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La dignidad no se pide, se gana / Código Nucú

La dignidad no se pide, se gana / Código Nucú
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César Trujillo

La dignidad es un derecho fundamental de los seres humanos. Es indiscutible el concepto cuyos orígenes vieron la luz en la antigua Grecia y que han abarcado grandes espacios de discusión para mostrar que es parte inherente del hombre. Lo discutible es, entonces, la forma en que pretenda dicho concepto utilizarse fuera de la capacidad moral de quienes lo abanderan y bajo el interés, particular y desvirtuado (mezquino, me atrevo a decir), en que éste se hondee.

Por ello, las rabietas del diputado local del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Eduardo Ramírez Aguilar, cuando evoca a la dignidad (en una primera instancia en el parque central de Tuxtla Gutiérrez hace dos domingos y en una segunda marcha el día de ayer, que salió de la fuente de la Diana Cazadora, al oriente de la ciudad), distan mucho de una búsqueda real del concepto que la palabra engloba como tal. Punto.

La dignidad es ser tratado como lo que se es, según Martínez Bullé en sus Reflexiones sobre la dignidad humana en la actualidad. Y este es el punto de partida clave para preguntarse, ¿qué dignidad es la que exige Eduardo Ramírez sea respetada, cuando él se ha encargado de mancillar la del pueblo de Chiapas? “Quien siembra vientos, cosechará tempestades”. Claro es el dicho; transparente el mensaje. No puede hablar de dignidad quien es culpable de la ingobernabilidad que impera en la entidad, quien se ha servido con la cuchara más grande y ha cometido un cúmulo de errores al trastocar los usos y costumbres de los pueblos originarios, en donde hasta al edil de San Juan Chamula le costó la vida.

No puede exigir respeto quien ha pasado por sobre todos durante todo este tiempo. Los pleitos personales que el legislador verde tenga con el senador Roberto Albores Gleason son muy de él, pero es risible que se apodere de un término que desconoce. El término dignidad, tomado de un diccionario escolar, para no complicarle la vida al diputado Ramírez Aguilar, significa “valioso, con honor, merecedor”.  Es decir, que la dignidad que él pide es una cualidad que indica que quien la tiene posee un nivel de calidad aceptable. Y es aquí es donde las cosas no cuajan.

Una cosa es que Eduardo Ramírez Aguilar tenga, como todo político de aldea, las ganas de ser candidato a la gubernatura y otra muy diferentes es que hable o represente los intereses de las cúpulas del centralismo en el poder. Sí, las mismas que palomearon y presionaron para que todo este chirmol electoral se resumiera en tres simples coaliciones. Porque más allá de “la dignidad” que dicen abanderar y desconoce, esa que dicen ha sido pisoteada por la imposición (se mordieron la lengua, estoy seguro) del sistema presidencialista que tiene México, están los sueños rotos de un cúmulo de políticos que secundan los del expresidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso local y que están viendo la teta del presupuesto alejarse de ellos y su hambre de poder.

Alguien que le hable al oído a ERA debería explicarle que la dignidad se basa en el respeto y que él, junto a su camada de tucanes, en el 2015 trastocaron a su antojo las elecciones, impusieron a sus personeros y candidatos a modo en todos y cada uno de los municipios. Que le diga que el pueblo chiapaneco no lo respalda porque no es lo mismo unos “sus miles de acarreados”, que el pueblo en su totalidad.

Que alguien le diga que la dignidad es el respeto que se gana por los valores morales, por la tolerancia a otras libertades de pensamiento y que ellos, los verdes, esos que son apáticos al dolor ajeno, a los que no les interesan los feminicidios, ni la escalada de violencia que vive nuestra ciudad, han sido parte de esa clase política que ha violado la dignidad humana de los chiapanecos y que hoy están cosechando parte de ese desprecio que ellos han legado.

Platón señalaba que la dignidad es parte de la honestidad y la honra de las personas, y es ahí donde antes de apoderarse y trastocar un término tan importante los miembros del PVEM deberían mirar un poco hacia atrás.

Seguramente nadie le dijo a Eduardo Ramírez que no bastaba con traer comiendo de la mano a los diputados de su partido, que no bastaba con que todos en el Congreso le dijeran “señor”, que no bastaba con que casi, casi, se le cuadraran como militares cuando lo vieran, porque todo ese lenguaje burdo se reduce a la aldea (lo local, pues) y el partido en el poder no habla en términos coloquiales, ni da cuenta de caprichos y rabietas particulares.

Para exigir dignidad deberían antes medir el largo de la cola que arrastran. Lo único que nos ha quedado claro es que no les importa nada más que el arribo al poder. No importa que antier decenas de personas hayan marchado por el dolor de la muerte del investigador, un joven como usted o como yo que quería seguir superándose y seguir poniendo granitos de arena a esta patria que amamos y que vemos desmoronarse, o que hace unas semanas lo hiciera por la joven asesinada.  No importa nada para ellos más que su bienestar y su juego. Lo único que nos queda claro, es que hasta Melgar se ha subido a ese tren del mame de la dignidad que abandera el que era y ya no es, y que, como dijera el gran filósofo José José: “lo que no fue no será”.

 

Manjar

No es lo mismo: me amedrentó un comando armado en mi casita a me están por liberar una orden de aprensión por andar alborotando el gallinero. Como tampoco es lo mismo, la rumorología estólida que quieren sembrar como verdad absoluta en tiempo de fariseos. #AyNanita // La recomendación de hoy es el libro El síndrome de Tánatos de Walker Percy y el disco Horses de Patti Smith. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte. // Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer.

Contacto directo al 961-167-8136

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César Trujillo

Poeta y periodista

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