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Los Xochimilcas / La Feria

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Sr. López

 

Tía Tina (de Autlán de la Grana, guapa de boquear), se divorció por unos tamales. Su esposo, un tal Óscar, era más duro que la piedra braza para el dinero. Habían ido al cine con sus cinco retoños (todos varones), y ella sugirió ir a cenar tamales a La Flor de Lys, merendero de clase media del entonces D.F., en la colonia Roma, y su marido dijo que no tenía dinero. Tenía. Para sostener la mentira, se inventó que debía pagar una deuda y que todavía no juntaba la cantidad. Tía Tina se preocupó y a solas, ya en su casa, le preguntó qué debía, y el señor aquél que fungía de esposo, le dijo que era un asunto viejo con un compañero de trabajo. No era cierto. El tal Óscar, feliz, vio que su engaño le permitía dosificar lo que daba de gasto y además, con ese racionamiento hacía creíble su farsa. La tía durante semanas, lo  taladró a preguntas, él, arrinconado, se puso de acuerdo con un amigo suyo, abogado de esos que ejercen a la puerta de las delegaciones de policía (un mequetrefe), y fingió un súbito embargo. Salvada la situación (ella tenía un revólver colt 45, que le enfriaba los ánimos a cualquiera… sí, era de las de Autlán), tía Tina procedió a realizar un operativo llamado “Mudanza Sorpresa” y por teléfono le dijo a su marido que para que decirle la nueva dirección del domicilio conyugal, le soltara toda la verdad: cuánto debía, a quién le debía, las copias de los pagarés vencidos; ya ella vería que su familia les prestara apoyo, dejar pagada la deuda y regresar a la normalidad. Sabedor el Óscar de los modos de los López de Autlán, prefirió confesar la verdad: no era cierto, fue por no gastar en los tamales, que regresara a su casa, que no se preocupara más. Se divorciaron… por no gastar en unos tamales. Caso rigurosamente cierto.

 

La presente administración federal, al mando de nuestro Presidente de la república, argumentando que la construcción en Texcoco del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAIM), era un entramado de corruptelas, canceló su ejecución. No hay a la fecha un señalamiento directo (ni indirecto), de los actos de corrupción invocados para suspender una obra inmensa que no le iba a costar un centavo al gobierno, ni a nadie, pues todo se recuperaba con el pago de la Tarifa de uso de Aeropuerto (TUA), que apoquina cada pasajero al comprar su boleto de avión. Las empresas que participaban en la construcción del NAIM, eran socias, no contratistas. Ahora hay que regresar su dinero a los inversionistas y pagar a los constructores lo que habían hecho. Hay una danza de números, pero el chistecito nos cuesta al menos 145 mil millones de pesos que se van al caño… pero ¡espere!, como en los infames Infomerciales: lo peor no es el dineral que se evapora, sino la sospecha inmediata de los inversionistas de que este gobierno no es fiable. La desconfianza es una barda de concreto armado: la gente de dinero (de esa clase de dinero, tipo BlackRock), no se anda con bromas.

 

A este día, está pendiente de arreglarse la liquidación del 91% de los contratos del NAIM: 163 mil millones de pesos. Don Jimenitos Espriú salió a “aclarar” que todo se arregla con 100 mil millones… bueno, está bien, será esa cantidad, pero sigue siendo absurdo gastar lo que sea en un aeropuerto que no se terminará de construir (y que se quiere inundar, para hacer del todo imposible que en el futuro se retome la obra… ¡áchis!).

 

Ya con los inversionistas alzando una ceja de desconfianza, nuestro gobierno federal anunció la ejecución de obras inmensas que no tenían proyectos, licencias ni permisos (el trenecito Maya y la refinería de Dos Bocas), que todo el mundo a coro, califica como puntadas nada aconsejables, comprometiendo la realización de los proyectos en que debería estar metido de cabeza el gobierno: comunicación del Golfo al Océano Pacífico por el Istmo y reflotar a Pemex. Ya alzan las dos cejas los del dinero.

 

Luego la CFE, al mando con garrote de Manuel Bartlett, anunció que anda con ganas de pelearse con los socios de CFE en la construcción de gasoductos. Y de cerecita de ese pastel: renunció don Urzúa (por tuit), denunciando cosas muy gordas de improvisaciones, nombramientos de ignorantes y conflictos “patentes” de interés. Y la confianza de los capitales globales, se esfumó. Hay más posibilidades de que Burundi gane el Campeonato Mundial de Futbol a que inviertan en México durante este gobierno. ¡”Bye”!; ¡”ciao”!; ¡“auf wiedersehen”!; ¡“adieu”! (que “au revoir”, sería un hasta la vuelta, hasta la vista, hasta volvernos a ver… y eso es lo no quieran: volver a ver a nadie de este gobierno, hoy por hoy)… y todo empezó por necear con lo del NAIM. ¡Híjole!

 

Ayer salió en plan de salvamento de Pemex. Su Director General, de nombre evitable, presentó un resumen en la reglamentaria conferencia de prensa mañanera de nuestro Presidente. Sería una pretensión risible de parte de este López, decir que le entiende nada al tema: es complicadísimo, pero no fue hecho el plan, ni el resumen presentado, para convencer a un ignorable tecladista, pero sí para darle algo de oxígeno a la confianza de la terrible comunidad global del voraz gran capital. No se obtuvo. Citigroup (dueño de Banamex), dijo desde Nueva York, que el plan es una birria (lo dijeron menos feo: “no tiene nada nada nuevo y los montos que el gobierno plantea reducir sobre los impuestos de la petrolera para que alcance un presupuesto equilibrado en 2021, son decepcionantes”).

 

Mientras, nuestro Presidente tiene pendiente lo de la inseguridad pública, se confronta contra la CNDH, la Suprema Corte, a marchas forzadas intenta contener el escándalo de la seguridad social en entredicho, de la Guardia Nacional que nace con fórceps (con un motín a bordo, cortesía de Policías Federales que no son tarugos de nadie), se dobla con la parte menos presentable del sindicato de maestros… y le hace fuchi a la “prensa fifí”.

 

Bueno… no seamos pesimistas: no será ópera, ni obra musical, pero también pueden ser muy divertidos los Xochimilcas.

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