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Incuria / A Estribor

Incuria / A Estribor
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Juan Carlos Cal y Mayor No sé a ustedes, pero a mí me provoca enojo, impotencia y coraje ver la indolente frialdad con que se conducen nuestras autoridades. Miles de familias mexicanas están viviendo en carne propia el drama de haber perdido un familiar, a un amigo, a un vecino. Acumulan la incertidumbre de adquirir el contagio y la impotencia de no saber qué hacer y cómo proceder por falta de información en caso de mostrar los síntomas del COVID. Yo no veo consternado ni apesadumbrado al presidente o al Doctor Gatell por el drama que estamos viviendo. Día con día dan cuenta de las cifras de contagios y muertos como si se tratara de moscas y no de seres humanos. El presidente se da el tiempo de inaugurar las obras del tren Maya como si de verdad ese mediocre medio de transporte fuera a sacar al sureste de la pobreza. Y digo mediocre porque dista mucho de los modernos trenes que se construyen en otras partes del mundo. Quieren al mismo tiempo transportar pasajeros, turistas, carga, en una misma vía. Aún si nos sobrara dinero, no es ninguna panacea que vaya a sacar del atraso a la pobreza que padecemos los estados del sur. La Península es poco poblada y Cancún se ha vuelto el mayor generador de empleos gracias a sus paradisiacos destinos. Su aeropuerto es el de más flujo turístico en toda América Latina. El tren ni le va ni le viene. En Mérida se han disparado, en los últimos años, los desarrollos inmobiliarios gracias a que se ha convertido en la ciudad más segura del país. Ofrece calidad de vida. Tienen una dinámica industria propia y han aprendido a desarrollar su economía sin depender del resto del país gracias al esfuerzo de varias generaciones. Campeche no padece tampoco los problemas de pobreza que tienen Chiapas, Guerrero, Oaxaca y una parte de Puebla. Decir que el tren Maya va a beneficiar y a aminorar la pobreza en el estado de Chiapas es una absoluta tomadura de pelo, pero nadie en Chiapas se atreve a decirlo. Los empleos -y contagios- que va generar la construcción son temporales, las muertes no. Nos quieren dorar la píldora con eso. En Palenque se construyó un aeropuerto internacional que no ha pasado de dos vuelos a la semana desde su inauguración hace más de un sexenio. Y vaya que es un gran destino turístico pero las cosas no se mueven solas. No se promociona ni se comercializa adecuadamente. La aspiración de contar con una autopista, sin topes, de 165 km, entre San Cristóbal y Palenque fue desechada en un evento público por el presidente desde el año pasado y los presentes, consecuentes, aplaudieron. El tramo actual es intransitable e inseguro. Dicen que lo van a ampliar. No saben donde se meten. Hay comunidades zapatistas. No será posible. En total los “mega” proyectos del presidente están valuados en 555 mil millones. Se niega a postergarlos. ¿Si no qué vende? Mete dinero bueno al malo. Mientras, la incertidumbre y estragos de la pandemia se reflejan dramáticamente en la economía. Aumenta el cierre y la quiebra de negocios y con ello el desempleo. Empobrecen millones. Las cifras del IMSS que superan al millón no reflejan la realidad. 70% de la economía es informal. Éste y no otro era el momento de rescatar a México, pero al gobierno no le importa. Reduce el 75% del presupuesto a sus dependencias de un machetazo y cancela proyectos y programas importantísimos. Anuncia que seguirá repartiendo más dinero, ahora a los jóvenes entre 15 y 17, pensando en las próximas elecciones. No genera empleos, genera dependencia, supervivencia. Se acaba los ahorros presupuestales. El fondo de estabilización. Endeuda más al país. Multiplica las perdidas en Pemex. Baja la calificación crediticia. Cancela los proyectos eólicos, la energía más barata. Usa combustóleo. Contamina sin pudor. Se disparan los cobros de CFE. El SAT hostiga, presiona penalmente aduciendo que no pagan. Calcula a su antojo. Congelan cuentas ilegalmente. En Italia las redes sociales y los periódicos locales se llenaron de esquelas lamentando las muertes de miles de personas. En México el presidente habla sin cesar, horas y horas, todos los días. Inventa conspiraciones. Se la pasa viendo moros con tranchetes. Descalifica como siempre a sus críticos. Responde preguntas modo. Todos los días es nota. Su narcisismo no tiene limites. Miente, distorsiona, provoca. Se manda a hacer reportajes como si fuera Churchill. Invita a la gente a salir en el momento más crítico de contagios. Planea sus giras en medio de dolor y el sufrimiento del pueblo bueno y sabio. Eso es lo que en el diccionario de la Real Academia se llama “incuria” que significa negligencia, abandono o falta de cuidado. No hay más…

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