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Desierto electoral / La Feria

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Sr. López

 

Tía Nati (Nathifa), era una señora guapa de arrugarle la pintura a los postes. Casada con tío Herminio (de los de Toluca), que la conoció en Puebla y ahí se quedó hasta que se casó con ella (tres años, fácil no fue). Tuvieron once hijos hombres, y toda la familia la quiso mucho porque aparte de su bondad y carácter alegre, en su casa diario, había comida para 40 (sin avisar, llegaba uno y tocaba banquete). Aparte, tía Nati fue famosa porque si decía que una señora estaba ‘en buena esperanza’ (embarazada, pues, pero antes se decía así), no le fallaba… y lo mismo cuando alguna de las solteras andaba en malos pasos (que ni son malos ni son pasos, pero así se decía para referirse a las que ya no portaban el entonces sacrosanto himen), cosa que no pregonaba (ya le dije, era buena persona), pero si decía que quería hablar a solas con alguna de sus sobrinas, la indiciada, sudaba. La prima Silvita, ya cuarentona, contó a este menda que primero le aconsejó dejar de andar de güila, pero, sabedora de que eso no se quita tan fácil, le enseñó a no embarazarse con un truquito de aquellos años prepíldora (cuando, además, comprar un preservativo era una proeza), y no fallaba, según Silvita (esponja de mar en remojo de glicerina… lo demás, usted imagínelo).

 

¡Qué no daría este junta palabras por tener ese ojo pero en materia electoral! Sería el consentido de la clase política y cotizaría sus servicios de augur tenochca en barras de oro… pero, no, Dios no concede caprichos y entonces no queda sino informarse lo mejor que se pueda y tratar de armar el rompecabezas que son los procesos electorales nacionales, no solamente considerando la información disponible, sino tratando de atinarle al impacto en los resultados del índice TRAMPA (acrónimo forzado de  trapacerías y mapachadas), que -lo siento, no quiere uno quitarle a nadie su candidez-, sigue presente y actuante en nuestras tan vigiladas elecciones.

 

Lo primero que se debe desechar en estos asuntos, son las encuestas. Si cree en las encuestas para determinar las posibilidades de triunfo de un candidato a cualquier cargo de elección popular, se le sugiere respetuosamente, que confíe más en la lectura del café, el ‘I Ching’ o vaya a darse una vueltecita por Delfos, a ver si aún presta sus servicios alguna pitonisa.

 

Las encuestas en nuestro país son un ejercicio inútil por varias razones, entre otras, que los entrevistados no contestamos lo que pensamos sino lo que suponemos que quiere oír el encuestador o lo primero que se nos ocurre, aparte de que la mayoría (no todas, pero sí el 99% de las encuestas, son sobre pedido y al igual que ‘La tierra es de quien la trabaja’, la encuesta es de quien la paga). Faltaba más.

 

Si considera que lo anterior es un severo y aventurado juicio de un mendaz tecladista, se le recuerda que de las 25 más serias encuestas del 2012, solamente 22 daban por seguro ganador de la elección presidencial al Pejehová, redentor de todos nosotros los del peladaje (Univisión predijo el 78% a favor del Pejecutivo; la UNAM, en urna simulada, en mayo de 2012, obtuvo un 85.61% de votos por el Pejesús); y dos encuestas vaticinaron que doña Chepina Vázquez Mota iba a aposentarse en La Silla (el “Sondeo Nacional”, reconocido por el entonces IFE, predijo que ganaba con el 37% de votos; y el “Grupo de Especialistas Egresados Universitarios -UNAM, Universidad Harvard y la Universidad Autónoma de Guadalajara-, en junio, anunciaron que ‘La cuchi cuchi’, ganaría con el 28% de boletas a su favor). Pero ninguna de las 25 encuestas daba un cacahuate por el entonces candidato Enrique Peña Nieto, quien ganó con el 38.20%, dejando al Peje en el 31.57% (3’329,785 votos abajo); y doña Vázquez, en tercerísimo lugar con el 25.68% (6’440,137 votos menos que el ganador).

 

Dicho lo cual, queda uno sujeto al rigor de los números… con la salvedad de que en estas cuestiones, en este país, dos más dos puede dar cualquier resultado, dependiendo de varios factores. Diga lo que diga el INE, falle como falle el Trife.

 

Lo que llama la atención de este evento electoral es que pareciera que el Pejehová anda como con ganas de perder. Fíjese: primero, aseguró a todos los altos burócratas y políticos de eso que él define como la mafia del poder, que no los va a perseguir, que les otorgaba una ‘amnistía anticipada’, que no les dé miedo su triunfo… bueno, eso -aparte del gustazo que le da a los que son tentoncitos del erario-, no le parece bien a algo así como a nadie del peladaje, esa masa que conformamos los de a pie: ¿o sea, tan cuates?… luego salió con que tal vez, a lo mejor, quién sabe, pero puede ser que otorgue una ‘amnistía’ a los narcos (y tiembla uno nomás al atisbar el concepto que tiene este caballero, sobre la aplicación de la ley, sobre las facultades que cree tendrá si llega a Presidente); encima, para ayudarse más, anunció el éxodo masivo de burócratas federales, lo que a  unos cuantos no les llama mucho la atención (por ahí de un millón)  y el miércoles pasado (13 de diciembre), formalizó alianza con el Partido Encuentro Social (PES), que es un partido cuasi religioso, de derecha, cuyo emblema original fue el “Ichthys”, ese pez formado por dos trazos curvos que parecen un pez, símbolo del cristianismo primitivo.

 

Muy su gusto del Pejecutivo aliarse con quien le dé la gana y le arrime votos, pero lo que está de pensarse es que el fundador y actual secretario General del PES es Hugo Eric Flores, quien aparte de ser doctor en Derecho fue (o es) ‘pastor’ de una iglesia Pentecostal, diputado suplente del PRI, senador suplente del PAN, asesor de Zedillo, colaborador de Calderón, brevísimo Oficial Mayor de la Semarnat en el sexenio de Calderón, de donde lo echaron acusado de corrupto y desleal (lo que pueden ser mentiras, uno qué va a saber)…

 

No está loco el Pejesús, el PES puede darle un 2% de votos que pueden ser determinantes… sí, a condición de que no le espante algo de su voto duro y se descubra solo, muy solo, en pleno desierto electoral.

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