y tribunal, y eso no va a suceder: el 40% de los votantes reposan plácidamente frente al televisor, mientras el destino nacional es una moneda en el aire. Sí.

 

México es así, más guadalupano que cristiano, más priista que panista, más panista que perredista, y aunque no lo crea, algo pevemista y un no poco morenista. Respetando la memoria de don Nicanor Parra, ayer fallecido, hemos de aceptar que políticamente nos falta mucho y por eso, más que país somos paisaje.

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