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A Estribor / John Ackerman y su activismo fundamentalista

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Juan Carlos Cal y Mayor

John Ackerman, activista y escritor, doctor en derecho y sociología, catedrático de la UNAM, articulista del periódico La Jornada y editorialista en espacios como RT (Televisión Rusa en vivo y en español) es asesor así como un aguerrido, y bastante activo, defensor de López Obrador en redes sociales. Menos mal que él mismo se asume como “activista” lo que lo distancia del rigor científico y académico de quienes hacen análisis políticos, donde independientemente de la empatía o afinidad ideológica, se procura algún grado de objetividad y hasta autocrítica. No es el caso. Sin merodeos es un abierto panegirista y forma parte de una orquestada campaña de propaganda negra al estilo de Joseph Goebbels, el propagandista de Adolfo Hitler, que junto con un grupo intelectuales, artistas, escritores, hackers, facebuqueros, troles y tuiteros; hoy construyen cuidadosamente y propagan el resentimiento, el odio y el rencor social para “encabronar” a una masa social que manifiesta en las urnas los lleve al poder en el 2018.

La idea no es original. Joseph Goebbels, ministro de información y propaganda de Hitler, pregonaba: “Hay que hacer creer al pueblo que el hambre, la sed, la escasez y las enfermedades son culpa de nuestros opositores y hacer que nuestros simpatizantes se lo repitan en todo momento”, y así acuñó la conocida frase: “Una mentira repetida mil veces se convierte en una verdad”.
Las arterias infinitas de la era digital corroen las estructuras y dinamitan el poder. En los regímenes totalitarios y populistas se utilizan para conservarlo. En Cuba donde una computadora, es un artículo de lujo y extralimitado; el acceso a la información en internet es controlado y supervisado por el gobierno. Los rusos han contratado a hackers profesionales e inciden y se infiltran en las campañas políticas de acuerdo a sus conveniencias como ha sucedido en la reciente elección de los EEUU. En China existe una censura para el uso de internet. Esto significa que ciertos sitios web o algunos términos en la búsqueda están bloqueados. Por ejemplo, puede olvidarse de ingresar a Facebook, YouTube y buena parte de los blogs. En Corea del Norte para la mayoría de personas e instituciones los servicios en línea son ofrecidos a través de un intranet nacional conocido como Kwangmyong. El gobierno norcoreano monitorea estrictamente el uso de Internet. En Siria el gobierno de Bashard el-Asad tiene perdida la batalla porque los grupos opositores fundamentalistas y terroristas utilizan la red para culpar al gobierno de ataques despiadados con armas químicas, lo cual es poco probable. Los países occidentales, con los Estados Unidos a la cabeza, han caído en el garlito y hoy fustigan al líder Sirio, quien, de no contar con el apoyo ruso, ya hubiese sido derrocado. En los países árabes las redes sociales son armas letales en la guerra propagandística. Así cayeron los gobiernos tiránicos de Túnez y Egipto durante la llamada “primavera árabe” del 2007.
La suma de las estrategias populistas y las redes sociales son un coctel peligroso cuando de deformar la realidad se trata. Polarizan a las sociedades como se puede observar en los procesos electorales de Holanda, el Brexit, el referéndum por la paz en Colombia y las más recientes elecciones en Francia que de no ser por una segunda ronda electoral habría llevado al poder a un gobernante sin una mayoría legitimada.
En México, después de dos fallidas elecciones y en campaña desde el 2006, 2012 y ahora el 2014, los ahora morenistas apuestan el todo por todo a la polarización y el uso de las redes sociales desde donde, sistemáticamente, viralizan toda clase de información con el propósito de derrocar a las élites del prianato, la mafia del poder, culpables de todos los males del país. Se trata, como señala el destacado analista internacional Moisés Naim de “Deslegitimar y criminalizar a la oposición. Exagerar la mala situación del país y magnificar los problemas…. El mensaje central del populista es que todo lo que hicieron los gobiernos anteriores es malo, corrupto e inaceptable. El país necesita urgentemente cambios drásticos y el líder populista promete hacerlos. Y quienes se oponen a sus cambios no son tratados como compatriotas con ideas diferentes, sino como apátridas a quienes hay que borrar del mapa político.”
Es el caso de John Ackerman que increíblemente defiende el régimen de Nicolás Maduro diciendo que en México estamos peor; más que evitar cualquier tipo de comparación con lo que pasa en Venezuela que pueda aterrar al electorado, opta por justificarlo: “HIPÓCRITAS quienes critican a Venezuela pero cierran los ojos a la situación en México” (Videocolumna, RT español, 3 de mayo, 2017). Ackerman recurre al insulto. Piensa como muchos de los encolerizados seguidores de Morena que pensar diferente no es opción. No quieren una democracia. No pueden convivir con ella. Descalifica a la Organización de Estados Americanos y los llama “agentes de Washington”, ahora que Trump ni siquiera ha metido sus narices y le sigue comprando petróleo a Venezuela.
Yo pienso diferente y no por eso soy un traidor a la patria. Ya me imagino a John Ackerman sugiriendo la desaparición del próximo Congreso Mexicano que a todas luces será plural. Con esos defensores ni a la esquina. Yo le diría ¡mejor no me defiendas compadre!

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