Home Columnas Desfile de ballenas / La Feria

Desfile de ballenas / La Feria

Desfile de ballenas / La Feria
0
0

Sr. López

¡Guerra sucia!, clama el C.Anaya… ¡guerra sucia!, se duelen sus seguidores… ¡vaya!, ha de haber guerras limpias. Los procesos electorales en sentido estricto no son guerras, aunque sí, en cuanto pugnas, rivalidad entre partidos políticos.

Sería de desear que en las campañas, los candidatos nos presentaran con mesura y buenos modos, sus ideas y proyectos; que tuvieran debates y polémicas, vehementes si quiere, pero educadas y hasta reconociendo las buenas intenciones del oponente sin compartir sus conceptos… sí, sería lindo: -Perdone que lo contradiga, don Andrés Manuel, no dudo que lo animan las mejores intenciones, me parece difícil de aceptar que solo usted puede combatir la corrupción –sería bonito; imagine al Pejecutivo respondiendo: -No se disculpe, don José Antonio que es muy sano contrastar propuestas; seguramente no me expliqué bien: lo que sostengo es que el PRI, al que sin duda pertenece gente muy honorable, en este asunto al menos, ha fracasado –y que terciara el C.Anaya: -Discrepo de ambos, considero que el combate a la corrupción debe darse desde instituciones autónomas, ajenas al gobierno… y como prueba de ello, he entregado a Transparencia Mexicana, copias de toda la documentación contable, fiscal y del Registro de la Propiedad, sobre mis bienes, a fin de evitar suspicacias –y arrebatándose la palabra, Andrés Manuel y José Antonio: -¡No hacía falta don Ricardo, no hacía falta!… –Noble su gesto señor Anaya, pero del todo innecesario ¡por favor!

Sí, sería lindo. Pero nuestra realidad es otra:

El Pejehová tonante, lo menos que dice es “mafia del poder, ratas, ladrones, calumniadores, peleles, fifís, chachalaca, pirruris, traidores, pollos desplumados, asesinos”; por eso, su actual personificación del Pejesús no es muy convincente (“Peace and love”, repite el lema de los años 60 del siglo pasado; y hace con los deditos la “V” de la victoria que puso de moda Churchill en los 40’s). ¡Que alguien se apiade de este hombre!, aunque se enoje.

Por su lado los panistas no se andan con chiquitas a la hora injuriar y antier, no se sabe si el C.Anaya o don Fernández de Ceballos, refiriéndose a la PGR, sentenció: “hijos de pu…” Y luego se espanta la FIFA de la grita de las porras del futbol mexicano -todos gente finísima-, cuando despeja el balón el portero del equipo contrario, ¡qué delicados!

Los priistas, Ochoa Reza, el Nuño Artillero y compañía, tampoco son nada recatados a la hora de insultar y descalificar. Es Meade, su candidato no priista, el que no le entra al intercambio de vituperios y lo más que ha dicho es que a él no le van a encontrar… no, don Pepe, éntrele al batidero, eso vende, la claque lo exige… aunque, la verdad, no sirve de nada.

No sirve de nada porque el voto masivo en este nuestro risueño país, se promueve y obtiene de varias maneras, ninguna de ellas relacionada con las convicciones políticas o éticas del elector individual.

Aunque ya no da los mismos resultados de antaño, sigue vigente, entre las variadas prácticas mañosas para manipular votaciones, el “voto corporativo”; no funciona igual que antes porque los sindicalizados ya no son tan dóciles ni los dirigentes tan eficaces. Lo mismo rifa para muchas otras mapacherías que también ya son historia (“carrusel”, “tamal”, “ratón loco”, “embarazo de urnas”), y algunas de ellas fueron siempre pura fantasía.

Lo de hoy es un regreso sofisticado a las prácticas del porfiriato, cuando ponían junto a las mesas de votación, petates con un montón de bolillos (hay fotos del Archivo Casasola, a uno no le crean nada), que eso es la compra de voto.

Le resultará increíble a un sueco, pero en México, la pobreza es una reserva enorme de votos: a lo pelón, con dinero contante y sonante o tarjetas de débito (que el Trife sancionó como válidas, a pesar de que el INE las intentó prohibir). Y se paga hasta que se tienen resultados del conteo de la casilla: gano, comes; no gano, no comes.

Aún sin trampa, tenga presente que se instalarán 156 mil casillas, cada una integrada por un presidente, un secretario, dos escrutadores y tres suplentes generales (en los nueve estados que elegirán Gobernador, ayuntamientos y Congreso, habrá un secretario y un escrutador adicionales); todos ellos ciudadanos seleccionados por sorteo y capacitados por el INE: cerca de un millón 400 mil tenochcas que -no tenga dudas-, serán expertos en la materia y ninguno va a estar en la baba, ni se van a hacer bolas a la hora de contar cerca de 340 millones de boletas (si vota el 65%, que si votamos todos serían cerca de 520 millones de papeletas… no las vayan a revolver, porque se elegirá Presidente de la república, 128 senadores, 500 diputados, 9 gobernadores, 2,697 cargos estatales entre ayuntamientos y congresos locales… de nueve partidos).

Pero lo mero bueno es que en cada casilla, los partidos pueden poner a sus representantes (dos en más o menos 66 mil casillas en las que solo se vota por cargos federales; y otros dos en casi 90 mil en las que, aparte, se eligen cargos estatales; o sea, un partido que se respete tiene que contar con al menos un ejército de 492 mil representantes, aparte de 15 mil 600 coordinadores -uno por cada diez casillas-… ¿fácil, verdad?).

Esto es el eje de las elecciones: los representantes de partido. Ellos son los que pueden interponer escritos de protesta o de incidente al final del conteo, que sirven ante el INE y el Trife… pero, lo más importante: van tanteando cómo va la votación, avisan a sus coordinadores si ven la cosa difícil y no pocos son expertos en cosas que da pena contar, pero las hacen sin pena alguna. Las argucias comiciales en la actualidad, se dirigen en primerísimo lugar a esto y hasta la fecha el único partido que consigue poner representantes en cada casilla es el PRI y algunos son mapaches muy correosos (y esa es la verdadera y única angustia de don Peje y su pandilla: ¡no tienen representantes suficientes!, ni con la CNTE completa).

Y al final de todo, hay que sortear las discusiones en el INE y los procesos en la casa de subastas denominada Trife.

Esta es nuestra realidad, por eso no hay que asustarse tanto por la “guerra sucia”, que la ley electoral es un enredo monumental, y las normas y las instituciones que las custodian, una red por la que pasa un desfile de ballenas.

LEAVE YOUR COMMENT

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *