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Estado de coma / A Estribor

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Juan Carlos Cal y Mayor

Lo expresado recientemente por el Secretario de Hacienda Arturo Herrera respecto a la situación económica de Chiapas nos cayó como agua helada. Ya sabíamos que estábamos mal porque de acuerdo a recientes cifras del INEGI no sólo conservamos los deshonrosos últimos lugares junto con nuestros compañeros de miseria, Oaxaca y Guerrero, sino que caímos aún más abajo respecto de la pobreza extrema.

En México 52.4 millones de 129, viven en situación de pobreza, cifra que equivale al 41.9% de la población. De acuerdo con los resultados del estudio “10 años de medición de pobreza en México”, realizado por el Coneval, hubo una mejora en los indicadores de carencias sociales en 24 estados pero el sureste del país sigue siendo la región con el mayor porcentaje de habitantes pobres.

En Chiapas, el 76.4% de la población vive en situación de pobreza; seguida de Guerrero con 66.5%; Oaxaca con 66.4%, y Veracruz, con 61.8%. Los estados con un mayor número de población en pobreza extrema son: Chiapas, con un millón 623 mil habitantes; Veracruz, con un millón 427 mil habitantes y Guerrero, con 971 mil habitantes.

En 1994, cuando entró en vigor el Tratado Libre Comercio, la situación económica en México dio un viraje que hoy nos coloca, según un documento del Banco Mundial, con un Producto Interno Bruto de 1 billón 149 mil 919 millones de dólares, lo que significaba el 1.54% de la economía mundial. Esos datos la convierten en la decimoquinta economía más grande del mundo.

El año de 1994 es también la fecha del levantamiento armado zapatista que puso los ojos del mundo en nuestro país y en nuestro estado de lo cual derivó una estrategia a través de programas sociales federales para sofocar esas cifras y revertir esa situación que a juicio del sentir popular, más allá de las razones del EZLN, eran producto del abandono y la indiferencia.
En aquellos años Chiapas era un importante generador de petróleo y energía eléctrica a través de la presas hidroeléctricas y los chiapanecos nos quedamos con la idea de que nuestra contribución a la federación no recibía en reciprocidad un trato justo, sino por el contrario, de abandono y desdén. Hoy ya no es así.

A partir de esa fecha el presupuesto de egresos de la federación inició una importante derrama colocando a Chiapas entre uno de los cinco estados que más recursos recibía para su gasto público. En contraste nuestra recaudación de impuestos ocupa el último lugar resultando que de cada cien pesos que gastamos, solo dos corresponden a ingresos propios. Por eso es que, y perdón por la palabra, nos ven como unos mantenidos. Muchos miles de millones se han destinado a programas sociales. Casi un millón de mujeres reciben apoyos a través del programa Prospera y a ello se suman otros tantos que nos convierten en la entidad que proporcionalmente recibe mayores recursos desde hace 25 años.

El resultado, si nos vamos a cifras, ha sido contraproducente. Hoy Chiapas, por ejemplo, es la entidad que ocupa el primer lugar en muertes por causa de la diabetes mellitus. En contraste somos el mayor consumidor de refrescos endulzados como la Coca Cola, una de las principales causas de ese padecimiento. Así no hay dinero que alcance. El crecimiento poblacional se ha exponenciado particularmente en la población indígena. El efecto ha sido que tener más hijos les permite acceder a mayores apoyos sociales por parte del gobierno. Por eso es que nos hemos convertido, no sólo en fábrica de pobres sino también de votos. Se manipulan las necesidades a cambio de apoyos electorales y éstos se negocian en cada campaña presidencial.

Es esa nuestra triste realidad. De continuar esta política social, seguiremos siendo los más pobres entre los pobres del país. El Secretario de Hacienda Arturo Herrera, frente al presidente, justificó en cambio que por eso somos y seguiremos siendo beneficiarios de más programas sociales del nuevo régimen.

Se trata de una simple ecuación. La receta para curar nuestros males no ha funcionado. Nos seguirán suministrando un sangrado de recursos públicos para mantenernos vivos pero en estado de coma. Mientras no se invierta en generación de empleos, infraestructura en comunicaciones y apoyos para incentivar el desarrollo económico, seguiremos en las mismas o quizás peores circunstancias. Lo lamentable es que los políticos, que vienen y se van, siguen con la misma cantaleta. Los pobres se multiplican, mientras que unos cuantos han salido de pobres para hacerse millonarios junto con sus compinches locales haciendo negocios al amparo del poder y saqueando las arcas públicas. Duele decirlo, pero no hay un diagnóstico para identificar el tratamiento que debe aplicarse para sacar a Chiapas de su fatídico destino.

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