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¡Dios nos guarde! / La Feria

¡Dios nos guarde! / La Feria
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Sr. López

 

Ya formalmente están en campaña todos los candidatos a algún cargo en las elecciones del próximo 1 de julio. Ya estaban, pero, en nuestro risueño país, las cosas son de varias maneras: la oficial, la mediática, la verdadera… y las encuestas.

 

89 millones 300 mil electores (tenochcas con credencial), podrán acudir a 155 mil 484 casillas a ejercer su derecho a votar, habiendo reflexionado previamente, sin ninguna influencia maligna ni mal consejo de nadie, para escoger a los que habrán de ocupar alguno de los 18,311 puestos públicos en juego. En las casillas serán atendidos por un millón 400 mil funcionarios que capacitó el INE y sus correspondientes en los estados. Muy bien. El chistecito nos va costar unos 28 mil millones de pesos (por si no se los puede usted imaginar, con ese dinero podría comprar 66,351 casas de interés social de 90 metros cuadrados). Pero, no importa: democracia ¡cueste lo que cueste!

 

Serán elegidos el Presidente de la república, el Jefe de Gobierno de la capital del país, ocho gobernadores, 500 diputados federales, 128 senadores, muchos ayuntamientos y diputados locales. Hágase de cuenta una venta nocturna de huesos (en la acepción política de la palabra “hueso”). Pero lo que atrae y polariza la atención del respetable es una sola cosa: ¿quién quedará de Presidente del país?

 

Se entiende. Es el cargo más importante. El Presidente en nuestra risueña patria es Jefe de Gobierno, Jefe de Estado y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas (el mero mero, pues). Y cuando un Presidente sabe jugar sus cartas, acaba mandando en todo, incluidos los poderes Legislativo y Judicial, los gobiernos estatales y la miscelánea Mi Lupita. Ahora que, cuando es inepto le pasa lo que a don Chente Fox: no manda ni en su casa.

 

Supone un sector de la ciudadanía, que para esta macro elección, ya es irremediable el triunfo del Pejesús. Está bien. Hay una mayoría que nunca dice nada y a la hora de la verdad, vota como le pega la gana, haya dicho lo que haya dicho a algún encuestador, si tuvo la suerte inmensa de toparse con uno (la Lotería Nacional son 50 mil números en juego… ¿cuánta gente conoce que le haya pegado al Premio Mayor?… los encuestadores suelen entrevistar -dicen- a mil o mil 500 personas… o sea, si somos 89 millones 300 mil electores, es una verdadera lotería que le toque participar en una encuesta… si las hacen).

 

Por obra y gracia del peñanietismo y sus enemigos jurados de la prensa extranjera y doméstica, si alguien va a votar por el tricolor, lo lleva como un lunar, en secreto: el desprestigio y malestar acumulados, son innegables. Pero no mucha gente recapacita en que el PRI como partido, aunque gane su candidato José Antonio Meade, no gana, porque Meade no es priista. A ver si le penetra en el seso a mucha gente que votar por Meade, no es votar por el PRI. Y ese es el principal lastre de Meade.

 

Habrá quien vote por el C.Anaya, en el libre ejercicio de su derecho constitucional a hacer el ridículo, muy su derecho, faltaba más. Y habrá hasta quien vote por la esposa de don Calderón… esa señora… sí, hombre… ¡Margarita Zavala!, sí, esa.

 

El asunto es que no sabemos qué va a pasar. Si ganara don Pejecutivo, muy pocas cosas de lo que ha prometido podría hacer; sería un sexenio de sobresaltos, un poco al estilo del tal Trump: ocurrencias, barbaridades, y un río de saliva y babas, pero no se espante, no es radioactivo. Lo que sí es un hecho es que habría una sobrerreacción del capital global (y del nacional también)… eso sí: esa gente no se anda con chiquitas. Será un sexenio perdido para la economía macro, pero para nosotros los del peladaje, será casi igual que siempre: agua y ajo, chile y agua lejos. Diga lo que diga el Pejeremías…. ¡ah! y también veremos algún intento (que abortarán a tiempo), de tantear el agua para ver la manera de que “el pueblo bueno”, por aclamación, obligue al Congreso a prolongar su mandato… eso, no lo dude: ya antes se ha soñado con esa posibilidad, pero se ha reventado antes de que fuera realidad. Pero de que lo piensa, lo piensa. Don Pejehová sí cree que el Dios Todopoderoso lo ha predestinado para salvar a la patria (esos son los de cuidado).

 

Si ganara el C.Anaya… no, de eso mejor ni hablar: la gente, antes del término de su primer año de mandato, iría en masa a San Jerónimo a rogarle de rodillas a Luis Echeverría que retomara el poder, porque el señorcito sigue vivo; valoraríamos las bondades del peñanietismo y su frugalidad, honestidad y valores cívicos, porque, digo, el C.Anaya haría desear que en México hubiera algún descendiente directo de Moctezuma para reclamar su reino. De eso, mejor ni hablar.

 

Si ganara Meade, no la va a tener tan fácil. No tiene partido y va a tener que establecer compromisos con cuando menos, el PRI y el PAN, una parte del Verde y otra del PRD. Aparte de que la gente de Morena se dedicará los seis años a torpedear su mandato. No le va a ser fácil, claro que no.

 

¿Entonces qué?… entonces, nada. A no ponernos dramáticos y a esperar qué dispusieron los barones del dinero y qué tan eficaces fueron los mapaches nacionales, porque a fin de cuentas, esos sí son determinantes.

 

Si las cosas de la política pertenecieran a la esfera de la lógica, ya ganó Meade. Lo malo es que la realidad va por su lado y la sensatez por el suyo. ¡Dios nos guarde!

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