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La Feria / Dicen…

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Sr. López

 

Usted ya está muy al tanto de que tía Victoria (tía abuela, de las del lado materno-toluqueño), en su vida tuvo más colchones que la cadena Hilton International y que era la lengua más temida de la familia, la ciudad y sus alrededores; característica agravada por su extraordinaria memoria y conocimiento de toda cosa vergonzante de todo mundo. Para no correr peligro, la cosa era no meterse con ella ni con sus afectos, que fue lo que pasó a tío Ricardo, quien en una sobremesa, comentó que ‘se decía’ mucho que Olguita (cimbreante y estupenda prima de este López, sobrina favorita de la tía), andaba en ‘malos pasos’, que no le constaba nada, pero como ‘cuando el río suena…’ Y la tía, rauda, intervino: -¡Ay, Ricardo! entonces tú eres un maricón -con perdón de la FIFA, pero antes así les decían-, porque lo dice todo Toluca sin que les conste, como mí que sí lo sé y nunca lo he dicho -enmudeció el palenque; a tío Ricardo se le volvió a ver dos navidades después. (Sí era).

 

Ahora estrenamos escándalo: el gobierno federal está bajo sospecha de espiar a algunos periodistas y destacados activistas.

 

Un reportaje de antier del ‘New York Times’ (NYT; comillas a falta de cursivas, no vayan luego a pensar mal de uno), firmado por Azam Ahmed y Nicole Perlroth, informa que el gobierno mexicano dispone  del ‘software’ espía Pegasus. Será.

 

Luego de afirmar repetidamente que el gobierno federal lo ha usado para entrometerse en asuntos de particulares que sí le importan pero no tiene derecho a enterarse sin autorización judicial, después de presentar entrevistas a espiados y especialistas de varia especie, los autores agregan en el párrafo 15: ‘Sin embargo, no hay pruebas definitivas de que el gobierno sea responsable’… ¡chin!, el viejo truco.

 

La empresa que desarrolla y comercializa el Pegasus (NSO Group), lo hace legalmente y lo vende a gobiernos que le juran (-‘¡Por esta, jefecito!’), que solo lo van a usar para investigar a delincuentes y terroristas, y que es tan bueno su ‘software’ que no deja rastro de quién anda de espión (lo que suena bofo: si es legal y solo lo venden a gobiernos que van a usarlo legalmente, era como para que se pudiera rastrear a quiénes se ha espiado, digo).

 

Pero, como el gobierno mexicano tuvo dos papás (no tiene mami), seguro que lo usa para mal. ¡Cincho!

 

El lector estándar se queda con la idea de que el gobierno espía periodistas,  activistas sociales, defensores de los derechos humanos y similares, quienes por su oficio y dedicación, están todos pasteurizados, más limpios que un pañalito del Niño Jesús (su norma es la excelencia; su vicio, la verdad; su pecado, defender a los débiles y desposeídos). En estos tiempos, de alguna manera hay insospechables por autodefinición.

 

Llama la atención que algunos de los periodistas supuestamente espiados, den por buena la versión del NYT, siendo como son, expertos en esas lides; conociendo como conocen, las mañas del periodismo de investigación que apunta conclusiones amarrándose el dedo, para no ser objeto de reclamaciones (o demandas judiciales), agregando en alguna parte del texto algo así como ‘versiones sin confirmar’, ‘según testigos que solicitaron el anonimato’.

 

¿Y sabe por qué dan por buena la versión?… porque sí los espían. Por supuesto que sí: en este nuestro risueño país, espiar es deporte autóctono.

 

Ya desde los tiempos de Moctezuma Xocoyotzin, había espías, como los que fueron corriendo -literalmente- de las costas de Tabasco hasta su casa en Tenochtitlán (hoy CdMancera), a decirle que habían llegado once barcos, disque cruceros turísticos (era la Semana Santa de 1519), pero que era pura hombrada y traían armas por lo que resultaban sospechosos y de poco fiar (y a las pruebas se remitieron y le enseñaron los dibujos que hicieron en amate, a todo color; no había celulares). Y tan estaba al tanto Moctezuma, que cuando Cortés iba llegando a Veracruz, ya lo estaban esperando unas canoas con su coctel de bienvenida y hartos regalos de parte de don Xocoyotzin (que tenía vocación de hotelero).

 

Así las cosas, en México se espía desde siempre y en tiempos del pricámbrico clásico, en aquella era de la tecnología análoga, cuando los teléfonos eran negros, de disco y se hablaba con la telefonista para hacer una llamada de larga distancia, todos los tenochcas ya destetados, sabíamos que el gobierno espiaba (no a todos, tampoco, pero sí a los que le podían dar dolores de cabeza); por eso, para hablar con algo de tranquilidad se iba uno a la caseta de la calle (antes había), con su moneda de cobre de veinte centavos (luego, mucho después, pusieron el límite de tres minutos y los que echaban novio por teléfono llegaban con una buena dotación de ‘veintes’… ‘para continuar, deposite sin colgar, otra moneda’, decía la grabación ¿se acuerda?).

 

Ignora este López si había espionaje entre neandertales y sapiens, pero ya en la Biblia se habla de los espías (del Génesis al Nuevo Testamento hay cuando menos 17 menciones; ahí chéquelo en San Google).

 

Todos los países espían. Si es para bien o para mal, es según cada caso (para el espiado siempre es para mal). En estos tiempos de tecnología digital y satelital, es más fácil que nunca fisgar asuntos ajenos (no se crea que hay que ir a Israel a comprar el último grito de la moda; ni que hay que darle ‘click’ a un ‘enlace’: los que saben en serio de internet y computación, se meten cuando quieren donde quieren y revisan todo).

 

Y tan de veras no es difícil que se ha espiado a los más altos funcionarios mexicanos, el Presidente incluido (y no andan pegando de gritos: tragan su vergüenza de andar poniendo por escrito o diciendo cosas con toda imprudencia en el celular o la computadora).

 

Lo que sí es de parte de alguien es eso de sacar una nota en un medio tan importante como el NYT y que nuestros más correosos periodistas, brinquen como si se hubieran sentado en una brasa ardiendo, cuando lo que pasa es que están en plena campaña de desprestigio de todo lo que huela a Peña Nieto y compañía… dicen.

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