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LA FERIA / ¿Cuál es la prisa?

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Sr. López

 

Tía Graciela, de cara, era más guapa que Elsa Aguirre, con el cuerpo de Sophia Loren y la inteligencia de Capablanca (José Raúl Capablanca, cubano, campeón mundial de ajedrez de 1921 a 1927, ‘el Mozart del ajedrez’, le decían, calcule usted). Se casó muy enamorada de un señor rico, ricote, presentable pero distraído (infiel, pues). Después de unos cuantos años de accidentado matrimonio, ya con dos hijitos, se separaron y empezaron el proceso de divorcio. Tía Chela se propuso dos cosas: reventarle el hígado al fornicario y reventarle la cartera. La estrategia que le propusieron sus abogados no le gustó y ella personalmente dirigió el sainete… tiempo, tiempo y más tiempo; alargó cuanto pudo el proceso (y pudo mucho), y cuando supo que al señor ya le metía prisa su nueva conquista: más tiempo. Resultado: el tipo, con ojeras de ahorcado, firmó lo que le pusieron enfrente. Ya nunca se casó tía Chela (se repite lo de Capablanca).

 

Ayer declaró el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, que es del interés de México terminar en este año la renegociación del TLC, lo dijo así: ‘Ante la complejidad que significa negociar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte en época electoral, el gobierno de México ha trabajado para completar dicho proceso antes de que termine este año (…)’. ¡Tcht!, error.

 

Y para ratificar que la gente que es muy inteligente cuando mete la pata la mete hasta la ingle, remachó: ‘Llegar a acuerdos en materia comercial al mismo tiempo que está ocurriendo una elección es un proceso complejo no solamente en México, en cualquier democracia. Y por esta razón, la Secretaría de Economía y el secretario Guajardo y su equipo, han estado trabajando con gran energía para completar en este mismo año los procesos de negociación comercial que tenemos en curso (…)’. ¡No, hombre!

 

No, don Vide, ¡no y no! El dueño del tiempo es el dueño de la negociación, el que tiene prisa, cede. Le recomiendo leer ‘Usted puede negociar cualquier cosa’, de Herb Cohen, que se encargó de resolver la crisis de los rehenes en la embajada yanqui en Irán -y con pura lengua rescató a los 52 rehenes que el ayatola Jomeini juró que no entregaría sino a cambio del Sha Reza Pahlevi (y en el preciso tiempo que él dijo que los rescataba)-; asesor de varios presidentes yanquis, del FBI, el Departamento de Estado y la CIA; digo, él se encargó de negociar el programa de control de armas entre la Unión Soviética y los EUA, algo sabe el señorcito.

 

Otra cosa que enseña don Cohen es que los peores negociadores del planeta son los presidentes de los países y los altos ejecutivos de las empresas privadas… ¿y sabe qué, don Videgaray?: Trump es las dos cosas.

 

El Trump como empresario es un modelo internacional de artimañas y fracasos. Su especialidad es quebrar: declaró en bancarrota el Trump Plaza Hotel en Nueva York, el Trump Plaza Hotel & Casino, el Trump Castle Casino Resort y el casino Trump Taj Mahal… y para quebrar casinos se necesita de veras esforzarse mucho en hacer las cosas mal; uno que le sabe a esto, Marvin B. Roffman, un analista de casinos, declaró a la CNN: ‘Algo no está bien cuando ninguno de tus proyectos funciona’.

 

Y como Presidente, bueno, esperemos que don Videgaray esté al tanto del festival de pifias que es la Casa Blanca, bajo el mando de ese junior setentón, caprichudo y bueno para nada distinto a abusar de sus empleados (y empleadas). La encuesta conjunta del diario ‘The Washington Post’ y la cadena de televisión ‘ABC’, dice que el Trump en sus primeros cien días de gobierno, es el presidente ‘menos popular en la historia moderna de Estados Unidos’. ¡Sácatelas!

 

Por eso, el de la prisa es Trump: le urge ya cumplir algo. Y cualesquiera que sean los resultados de la renegociación del TLC, él va a salir a pregonar que es el mejor tratado de la historia, dirá que es precioso, que ganó en todas. No se preocupen. Él es el que anda urgido, porque no va haber muro y si hay, lo paga él; ni pudo evitar que sigan entrando musulmanes; ni pudo desmantelar el Obamacare; ni pudo aumentar el gasto en industria bélica; ni pudo parar la investigación sobre la mano negra rusa en la campaña; ni le van a autorizar el proyecto de presupuesto que mandó ayer al Congreso (el senador republicano John Cornyn, de Texas, el segundo más importante de su fracción, dijo que ‘básicamente está muerto al llegar’); ni le cambia la cara de resignación-decepción-aburrimiento a su esposa, de todos nuestros respetos (imagínese nomás lo que aguanta la santa mujer, porque el dinero no compensa todo, no todo; eso, menos).

 

De veras, don Videgaray échese el libro, el Herb Cohen le sabe al tema y recomienda cosas muy sencillas, la principal, jamás mostrar prisa.

 

Por cierto, en una entrevista (‘La Nación’, 17 de julio de 2005), don Herb dijo: ‘Los mexicanos siempre están preocupados por el respeto y la dignidad y hay que cuidar estos factores cuando se negocia con ellos. ¿Por qué?: porque Estados Unidos siempre ha tratado a los mexicanos como si no existieran y ellos demandan respeto hoy día’. ¿Ve?, si le sabe. ¡Respetillo!

 

Pero también dice que el que se enoja, pierde; que se vale hacer como que está uno indignado, pero nomás actuado, sin ponerse pelado y aunque le palpite el hígado y tenga la vesícula biliar chorreando, hay que mantener la cabeza fría. Amable, firme y sin prisas.

 

Claro que esta recomendación se hace suponiendo uno que don Peña Nieto no quiere quedar de Chapulín Colorado de la historia patria y llevarse el mérito de habernos arreglado la bronca con el Trump (no contábamos con su astucia). Si eso es así, si don Peña ya se siente de bronce: ya perdimos.

 

Si no hay nada de eso, calmita… aleguen todo, tómense su tiempo, amables pero regateando hasta las comas de los documentos.

 

Ustedes por ejemplo, digan a los de la Casa Blanca que van a tomar videos de cada plática para dárselos al equipo del próximo Presidente de México en 2019, total, mientras, el TLC actual sigue vigente, ¿cuál es la prisa?

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