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El reto de Carlos Morales / A Estribor

El reto de Carlos Morales / A Estribor
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Juan Carlos Cal y Mayor

 

No es fácil la tarea que le espera a mi amigo Carlos Morales al frente de la comuna tuxtleca. Nuestra ciudad enfrenta males acumulados por un crecimiento desbordado y anárquico para lo cual sus condiciones geográficas y de infraestructura no estaban preparadas. Se ha convertido en un polo de crecimiento por migraciones de las zonas rurales derivadas de la busca de oportunidades de empleo, servicios, educación y salud, entre muchos otros. Miles de jóvenes abarrotan las universidades públicas y privadas para luego egresar  con la esperanza de no regresar a sus lugares de origen, carentes de los bienes y servicios que les ofrece la ciudad capital. Lo mismo pasa en las principales entidades del país.

Tuxtla pasó en unos cuantos años  de entre las 10 ciudades mejores para vivir a las 10 peores. Da tristeza ver el deterioro de muchas de sus avenidas, la falta de iluminación, las fugas y las alcantarillas y drenajes abiertos. En términos generales, salvo algunas zonas en particular, la imagen de la ciudad esta para llorar. Y reitero no es achacable a una sola administración, sino al hecho de que el crecimiento supera las capacidades presupuestales. Esto sin considerar que los municipios vecinos y no vecinos también abonan a la demanda creciente de servicios.

Los camellones lucen enmontados y miles de postes y sus cables de luz, telefonía y señales de cable, atraviesan las calles como si fueran tendederos. Al paso del tiempo la idea de ampliar las banquetas en el centro de la ciudad ha sido desastrosa para la circulación y ha dado cobijo al ambulantaje convertido en un flagelo difícil de controlar.

El parque vehicular es impresionante y sigue creciendo año con año. Se dice que Tuxtla ocupa un record por el número de vehículos per cápita. Otro de los principales problemas están en el transporte público. Los famosos “conejo bus” con los que se pretendía un servicio de calidad fueron desapareciendo por falta de mantenimiento. Taxis circulan por doquier en una absoluta anarquía derivadas de las concesiones a diestra y siniestra. Las combis se rebasan en un juego de carreras en ciertos puntos como las plazas comerciales donde se satura la circulación. Como nunca antes hay largas esperas en los semáforos y trasladarse de un extremo a otro de la ciudad es una monserga.

El problema de la basura está aparentemente enmarañado en un asunto legal que genera altísimos costos de operación, sin que se sepa a ciencia cierta cuál es el trasfondo de todo ello. El rio Sabinal ni se diga; sigue siendo un vertedero de aguas negras y malos olores al cual parecemos tener que resignarnos sin remedio alguno. En la administración de SMAPA se considera que podrían mejorar notablemente sus ingresos y por ende su operación y sus servicios, pero al parecer requiere de cirugía mayor. Los asentamientos irregulares son una constante desde hace muchos años. Convertidas en clientela electoral, las colonias populares nacen producto de invasiones o asentamientos que desde su origen incumplen la ley de fraccionamientos al carecer de infraestructura y servicios, los cuales se han tenido que pagar a costa del erario público y son un barril sin fondo para las arcas municipales. Obviamente con todas estas desproporciones, no hay dinero que alcance, ni ha habido administraciones en los últimos años que puedan con la magnitud del problema.

A todo eso hay que agregar los problemas de inseguridad que hoy padecemos. Hoy presenciamos una situación que aterra a quienes estábamos acostumbrados a vivir, si, con muchos problemas y rezagos en el desarrollo urbano, pero no, a saber de amigos, vecinos o familiares asaltados, robados en sus hogares y peor aún de asaltos o asesinatos.

Ese es el tamaño del reto que enfrenta el próximo alcalde de la ciudad. ¿bastará una administración para enderezar el rumbo de la ciudad? Confiamos en que Carlos Morales tenga la experiencia, la capacidad y entereza para entrarle de lleno al toro por los cuernos. La cosa no es sencilla…

 

CIUDAD DE DIOS

La Ciudad de Dios (2002) ha sido la película más premiada del cine brasileño. Su director Fernando Meirelles, recreó la vida en las favelas del Brasil. Ciudades perdidas en la periferia de Rio de Janeiro en las que muchos de sus habitantes desde niños aprenden a ser delincuentes. Se forman en ritos de iniciación propios de los kaibiles o los maras salvatruchas. Lo anterior viene a colación por los sucesos ocurridos en la escuela normal rural Mactumatzá. Las “novatadas” con que se ensañan hacia los alumnos de nuevo ingreso provocaron la muerte de un joven y la hospitalización de dos más. La noticia dio vuelta al país en los principales noticieros. No faltan hoy los defensores de la autonomía de las normales así como las fuertes críticas a un modelo educativo que deja mucho que desear, cuando es  común que estos jóvenes –como parte de su formación- recurran a actos vandálicos para exigir lo que consideran sus derechos. Por eso no extrañan las prácticas vandálicasque a modo de “novatadas” utilizan para someter a sus futuros compañeros de aulas. El origen de las escuelas rurales tiene desde sus inicios hace varias décadas un fin noble, que es alfabetizar y educar en la zonas rurales del país. Si las cosas siguen como van, ellos mismos ponen en entredicho el fin para el cual fueron creadas.          

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