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Democracia y poder: alcances y contagio / Galimatías

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Ernesto Gómez Pananá

Semana intensa la que acaba de pasar. En Santiago, miles de chilenos demandan una nueva constitución, en Brasil el expresidente Lula es excarcelado y en Bolivia las protestas de la gente obligan a Evo Morales a convocar a elecciones anticipadas. Todo enmarcado por el trigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín que se conmemoró ayer.

¿Cuáles son los elementos comunes a estos cuatro acontecimientos? Democracia como sistema de gobierno y políticos en pos de mantenerse en el poder.

Winston Churchill dijo en 1947 que la democracia era el menos malo de los sistemas políticos, sin embargo, históricamente los políticos lo han promovido como el santo grial que resolverá todas nuestras carencias para, al tiempo, darnos cuenta -el electorado- que las banderas y los discursos de los políticos pueden ser diferentes, pero el contexto al que se enfrentan es el mismo, y por tanto, muchas de sus reacciones y sus acciones son similares. Explico:

En este momento, el problema en Chile ya no es el alza en el precio del metro ni tampoco el alto costo de la educación superior. Hoy, lo que se pide en las calles es una nueva constitución que reemplace a la que pervivió como herencia y lastre de la dictadura militar. La sociedad chilena superó la dictadura si, de hecho su sistema democrático ha permitido la alternancia entre gobiernos de izquierda y de derecha si, aunque ambos en el marco de una constitución heredada por los militares. La democracia facilita pero por sí sola no alcanza.

En Brasil, Lula fue electo presidente en 2003, se postuló para la reelección y gobernó de nuevo otro periodo. La democracia permitió que lo sucediera en el cargo su compañera de partido Dilma Rousseff, a quien el poder judicial destituyó, acusada de corrupción, en complicidad con Lula.

Lula era un obrero sin estudios y crecido en la pobreza, perdió a su primer hijo y a su primera esposa por complicaciones en el parto. Eso lo marcó. Años después, ya presidente, padeció los arreglos y las tentaciones propios del poder; se demostraron algunos hechos que lo incriminaban y fue a prisión. Eso abrió el espacio para que los brasileños viraran su preferencia al populismo de derecha con Jair Bolsonaro -una especie de Trump que baila samba- y que no pinta para terminar bien.

Esta semana liberaron a Lula y claramente se ve venir la búsqueda de un nuevo periodo presidencial. Un escenario de democracia electoral, un hombre bien intencionado pero contagiado del deseo de poder y convencido de que repetir es sano e inclusive necesario.

En Bolivia, apenas este fin de semana el presidente Evo Morales anunció que convocará a nuevas elecciones en las que -puede inferirse- buscará de nuevo participar. Ello luego de varias semanas de protestas en contra de un supuesto fraude electoral con el que buscaba hacerse de un cuarto periodo en la presidencia.

La legitimidad del presidente indígena boliviano puede no tener duda en sus inicios: la gran mayoría pobre lo apoyaba y lo aplaudía. Pero el poder es así y Evo Morales consideró necesaria su presencia un segundo, un tercero y ahora un cuarto periodo presidencial, todo en un escenario en el que las finanzas se han mantenido estables y la pobreza extrema se redujo a un tercio de lo que alcanzaba en el 2005, y de nuevo ese ese contagio de la enfermedad del poder asumiendo un papel caudillista que poco tiene de positivo.

La democracia es pues, lo menos malo, es frágil y maleable. Es fácilmente adaptable a los deseos de quien detenta el poder. Su garantía son instituciones sólidas alrededor, así como una sociedad participativa que tenga claros los alcances y no romantice expectativas. El camino es largo. Tan largo y tan alto como el Muro de Berlín y también tan posible de superar.

Oximoronas. Alex Lora mandando saludos hasta Palacio Nacional durante un concierto y algunas buenas conciencias se incomodan. Calma. Grave sería la opinión monolítica y la ausencia de críticos. Bienvenida la diversidad que es fuente de crecimiento.

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