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El doble de hartos / La Feria

El doble de hartos / La Feria
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Sr. López

 

¡Cuidado!, mucho cuidado, están tomando por el rumbo equivocado. Columnistas con mucho oficio exaltan una cosa que puede terminar muy mal. Hablan de un México liberal, moreno, mestizo, de pobres y pueblo bueno, enfrentado a un México fifí (y frufrú), blanco, criollo, de conservadores, de ricos, de privilegiados. El inteligentísimo Hernán Gómez Bruera, el viernes pasado, en su columna ‘Fuera de tono’, de El Universal, con motivo de una babosada de Rafael Tovar y López Portillo, escribió:

 

“Nietos, primos y sobrinos de algunas de las más grandes figuras de la vieja clase política y el antiguo régimen salieron al ataque en redes sociales (…) De pronto se desató una locura pejefóbica. El México blanco y criollo de la “verdadera cultura” no podía soportar semejante afrenta. “Bola de ignorantes que no saben nada”, escribió una señora de buena cuna; “Bestias impresentables”, dijo otra. “Qué podemos esperar de esa gente”, exclamó Elena Slim (…), crisis de histeria reaccionaria (…) “Resentidos sociales con poder. Eso es lo que son”, escribía uno. “Personas acomplejadas”, “funcionarios mediocres”, “absurda gentuza sin cultura condenados al fracaso por su inculto proceder”, soltó otro. (…) “Este gobierno es un cáncer que hay que erradicar”, manifestó uno; “#AMLORENUNCIA”, puso otro. “Regresará la ley a gobernar este país pronto”, dijo uno en tono amenazante y profético”. Fin de la cita.

 

Bueno. Sí es cierto. Hay varios Méxicos y unos detestan a los otros. Eso es lo que tal vez no sea recomendable fomentar. Ya bastante lo promueve el propio Presidente de la república.

 

Hablar de “antiguo régimen”, del “México blanco y criollo”, reseñando cómo desprecian a los del pueblo bueno, no abona a nada. El Presidente se defiende solo y si no “ya sabemos”, él lo ha dicho. Además, están bien correspondidos: los de enfrente detestan a los blanquitos, perfumados y fifís.

 

La tolerancia, término vago e impreciso, no raramente opuesto a la justicia, en estos tiempos se usa como si todos supiéramos qué es, cuando no existe sino como reacción contra la intolerancia, contra el daño al derecho propio o a lo que cada quien suponga es su derecho.

 

La tolerancia es una palabra de reciente cuño (… je je… ni tanto, es de fines del siglo XVII, principios del XVIII). La primera vez que se tiene constancia de su uso (en plan de crítica), es una carta de Leibniz. Y no es nada fácil de acotar. El reino se la tolerancia es el enemigo de la justicia pelona, de dar a cada quién lo que le corresponde y defender los derechos establecidos en las leyes escritas, sean o no justas.

 

Sin embargo, la tolerancia es necesaria (por más que sea una mala sustantivación del verbo latino ‘tollere’, recoger, usado por Tomás de Aquino, para explicar cómo le hace Diosito para evitar males futuros o mayores… ningún filósofo de la antigüedad habló de semejante cosa; ninguno).

 

Tolerancia… y si de plano no se puede, indiferencia. Pero lo que sea que evite la violencia, el linchamiento, el desprecio o el abuso. ¿Cómo para qué nos sirve volver a prender esa mecha en México?

 

Karl Popper y Manuel Fraga Iribarne, descubrieron el hilo negro diciendo que la intolerancia de la intolerancia es la tolerancia (¡aaah!, de sorpresa del respetable). Insisto, lo que sea, pero cuando menos, no hay que crispar más a este país.

 

Esos blanquitos, criollos (¿vamos a desempolvar el sistema de castas?), esos cochinos del “antiguo régimen”, también son mexicanos. Nomás respetando las leyes, aunque se detesten unos a otros, con unos cuantos añitos (o siglos), que se vayan mezclando, que se dejen de enconar iras colectivas… a menos que la tirada sea crear una clientela política, integrada por nosotros los del peladaje de a pie, contra los horrorosos criollos, que por no estar muertos de hambre nos caen mal y son sospechosos de ser fifís (o frufrús).

 

¿De qué nos sirve para resolver los pocos problemas actuales de México, que el Presidente vaya a pedir perdón a mayas de Yucatán por la esclavitud?… esclavitud… es un poquito exagerado, pero igual es algo que cesó hace cien años. ¿Ahora vamos a recordarle a las actuales generaciones agravios sufridos por sus tatarabuelos? Padre, ok, ¡buena idea!

 

Lo que necesitamos (dice uno, no hagan caso), es nomás que se aplique la ley y, si Diosito está en plan de ayudarle mucho al país, que nuestros gobernantes respeten las cuatro virtudes sugeridas por Platón: justicia, prudencia, fortaleza y templanza… no se imagina, sería tocar los dinteles de la Gloria.

 

Y ya luego si un viejito se pone histérico porque quitaron el retrato de su papá del muro de una oficina de gobierno… bueno, muy su derecho a decirlo. Con no hacerle caso.

 

Ahora que bien vistas las cosas, tampoco hay que seguirle por ese camino, porque nuestro Presidente es criollo, por cierto, y su esposa, también… je je… con la pena.

 

No pareciera ser tema para la situación nacional. Quién sabe en qué andan. Queremos nuestra “4T” completita y copeteada, el aeropuerto de Santa Lucía, el trenecito Maya, todo, todo, para lo que los contratamos, porque nos dijeron que ellos tenían los polvos de la Madre Matiana para resolver eso y más: acabar con la inseguridad, crecer el 4% promedio anual, arrasar con la corrupción, bajar el precio de los combustibles, restaurar y vitaminar Pemex, y empapar el pensamiento con la fragancia del Edén perdido.

 

Ya, ahora es cuando. No nos recuerden las razones por las que los contratamos: no fue por el tiradero, no, les dimos la chamba de dirigir el país porque dijeron que iban a levantar el tiradero. Nadie los engañó. No tomaron el poder creyendo encontrar todo barrido y trapeado.

 

Ahora, si no pueden, no nos pongan a pelear entre nosotros. Va a resultar que estábamos mejor cuando estábamos mal, no nos vayan a dejar peor.

 

Y, se les solicita tener en cuenta que la arrasadora victoria de julio del año pasado, fue por 30’113,483 votos… y que el doble, no votaron por AMLO (59’218,548). Ganaron hartos, pero nomás están mirando qué hacen, el doble de hartos.

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