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Debemos hacer lo que nos une y dejar de lado lo que nos divide

Debemos hacer lo que nos une y dejar de lado lo que nos divide
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María Elena Orantes López
El país no puede ya inventar destinos artificiales cada seis años. La imposibilidad de llegar a acuerdos entre partidos de distinto signo ha frenado el desarrollo de México  en muchos ámbitos de la vida nacional. En sentido técnico padecemos todavía, a nivel gobierno, una macrocefalia institucional que también se refleja en los partidos, a la vez que asistimos, paradójicamente, a la fragmentación de los mismos. El transfuguismo está en pleno apogeo. Los resabios de neopatrimonialismo están a la vista de todos, y la personalización de la vida pública sigue presente, a pesar de los contrapesos institucionales.
 A escasos meses de la elección presidencial, sabemos que el próximo presidente no tendrá mayoría en el Congreso de la Unión, lo cual debiera ser un poderoso incentivo para la creación de mayorías estables sin vocación de permanencia, en temas específicos y, con ello, favorecer la gobernanza. Prestigiar la negociación para en beneficio de la gobernabilidad como se hace en muchos parlamentos del mundo. El ejemplo español es significativo. Los acuerdos se firman públicamente y en ellos se contemplan las reglas básicas del pacto político, los proyectos que la coalición se compromete a defender, los compromisos que las partes asumen y el desahogo de la Agenda legislativa. El no cumplir lleva a los partidos al suicidio político.
En este orden, un mal crónico entre nosotros es la cultura de la sospecha; detrás de cada acuerdo hay algo turbio, pactos siniestros, reparto del botín. Nadie quiere pactar algo que se revierta en términos de opinión pública. Pocos o nadie quieren negociar, a menos que existan mecanismos ciertos y efectivos de compensación. Los partidos debemos elevar la mirada, hacer a un lado mezquindades y aprovechar esta oportunidad sin regateos y con imaginación. Ponernos a la altura de las exigencias ciudadanas. Ya han sido muchos años de oportunidades perdidas por el clima de crispación y confrontación prevalecientes. Hoy vemos con tristeza como hemos sido rebasados en apenas treinta o cuarenta años, por otros países que en términos de crecimiento económico, PIB per cápita, productividad  y bienestar colectivo estaban a la par o peor que nosotros.
En las comarcas locales esta deformación patológica del poder se refleja en antipolítica que es hostil a la arquitectura institucional. Hay un modelo verticalizado que hace de los asuntos del Estado la propiedad de los caudillos. Hace casi ochenta años el arquitecto del México moderno Plutarco Elías Calles, decía que era tiempo de pasar “del país de un solo hombre a un país de instituciones”. Nos quedamos anclados y naufragamos en la utopía. Hoy, lo sabemos todos, en las entidades federativas padecemos un caudillismo postmoderno que aplasta todo, al poder legislativo, judicial, órganos autónomos, etc. Se viven niveles insultantes de corrupción e impunidad, ante la indignación ciudadana y la complicidad de la federación. La “justicia” a los gobernadores corruptos es selectiva. Ante la proximidad de las elecciones de gobernantes pareciera misión imposible cambiar las reglas del juego existentes. No obstante se abre una enorme oportunidad con la existencia del Frente Ciudadano. Los acuerdos por México sí son posibles con diálogo, imaginación y altura de miras. Ingenuo sería el pensar en motivaciones meramente altruistas y patrióticas de los partidos, sería un atentado a su propia esencia. Sin embargo, podemos demostrar, y estamos en vías de hacerlo, que ése es el camino. Dialogar es el verbo. Lo estamos haciendo por México.
 En este torpe andar a tientas,  en este pedregoso camino, Kelsen está más vigente que nunca. “El compromiso significa posponer lo que divide a los asociados para privilegiar lo que los une. Cada acuerdo, cada pacto es un compromiso, porque compromiso significa recíproca tolerancia”. Honrar los pactos y negociar de cara a la nación permitirá el cumplimiento de acuerdos esenciales para el avance del país.

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