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Mamarrachada / La Feria

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Sr. López

 

La boda de la prima Leticia (de las de Jalisco, guapa 12 grados Richter) terminó como estaba previsto: en la Delegación, con abogados repartiendo dinero para que no ficharan a nadie por riña. La abuela Elena lo predijo: con esa familia (la del novio), esto promete ser boda de nota roja. Fue.

   

El 8 de septiembre, inició el proceso electoral 2018. Luego, en diciembre, inician las ‘precampañas’ (concepto peculiar que alguna lógica debe tener, aunque en rigor, los políticos siempre están en precampaña, digo, si se respetan). Después viene el viacrucis tenochca de las campañas; la elección (el 1 de julio); la etapa de gritos y sombrerazos (impugnaciones les dicen, ellos tan propios); y el 1 de diciembre, el cambio de Presidente de la república (un por cierto urgente: varias veces ha dicho este menda que la entrega del Poder Ejecutivo federal es el 1 de octubre… y no, eso será para el siguiente Presidente, este sí termina completos y copeteados sus seis años. Una disculpa por las molestias).

 

Uno se imagina que todos los partidos políticos, están en lo que en el futbol llaman ‘concentración’, ya haciendo cerebro, estudiando estrategias y entrenando para la contienda… y la realidad es que no, que la cosa está de pena ajena.

 

El PRI, este PRI, el de don Peña Nieto, está como la prima Alicia, que después de tanto novio, acabó quedada. La realidad es que por merecidas e inmerecidas razones el tricolor llega muy debilitado a la contienda electoral, tanto, que más le vale enamorar a los señores del Verde y de cualquier otro color. Tienen que evaluar muy bien en qué estados de los ocho en que hay elección de Gobernador, ceden la candidatura local a cambio de apoyo a su candidato a Presidente -por ejemplo: en Chiapas, el PVEM les puede arrimar más de un millón de votos, por ejemplo-, eso o se hunden: solos pierden y en alianza tienen esperanza. Eso es dato (no me haga caso, en la política mexicana pasa lo que sea).

 

Qué decir del resto: el PAN está en fermentación. El PRD, colapsado, en etapa de “ya no hay sobrevivientes ni desaparecidos”, ¡a sacar el cascajo! Morena, que no es Morena sino el Pejehová, condenado a perder aunque volviera a ganar. Los demás, los demás son la comparsa que pone sabor y ayuda al ambiente, pero nada más (y los candidatos independientes que consigan el milagro de aparecer en la boleta, que se hagan a la idea: hasta ahí llegaron). Veremos las combinaciones de alianzas más estrambóticas. Son los tiempos.

 

Y hablando de cosas estrambóticas, por favor, no sea frívolo, no sea irresponsable, no puede pasar por alto la importantísima firma el día de ayer de un “Programa de trabajo en materia de capacitación, difusión, y divulgación para prevenir la comisión de los delitos electorales y fomento a la participación ciudadana”… entre Santiago Nieto Castillo, titular de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales (Fepade), y Alfonso Miranda Guardiola, de oficio obispo, representando a la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM). ¡El acero aprestad!

 

Uno no es comecuras (de ninguna manera), ni por no tener membresía de la iglesia romana la ningunea ni le regatea nada de lo mucho que aportó a la civilización occidental (como dicen que decía Unamuno -a uno no le consta-, “la religión católica es filosofía griega más derecho romano”, ¡poquita cosa!), ni que los más grandes avances de la ciencia han sido aportaciones de gente de iglesia o cuando menos, pertenecientes al cristianismo (no se sorprenda, si le interesa otro día lo comentamos); nada de eso está en duda, pero aquí de lo que estamos hablando es de la iglesia católica en México, en cuestiones de política.

 

Sin ponerse a sospechar nada feo del señor Nieto, titular de la Fepade, no encontró este López ninguna facultad expresa para que la Fepade firme un acuerdo con la jerarquía católica (y los funcionarios no pueden hacer sino aquello para lo que la ley los faculte, a diferencia del ciudadano de a pie que -al revés-, podemos hacer todo aquello que no nos prohíba la ley).

 

Dirá algún entendido que la fracción V, del artículo 23, del Reglamento de la Ley Orgánica de la Procuraduría General de la República, sí faculta al fepado Nieto… y no, fíjese que no, porque esa fracción dice que puede participar y coordinar en “la elaboración y ejecución de los programas de prevención en el ámbito de su competencia”, y el Programa que firmó con el señor Obispo es para prevenir, sí, pero qué lástima que esa fracción de la ley diga muy claro que eso lo puede hacer “con las instancias competentes”, y que uno sepa, todavía no es una instancia de nuestro gobierno la Conferencia Episcopal.

 

Lo que sí está claro, por otro lado, es que somos en México un Estado laico y que ninguna iglesia puede meterse en política, según la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público; y resulta raro que una Fiscalía de la PGR dedicada a perseguir los delitos electorales ande firmando programas de trabajo con un Obispo.

 

Y no es cosa de hacer como que no nos damos cuenta que algunos jerarcas de esa religión se meten en política, varios, en plural. Recordemos por poner un ejemplo, al agradabilísimo sacerdote Hugo Valdemar vocero de la Arquidiócesis Primada de México (¡ese!, el que en 2010, declaró que el PRD era fascista y peor que el crimen organizado), que el 22 de agosto de 2016, declaró: “(…) mientras la Iglesia esté en el mundo, no le puede ser ajena la política”. Así ¿o más clarito?, el señor vocero se pasa la ley a 80 centímetros de piso terminado.

 

Claro que nuestras autoridades andan en cosas más importantes y dejan que los señores obispos digan (y hagan y dejen de hacer), lo que les pegue la gana. “No oigo, soy de palo”, parece ser la consigna, cuando lo que pasa realmente es que le tiene pavor a la jerarquía eclesiástica. Será por algo.

 

Igual no pasa nada y no pasará. Ellos, los obispos, ni son tan activos (habrá los que sí), ni tan tarugos (también habrá los que sí). Pero no se entiende a qué pueda obedecer esta mamarrachada.

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