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La feria / No más cebolla

La feria / No más cebolla
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Sr. López

 

Hace tiempo le conté que según la abuela Elena, allá por los años 20 del siglo pasado, llegó a Autlán un médico joven, elegante y no mal plantado, con unos diplomas muy bonitos en francés, que de inmediato empezó a tener clientela de entre algunas señoras de no malos bigotes e intenciones por determinar. Pronto se supo que recetaba siempre lo mismo para todo: cebolla; cruda, hervida, en infusión, macerada para emplastos… cebolla, siempre cebolla, para todo mal y molestia. Así las cosas, una tarde fueron a verlo una señora que tenía cólico, su hija que ya no veía del dolor de cabeza y el esposo de la señora, papá de la chamaca, el mero alcalde, don Margarito, un señor chaparro y panzón, sombrerudo de huarache, pistola al cinto y poco hablar, cuya vida amenazaba de innoble manera una diarrea terrible. A los tres prescribió cebolla el doctorcito, a la esposa en cucharadas, a la hija le puso chiquiadores y a don Margarito no se supo cómo pero todo el pueblo lo vio correteándolo por la calle principal echándole bala a los pies y ni por sus diplomas volvió. Decía la abuela sonriendo: -Si a él le receta guayabas, hubiera seguido esquilmando gente un buen rato –pues, sí, era mucho necear con la cebolla.

 

Que alguien le explique a nuestra clase política que no pueden seguir haciendo lo mismo y esperar con candidez resultados distintos. Haciendo lo mismo para un país distinto. Repitiendo las mismas recetas para situaciones y hasta delitos nuevos. Aplicando como panacea universal un modo de hacer política, de gobernar y elegir gobernantes, que funcionó unos años del siglo pasado (cuarenta cuando mucho), por razones que sabemos son ya muy lejanas al momento actual: no estamos saliendo de una guerra civil que duró poco más de 20 años que arrasó con todo y dejó a la gente boqueando de hambre y miedo, tanto, que la hizo aceptar lo que fuera a cambio de algo de orden y paz. No es creíble que no vean las nuevas circunstancias. Si no son canallas ni autistas, son entonces el modelo más acabado de ineptitud que se pueda concebir.

 

Que también alguien les explique a nuestros gobernantes, que igual que antes, del extranjero pueden influir para determinar nuestros asuntos. Ya nos ha pasado y hay no pocos indicios claros de que ya le colmamos el plato a los grandes intereses geopolíticos y económicos que no pueden seguir esperando a que nos gobernemos bien, para poder venir a obtener las ventajas y beneficios que les significa nuestro país por su ubicación, su inmensa población y sus recursos naturales, aunque también se beneficie México. Aunque.

 

De los EUA llegó en el siglo XIX, casi recién independizados, el empuje que requería el liberalismo mexicano, para echar del país a don Maximiliano. Juárez lo sabía y esperó comiéndose las uñas de ansias, el fin de la Guerra de Secesión, rogándole a Dios que la ganara el norte yanqui, para entonces sí tener el aliado sin el que hoy, aquí, estaríamos hablando en francés.

 

Igual de los EUA llegó el apoyo a la fracción revolucionaria que en el siglo XX se alzó con el triunfo. Si los yanquis llegan a reconocer a Huerta en lugar de a Carranza, aquí nos hubiéramos quedado con gobiernos de cuartelazo.

 

Lo mismo aplica con la sacrosanta expropiación petrolera: a los yanquis les convenía que Cárdenas echara fuera a las empresas petroleras europeas (ahí venía la Segunda Guerra Mundial); y ya desde antes, el embajador yanqui Josephus Daniels, cuenta que el presidente Wilson (quien ejerció el cargo de 1913 a 1921), mandó a  volar a los petroleros gringos que le propusieron mandar tropas de su país a los campos petroleros mexicanos, para asegurar el suministro que requerían para la Primera Guerra Mundial en Europa; cita don Josephus: ‘Wilson preguntó: ‘¿Quieren decir que a menos que vayamos a México y tomemos por la fuerza los campos petroleros localizados en su territorio no podremos librar la guerra?’ Alguien respondió: ‘Así es.’ El Presidente entonces dijo: ‘Pues entonces tendrán que prepararse para una  guerra con cualesquiera que sean las reservas de petróleo que tengan o aquellas que se puedan comprar en los mercados. Alemania utilizó el mismo argumento cuando invadió Bélgica. Nosotros no podemos hacer lo mismo.” Y en la biografía de don Josephus  (‘Memoria política de México’, Instituto Nacional de Estudios Históricos), se dice: ‘En 1938, siendo el consejero sobre asuntos mexicanos de mayor confianza del presidente Roosevelt, Daniels apoyó la expropiación de la industria petrolera decretada por el presidente Cárdenas…’

 

No por bonachón el tío Sam medio nos dejó en paz largos años. Igual se ha asegurado sus intereses; igual nos tomaron como proveedores de mano de obra con el ‘Programa Bracero’, que cancelaron cuando les vino en gana; igual nos impusieron la guerra contra el narco; y ahora apenas hace días, nos llevaron casi de las orejas a firmar junto con el resto de Centroamérica, el acuerdo para custodiar nuestra frontera con Guatemala, en coordinación con los comandos Sur y Norte de las fuerzas armadas de los EUA (bajo su mando, pero dicho bonito).

 

Si toda la política del país, si todo lo gubernamental y electoral, si la seguridad interna y todo lo demás, lo siguen atendiendo nuestras autoridades con el viejo recetario ya en desuso, de la era del pricámbrico clásico; si lo que estamos viendo en el actual proceso electoral del Estado de México, es el mejor esfuerzo del peñanietismo, le tengo noticias: nos van a venir a poner Presidente en el 2018.

 

El imperio global del capital y su cara visible (la Casa Blanca), ya agotaron la paciencia. Desde tiempos de Salinas de Gortari esperan resultados; con Fox, creyeron que el cambio era un hecho; con el regreso del PRI, se ilusionaron… ya no más cebolla.

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