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La Feria / El Diluvio

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Sr. López

 

Tía Beatriz tuvo una vida perra por cortesía del mal marido -tío Luis-, que padeció hasta su muerte (de él). Ya sabe usted algo de tía Beatriz, especialista en sufrir, que ya viuda cuando todo estaba bien, contestaba al tradicional ‘¿cómo estás?’, con un ‘aquí con mi pena’, aunque no tuviera ninguna. Sin embargo, del marido jamás se le oyó quejarse y alguna vez que alguien comentó la clase de batracio que había sido, respondió muy brava: -¡De Luisito no hablen, así lo quise y lo sigo queriendo! –bueno… algo tendría.

 

¿Y si el PRI gana en el Estado de México?… y hasta sin trampas. ¿Por qué es imposible?

 

Vamos por partes: el PRI de antes y el de hoy (el neoPRI peñanietista, que ni se parece a lo que llamábamos PRI), tiene opositores que no necesariamente, por el solo hecho de oponerse al PRI, son almas puras como agua de manantial. Hay por supuesto opositores al tricolor que tienen la papeleta limpia, las mejores intenciones y una ética más sólida que el acero sueco marca Palme… pero también hay opositores al PRI que ocupan algún lugar en el amplio abanico del albañal de la política en su peor acepción.

 

Y es justo decirlo, también hay priístas de calidad exportación, gente convencida y buena, a pesar de su priísmo, faltaba más; aunque no sean escasos los tricolores pertenecientes a la copropolítica más fétida -diarreica-, que resulta de la mezcla de dinero y poder. Sí, con la pena, pero hay priísmo caca.

 

La premisa indiscutible de los oposicionistas al PRI (distintos a los opositores), es que toda la gente está harta del PRI… bueno, si eso es así, que alguien nos explique el abstencionismo electoral. El no votar puede ser una postura política, claro (‘yo no les voy a hacer el caldo gordo: si van a hacer trampa, que cuando menos no se limpien con mi voto’), pero casi siempre es por pereza o por el desánimo de saber que siempre gana el mismo. Pero el que no vota, permite y el que permite no tiene derecho de queja.

 

En el Estado de México el abstencionismo está bajo sospecha. Campanudamente informa el Instituto Electoral del Estado de México (IEEM), que cuando la elección del gobernador Chuayffet en 1993, votó el 83%, como si no supiéramos que en ese entonces era todavía muy fácil alterar los números (¡tengan su 83% de votantes!).

 

Y tan es así, que para la siguiente vuelta, en 1999 (elección del gobernador Arturo Montiel), ya con el instituto electoral más seriecito, la abstención se triplicó y llegó al 52%; luego, en el 2005, cuando la elección de Peña Nieto como gobernador, la abstención siguió creciendo y llegó al 57% (más de cinco millones de mexiquenses no se tomaron la molestia de salir a votar, de un padrón de 8 millones 915 mil).

 

Luego llegó la elección del 2011 (la de Eruviel), que se supone fue un fenómeno, pues consiguió casi 3 millones 20 mil papeletas a su favor y sí, puede ser cierto, pero el padrón de electores en esas fechas era de 10 millones 556 mil, así que don Eruviel llegó con el voto del 28%; dicho de otra manera: el 72% de los mexiquenses no lo escogieron como gobernador. Y este es el punto, fíjese bien: no salieron a votar cuando Eruviel, 4’827,403 de los inscritos en el padrón, el casi 46%; o sea, montaron a Eruviel de gobernador, 3 millones 20 mil, cantidad menor a los que no votaron… ¿se da cuenta? Así se pierde no solo la elección sino el derecho de pataleta.

 

Los que saben de esto dicen que el previsible que en la elección del próximo domingo, se abstengan de votar seis millones de mexiquenses… o sea, que ya mande enfriar la champaña don Alfredo del Mazo.

 

Eso por un lado, por el otro: ¿a poco de veras doña Delfina de todos nuestros respetos es lo mejorcito que encontró Morena para enfrentar a la maquinaria tricolor? Digo, si la señora es la santa que describe el Pejehová, a nadie se le ocurre subir al ring a la madre Teresa de Calcuta contra Mike Tyson; y si no es tan santa, igual no es una Golda Meir, una Angela Merkel, ni una Dolores Ibárruri, aquella lideresa republicana que incendiaba con la palabra y quedó en la historia con su apodo‘La Pasionaria’. No es mofa ni mucho menos, de verdad cree este López todo lo que dice el Pejeremías de ella, pero la mamá de Albertano, doña Lucha, no es rival para una pandilla de maras de la política, especialista en mantener el poder, como lo han mantenido desde 1929 y ya desde antes, que en 1920, el general Abundio Gómez Díaz fue gobernador del Estado de México por las puras gónadas del general Álvaro Obregón y de ahí pa’l real.

 

Doña Delfina Gómez Álvarez, con todas sus prendas, no deja de ser la expresidenta municipal de Texcoco, sin partido, y luego, ya en Morena, diputada federal. Punto. En tanto que Alfredo del Mazo siendo un pésimo candidato que hace bostezar una cabeza olmeca, representa los intereses del inmenso poder federal y del Estado de México, que lo respaldan con todo, chueco o derecho; de preferencia, chueco.

 

Para que Alfredo III pierda la elección tendrían que pasar dos cosas, una muy difícil: que la gente salga en masa a votar; la otra, que lo hiciera mayoritariamente por doña Delfina. Lo primero es casi imposible; lo segundo, muy de dudarse: para eso hay cinco candidatos y entre ellos se va a atomizar el voto.

 

El PRI sabe que si se mantiene la abstención de siempre, gana y está listo para ganar también la impugnación que el Peje hará.

 

Los responsables de este fiasco son las dirigencias del PRD y Morena.

 

En el no tan lejano 2006, en el Estado de México, arrasó en la elección presidencial la alianza PRD, PT, Convergencia. Obtuvo el 43.31% de los votos, 12% más que Calderón, 25% más que el PRI… y ahora no fue posible porque por un lado, los usufructuarios de la franquicia del PRD, no lo vieron rentable, y por el otro, porque el peor enemigo del Peje es el Peje: era él, con sus condiciones y su candidata o el Diluvio; después, ya tarde, el Peje clamó por la alianza… con malos modos, como ultimátum. Ya estaban muy hechos los amarres del PRI con los malandrines electorales. Y bueno, pues El Diluvio.

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