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Estas ruinas que ven / La Feria

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Sr. López

 

 

Tía Meche fue heredera universal de su groseramente rico marido, tío Emilio, que tenía una fábrica de jabones industriales. Pasado un plazo prudente, el señor que tenía más de 20 años como Gerente de Administración, la invitó a las oficinas para informarla sobre los asuntos más importantes, recomendándole se hiciera acompañar por sus hijos -cinco varones, vagos todos-, y algún contador o financiero de su confianza, pues -eso no se lo dijo-, ella y sus hijos, de contabilidad y finanzas sabían lo que un gorila de mecánica cuántica (nomás sabían gastar). Presentadas las cuentas, ella preguntó que eran “pasivos” y cuando le dijeron que deudas, se empezó a poner morada y cuando supo el total de “créditos” bancarios casi se desmaya. No hubo modo de hacerla entender que seguía siendo rica, que era normal tener pasivos y que si quería, pagaban de un trancazo todas las deudas, pero que no le convenía… y no entendió y pagó todo y quedó rica, pero la fábrica cerró. La tía Meche.

 

El pasado 4 de septiembre, nuestro presidente electo, AMLO, al arribar a Monterrey, declaró que aunque en el país hay una crisis de pobreza e inseguridad, “(…) afortunadamente nuestro país no pasa por una crisis económica o financiera y hoy es más fuerte”. Y remarcó: “No tenemos una crisis financiera, no nos está pasando lo que desgraciadamente está sucediendo en Argentina. Eso también hay que considerarlo, (pero) sí tenemos problemas graves”. Claro que tenemos problemas y a la vista están.

 

Tenemos que ser un país en el que la corrupción sea una rareza y no la norma; tenemos que disminuir la desigualdad (que el 1% de la población no concentre el 17% de los ingresos; que el casi 51% de los tenochcas no sume a pujidos el 12% de los ingresos totales de la nación); tenemos que cortar a rape la delincuencia organizada y disminuir a cifras aceptables (las inevitables), la delincuencia común… sí, tenemos problemas.

 

Sin embargo, algo pasó del 4 a ayer, 17 de septiembre, porque AMLO declaró en Nayarit, donde inició su “gira de agradecimiento”: “Posiblemente por la situación de bancarrota en la que se encuentra el país no vamos a poder cumplir con todo lo que se está demandando”, aunque luego aclaró que sí serán realidad sus promesas de campaña, eso sí. ¿Bancarrota?… Romo se le va a morir de un infarto; Ursúa siente palpitaciones.

 

Decir que México está en bancarrota es un poquito lejano de la realidad. Un país está en bancarrota, en quiebra, cuando no puede hacer frente al pago de los intereses de su deuda (pasa: Islandia en 2008; Alemania dos veces, en 1923 y 1945, quebró por obvias razones; Rusia en 1998; Irlanda, Italia, Bélgica y el Reino Unido, en 2009 por poquito la libraron; Ucrania y Pakistán están a punto… México, desde 1861, no ha caído en suspensión de pagos (y nos invadió Francia); casi nos pasó en 1982 -con Echeverría-, pero entre el FMI y el Banco Internacional de Pagos, se evitó el despelote y acá nos apretamos durísimo el cinturón; ni modo; con Zedillo en 1995, otra vez, pero Clinton nos salvó; hasta pena da).

 

Lo cierto es que México hoy es una de las primeras 15 economías del mundo (según el FMI, en 2017 nuestro PIB fue de un billón 149 mil millones de dólares). Hay otras cosas ciertas sobre como recibe AMLO el país: las finanzas macro (las públicas), son sanas y la deuda externa (casi 10 billones 143 mil millones de pesos), de la que tanto se papalotea que es inmanejable, está muy lejos de ser un peligro. De hecho nuestro “riesgo país” -el riesgo de que no paguemos-, acaba de bajar a 185 “puntos base” el 14 de septiembre, según la JP Morgan, que algo saben, mientras que Venezuela está en 6,123; Ecuador en 703; Argentina en 661 y Brasil en 334; el “punto base” se calcula… si no entiendo, para qué copio y pego. Lo que importa es que en octubre de 2008, estábamos del nabo: 624 puntos. No vamos mal. No se deje poner histérico gratis.

 

Otra manera de ver la deuda externa es en proporción con el PIB (producto interno bruto) del país. México al cierre de 2017, debe un 46.4% de su PIB (¡oooh!), sí, pero los EUA, debe el 105% de su PIB y Japón, el 237% Por cierto, si lo escandaliza nuestro 46.4%, se le notifica que la superpotencia económica, China, debe el 42% de su PIB. Que le bajen de tono los profesionales de oscurecer el color castaño.

 

El modo más fácil de saber que no estamos de mandar por los santos óleos es ver que en nuestro presupuesto de egresos está considerado el pago de lo que toca cubrir de deuda en 2019. Hay con qué.

 

También es cierto que AMLO recibe el país con la inflación más baja en casi 50 años; con un 78% más de contribuyentes que en 2012; con 800 mil nuevos empleos formales por año (dice el Inegi: “formales”, con seguridad social); con casi 200,000 millones de dólares de inversión extranjera ya comprometida (en el sector energético); y con la mayor inversión extranjera directa -192 mil millones de dólares del 2012 a la fecha-, no para especular, no, inversión dura, para hacer fábricas. ¿Tenemos problemas?… sí y graves. ¿Estamos en bancarrota?, no, ni de lejos. ¿AMLO recibe la vara muy alta?… sí, con la pena, pero así es y una advertencia: no es contratando financieros de medio sueldo como se consiguen estos resultados. Bueno, cada quien.

 

Un tal Marcos Casarín, economista en Jefe para América Latina de la Oxford Economics, de paso por México el 8 de mayo pasado, dijo (El Economista, nota de Yolanda Morales), que nuestra inflación va a la baja (bueno, él no hace el súper), que nuestra economía seguirá creciendo aunque de a poquitos, que nuestro consumo interno “sigue sorprendiendo” (apoyado por las remesas), y que quien llegara a la presidencia (lo dijo en mayo), “(…) contará con finanzas públicas sanas, lo que significa que no hay retos que resolver”. El diario, lo subtituló: México, la tormenta que no fue.

 

Sí hay problemas y muy graves, pero México -con permiso de Ibargüengoitia-, no es Cuévano, no está enfermo del corazón y AMLO no puede decir: estas ruinas que ven.

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